martes, 26 de agosto de 2008

EL INFORME FINAL

LAS CRITICAS A LA LABOR DE LA CVR
Es interesante analizar la “coherencia” y los “principios” que guían algunos patrones de la sociedad peruana y de la clase política peruana, no solo en temas personales o de coyuntura, sino en temas de fondo tan sensibles, dolorosos y dramáticos, como el de la violencia en la época de la guerra subversiva en un país, donde los “intereses de estado” parecen tan sagrados que obligan con un "mal entendido espíritu de cuerpo” a blindar a esas instituciones que supuestamente se afectan con textos como el de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, un informe que más allá de los errores que pudo tener, es un esfuerzo serio y responsable, a partir del Estado y de la Sociedad Civil, por desentrañar la verdad de lo sucedido en todos esos años de violencia, de vejación y de barbarie para la sociedad peruana.

La mera verdad, es que la escopeta de dos cañones no es patrimonio aprista, es una especie de suerte nacional. Los peruanos, tenemos posturas diversas, formas de juzgamiento diferentes que varían según la persona, el color, la condición social, el grado de amistad, el poder que se detente o el interés que nos guíe. En el caso de la política, cuando determinados personajes están en la oposición tienen un discurso, una conducta política. Cuando están en el gobierno tienen otro totalmente opuesto. Es el caso del Ministro de Defensa Antero Flores Araoz o del Ministro de Industria Rafael Rey, quienes de férreos opositores de Alan García pasan hoy a ser dóciles y complacientes Secretarios de Estado, personalidades políticas que a partir de los cargos que asumen (dentro de este segundo debut del líder aprista) desde el poder, desde la cercanía al líder y al partido de gobierno, acentúan sus críticas, inciden en el carácter de "recomendación" del informe, de su condición "no vinculante" y apareciendo como más papistas que el papa, se resbalan por el tantas veces mal entendido espíritu de cuerpo en el jabonoso tema del que nos ocupamos.

En el caso del Informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, resulta claro que los partidos que han ejercido el poder en los años de la guerra interna, se han sentido afectados por determinadas conclusiones y lo han criticado. Que instituciones como la Fuerzas Armadas, no aceptan que se concluya que, en determinados momentos, se cometieron excesos individuales, practicas que se fueron generalizando por la propia lucha o sistemáticas violaciones a los derechos humanos. Que desde el púlpito del cargo público, muchos políticos insisten que afirmar lo anterior, es dañar la institucionalidad democrática y afirman sin rubor, que judicializar determinados casos, es afectar la honra o cometer injusticias con soldados que lucharon por la sociedad y el Estado; ignorando que este es un país donde la superficialidad y la incapacidad para el juzgamiento dentro de las garantías propias de la ley y de la Constitución, es un problema que afecta diariamente a miles de peruanos sin uniforme.

Un aniversario más de la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) impica que no solo los fujimoristas critiquen el informe. Desde el gobierno, personajes con un doble estándar político como los nombrados Flores Araoz y Rafael Rey, lo atacan, mientras el Vicepresidente de la República Luis Giampietri (cuyos vínculos con la CIA antes que su relación con Kouri son los que finalmente pesaron para que integrara la plancha aprista) y el Comandante General del Ejército, el pintoresco Edwin Donayre, minimizan su valor.
Lo concreto y lo real, es que el Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación es un documento que merece respeto. Que se trata de recomendaciones que tienen que ser acatadas por los gobiernos de turno, porque representan un compromiso del Estado para cerrar un doroso capítulo de nuestra historia reciente. Porque más allá de errores en las cifras sobre el número de muertos u otras situaciones subjetivas, lo concreto es que se perdieron vidas humanas, que numeros más o menos, ese hecho no le resta valor al informe y que el trabajo de las sanciones a quienes cometieron excesos y el de las reparaciones económicas debe continuar.
Sin que signifique un aval a la condenable violencia terrorista, es un error negar lo evidente. Que desde el Estado se respondió con mayor o igual violencia, afectando derechos fundamentales de los más débiles, cometiendo crímenes que deben ser sancionados. Reconocer ese hecho, no menoscaba la institucionalidad del Ejército o de la Marina, por el contrario la dignifica.
El informe debe servir para tratar en lo posible de sanar las heridas y los resentimientos, debe ser con su cumplimiento, el compromiso del Estado y de la Sociedad Civil por no cometer los mismos errores. Un documento como el Informe de la CVR debe servir para hacer notar que la desigualdad social, la exclusión, la injusticia y el abuso del poder son un caldo de cultivo para la violencia y la guerra interna. Debe servir para que de una vez por todas seamos capaces de aprender las lecciones del pasado. Capaces de no cometer los mismos errores. De no tropezar dos veces con la misma piedra.

sábado, 23 de agosto de 2008

LA LEY DE LA SELVA

EL REDITO DEL RUIDO DE LA CALLE



La derogatoria de los Decretos Legislativos Nº 1015 y 1073, que regulan la inversión privada en tierras de comunidades campesinas y nativas, decretos que emitiera el gobierno al amparo de las facultades que le otorgó el parlamento dentro del marco de la adecuación al TLC con Estados Unidos y que dispone restituir los Art. 10 y 11 de la Ley 26505, que norma la inversión privada en el desarrollo de las actividades económicas en las comunidades de la sierra y la selva; es una decisión que tiene lecturas diversas y que debe ser analizada lejos de criterios demagógicos o clientelistas, en una perspectiva de desarrollo, de progreso, de respeto y de igualdad.
La derogatoria implica que nuevamente entra en vigencia o rige el principio de que para disponer, gravar, arrendar o ejercer cualquier otro acto sobre las tierras comunales de la Sierra o Selva, se requerirá del Acuerdo de la Asamblea General con el voto conforme de no menos de los dos tercios de todos los miembros de la Comunidad.
El Pleno del Congreso de la República, en medio de un debate intenso que representa la primera gran derrota política de la bancada aprista y que muestra la necesidad de alianzas del partido de gobierno, en un parlamento fragmentado y que para sacar adelante una agenda definida necesita de concensos; aprobó el dictamen que deroga los decretos legislativos 1015 y 1073 , exonerando el dictamen de segunda votación, lo que se aprobó por 58 votos a favor y 24 en contra.
En ese contexto de los hechos consumados, es necesario expresar con firmeza, que el tema va más alla de que se haya incumplido la norma 169 de la OIT, sobre la obligación que tiene el Estado de consultar a los pueblos indígenas con respecto a la viabilidad de las decisiones que afecten sus derechos o su situación jurídica.
Que el gobierno no hizo un trabajo de persuación de información y de docencia, que no respeto, como lo hacen muchos de los que ejercen el poder, la sensibilidad de los gobernados, las formas y maneras de dialogo democrático, de la misma manera que lo hacen con grupos de presión o de poder (más relacionados, más organizados o más fuertes economicamente) es un hecho. Pero lo que deja el debate parlamentario, es que el asunto de fondo es tratado con una superficialidad indignante; que la oposición se subio al carro de la protesta popular, que solo midio el rédito de oponerse al gobierno y obtener una victoria política, pero no el interés nacional, el acceso urgente al desarrollo y la modernidad, de estos peruanos mirados como ciudadanos peculiares y diferentes.
La jornada y la derogatoria, deja en claro que varios políticos o dirigentes partidarios simplemente se opusieron por oponerse, sin tener una idea cabal de lo que estaba en juego. Y lo más grave, es que no hay desde la perspectiva de los partidos políticos, alternativas consistentes, técnicas y realistas sobre un tema puntual en la busqueda de la igualdad y de mejores condiciones de vida para los peruanos. Solo la frase hecha, el adjetivo efectista, el punto común.
En lo sustantivo, el problema estriba en que resulta un absurdo mantener una visión colonial que siga viendo a la comunidades nativas, a cerca de 350,000 peruanos, como enclaves alejados del desarrollo, del progreso y la modernidad; condenados a vivir permanentemente en una situación de aislamiento étnico, materia de estudio antropológico porque hay que mantener, su cultura tribal, el ecosistema y la biodiversidad.
Eso implica aceptar que este país va a seguir teniendo grandes franjas de su territorio, sin desarrollo y sin progreso, que vamos a tener permanente a un pequeño grupo de peruanos, alejados de políticas públicas y estrategias, que respetando y manteniendo costubres ancestrales, su territorio y su tradición cultural, eleven sus condiciones de vida y los inserten en las ventajas de un Estado y de una sociedad contemporánea que ven con desconfianza, con recelo porque siempre los ha ignorado o los ha maltratado.
Al final, los políticos oportunistas se rasgan las vestiduras y derogan la ley, porque supuestamente van a venir los pillos de siempre o los extranjeros expoliadores a engañar a los nativos y a "despojarlos" de sus tierras. Y uno se pregunta entonces porque tenemos siempre que irnos a los extremos y no buscar el equilibrio de las soluciones. Para que estan los políticos, la oposición, el gobierno, los partidos, los técnicos. Donde esta la fiscalización y el Estado en un país que tiene en cosas como estas, el mayor lastre para ser realmente una nación que mira a la modernidad y al desarrollo, en condiciones de dignidad para los menos favorecidos. Donde están los peruanos forjando el mañana con responsabilidad, con ideas y políticas claras y consistentes.

miércoles, 20 de agosto de 2008

MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES

EL ESTIGMATICO PAIS EN QUE VIVIMOS
Me estoy sintiendo viejo, me duelen las piernas, tengo que tomar medicamentos para el colesterol, para el corazón, para la diabetes, para la presión, para las várices internas que me obligan a apoyarme en un bastón. Estando joven, cuando tenía la ilusión de una familia, de un futuro diferente, de un país mejor. Cuando no me fallaba nada, mi padre me solía decir que llegaría a su edad y que el país iba a ser el mismo, la política iba a ser la misma. Que nada iba a cambiar o mejor dicho algo cambiaría para que todo siga igual.

La vida me permitió ser felíz, disfrutar del placer de un buen vino, de entrelazar no solo un par de piernas sino de también llegar al alma, de las mujeres que ame, de las que me amaron y de las que pude amar. Caminando cuadras y cuadras cuando la noche avanzaba en una ciudad como Lima, en la que el gris es el color de la luz, siempre encontramos una razón para estar insatisfechos. Para escuchar o para ver personajes que hablan de justicia social, de democracia y de igualdad sintiéndose diferentes, superiores, dueños del país y de su destino.

A mis noventa años lo único que tengo claro es que más allá de mis achaques, lleno de vida, estoy cerca de la muerte. Alguien me ha dicho que parezco el personaje de la última novela de García Márquez. Tal vez sea por mi soledad, porque no pude hacer familia nunca. Porque sobrevivo con mi pensión de empleado público y mi pasión por la política, que no es otra cosa, que una manera de amar al Perú y repudiar las formas de gobernar, de priorizar el interés personal o de grupo, sobre el interés colectivo.

Como en las épocas de Odría, hoy hay dinero, hay obra pública, pero también hay pobreza, insatisfacción, frustración, corrupción y una mayor desilusión por los que nos gobiernan, que quieren que sigamos siendo tolerantes, que sigamos esperandolos, ilusionandonos con un mañana mejor, como si la política fuera el futbol y ellos fueran futbolistas y las vedettes fueran la noche y los trinquetes a los que nos tienen acostumbrados.

A pesar de que Lima es una ciudad húmeda, caótica, insegura, a pesar de que hay violencia en ella, nunca he dejado de ser libre, de disfrutar el placer de caminar, la costumbre de pensar con un cigarro entre los dedos, entre el bullicio de la gente y el ruido de la calle, que este país que padecemos quienes no tenemos más patrimonio que nuestra propia sombra, podría y tendría que ser mejor.

Ya nada debería sorprenderme, ni la pregonada decencia de Mantilla por parte de la Ministra, ni el Vocal que el Tribunal Constitucional pretende reponer después de haber negociado con Montesinos, ni el juez que también es repuesto en la Presidencia de la Corte de Lima a pesar de un evidente caso de corrupción. Ni las groseras componendas o raterías de la Plaza Bolívar. Al final, ya no hay políticos de talla, como los de mi tiempo. Hoy la política es (aún más de lo que ha sido siempre) gesto, pose e interés personal. Una representación actoral. Una especie de burdel de cuarta que hasta las putas deben estar tristes. En un país de estigmas, si alguien las hubiera representado en el Congreso, si alguna de ellas hubiera llegado; tal vez lo haría con honestidad, con dignidad. Con mayor decencia que muchos de los que hoy están allí e insisten en llamarse Padres de la Patria.

viernes, 15 de agosto de 2008

UN AÑO DESPUES

PORQUE HACER ALGO ES LO MISMO QUE NO HACER NADA


A un año del sismo del 15 de Agosto, Alan García visita la zona de Pisco en una camioneta con lunas polarizadas y sin seguridad a la vista para pasar desapercibido. En Chincha, Pisco e Ica, la población se moviliza, protesta, se siente indignada, insatisfecha, engañada y decepcionada, porque si antes del sismo tenían precarias condiciones de vida, estas son peores después de quedarse sin nada. Porque la reconstrucción es demasiado lenta, burocrática, con visos de improvisación y de corrupción, a pesar de que el gobierno afirma haber invertido en la zona más de mil millones de soles.
Que es lo que realmente pasa. Porque la reconstrucción es un fiasco a partir del triunfalismo y de las frases efectistas y esperanzadoras de las autoridades gubernamentales inmediatamente después de la catástrofe. La explicación tiene una serie de aristas. En principio con el FONDO DE RECONSTRUCCION DEL SUR (FORSUR) paso lo mismo que con los organismos que se crean muchas veces desde la esfera gubernamental, sin criterio técnico administrativo, sin gerencia, planificación, ni recursos. Julio Favre termino renunciando a una institución que indudablemente no se puede manejar como una empresa privada ante tanto pillo en la hacienda pública, porque con los sueldos que paga, es imposible que se contrate profesionales calificados. Porque la tarea de reconstrucción como muchas cosas en el Perú, fue marcada por la demagogia y un voluntarismo solidario, que termina siempre agotado por sus contradicciones y enfrentado a su realidad. Y así vimos que los partidos políticos que deberían presentar alternativas, propuestas y proyectos para la reconstrucción, que se entiende tienen los técnicos para ese tipo de trabajos, se limitaron al apoyo solidario como la sociedad civil, a la simple ayuda, a la foto para la publicidad.
En ese contexto es necesario decir que el problema de la reconstrucción tiene en principio una connotación urbanística. Las ciudades se levantan en el Perú sin planificación, sin criterio técnico. El crecimiento y el desarrollo urbano no reciben la preocupación, el apoyo ni los parámetros de las autoridades, municipales, regionales o estatales y entonces, junto a a la falta de previsión y de una cultura ciudadana frente a los desastres naturales, tenemos una bomba de tiempo que, unida a la falta de comunicación y a los celos políticos, simplemente se activa por acción de la naturaleza como en el caso del sur.
Frente a la catástrofe, en lugar de ponerse en marcha todo un sistema de prevención organizado y coherente, la respuesta es una solidaridad popular que no basta, que termina diluyéndose con el paso del tiempo, porque no puede ser consistente, perdurable en el tiempo, ni reemplazar el rol y la responsabilidad del Estado. Un Estado que reacciona a tientas y a ciegas, sin la infraestructura ni la organización necesaria para absolver el impacto. Un Estado que desde el principio demostró lo vulnerable que es a la corrupción y que termina entregando bonos que no sirven, porque son títulos valores sin recursos efectivos, porque aunque se diga que es porque las tarjetas tienen un plazo de vigencia, la mera verdad es que provienen de partidas que no tienen todavía provisión fondos.
Lo concreto y lo real, es que prevenimos el desastre a medias y reconstruimos a medias. Que en ese afán de los políticos, de protagonismo mediático, de llevar siempre agua para su molino. Por más que duerman en la zona o lleven toneladas de vituallas, ante una realidad que el verbo y de la pose no pueden solucionar, la población se siente engañada y la pasividad y tolerancia del ciudadano, da paso a su capacidad de indignación y de reclamo. A esa repuesta popular que se moviliza frente a un gobierno y a un Estado que busca justificativos y se escuda en explicaciones.
Al final solo cabe esperar como se encuentre la zona el próximo año. Si aprendimos la lección del balance del primer año. Al gobierno que sabe que en economía no se puede arreglar una cosa sin desarreglar otra, le corresponde no exagerar en excusas. Buscar mecanismos para solucionar los problemas existentes y pedir a sus funcionarios que estén a la altura de las circunstancias. A un pueblo pobre, desesperanzado, desilusionado, desconfiado de sus autoridades y que ha perdido patrimonio y familia por efecto del desatre, no le puede decir García que es injusto, no le puede espetar que exagera. El que exagera es él, al querer resumir todo en la dificultad de disponer de los dineros del Estado.


lunes, 11 de agosto de 2008

N° 04 - EVO....LUCIONES

BOLIVIA EN SU LABERINTO:


Quien escribe estas líneas, que tiene un especial afecto por Bolivia y por los bolivianos, puede dar fe que en la historia del país altiplánico, la inestabilidad política y la falta de institucionalidad ha sido siempre moneda corriente. Allí están desde el gobierno de Hilarión Daza o la sangrienta caída del General Gualberto Villarroel en 1946, hasta la Revolución del MNR en 1952, hechos que pasando por el militarismo golpista de los setenta, termina en éste último periodo de crisis que comienza con la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Frente a esta turbulencia política de viejo cuño, la elección de Evo Morales, representó una nueva lectura en la estructura político social, en la estructura de poder de un país en el que las mayorías indígenas (que siempre habían sido gobernadas por la minoría blanca o mestiza) no se habían sentido nunca representadas en el gobierno. Era sin lugar a dudas un hecho histórico, una reivindicación de las masas campesinas, que llevaba al poder por la vía electoral, al primer Presidente Indígena de Bolivia con el apoyo de sectores blancos o mestizos, descontentos con la falta de madurez, la demagogia y el folklorismo de su clase política, que vieron en el voto a Morales una forma de protestar por la forma como se gobernaba el país. El cheque en blanco o el salto al vacío de una sociedad inconforme, desesperanzada y agobiada por el más de o mismo.

El proceso había que seguirlo con atención por varias razones. No solo porque era el triunfo de los campesinos, de los cocaleros, de la nación aymara. Era un triunfo de la izquierda, de una trasnochada visión socialista alimentada desde Caracas, que encumbraba a un caudillo (sin cultura democrática, radical y antisistema) aupado a la falta de cultura política, a la postergación y la discriminación de una sociedad con minorías blancas o criollas, que han usufructuado el poder y gobernado Bolivia, de manera frívola, mediocre y con una ineptitud muy grande. Un hecho que podía significar más allá de lo que fue una verdadera victoria popular electoral de las grandes mayorías nacionales campesinas, el caldo de cultivo para darle simplemente una nueva escenografía a la histórica desestabilización del sistema político, del gobierno y de la nación boliviana. Una nación a la que el componente reivindicativo podría enfrentar y fracturar aún más por las grandes diferencias entre la zona altiplánica y la zona meridional, dueña hoy en día (además de sus ingentes recursos) de un gran potencial gasífero.

Y la fractura social, la confrontación social y política se dio. Y la salida política de Morales lo llevó a este Referéndum Revocatorio en el que se encuentra con un triunfo que no soluciona nada. Porque gran parte del voto a favor de Evo, es un voto responsable, por el país, por la democracia, para que el sistema no colapse, pero no necesariamente un voto por Morales, por su modelo y sus condiciones de estadista.

Pero el peligro esta latente. En principio porque la falta de institucionalidad democrática hace que exista una legislación de soporte confusa, que tiene una interpretación por el órgano electoral y otra por el Congreso. Porque más allá de las palabras lo que cuentan son los hechos, los actos políticos. Y en ese contexto, la búsqueda de acuerdos políticos, de una negociación efectiva y definitiva, es bastante difícil por lo dogmática, radical y encontradas de las posiciones y por la presión que tiene Morales de satisfacer lo que las masas campesinas, a la población aymara, a los ponchos rojos que consideran que tiene que “gobernar para el pueblo”. Imponer una Constitución que no es resultado de un consenso sino producto de la imposición y el juego político.

Morales tras su triunfo, expreso en el balcón de Palacio Quemado que “va a consolidar el proceso de cambio”, sin intuir que su política no solo lleva a más de lo mismo, a esa permanente inestabilidad y confrontación en la que el pueblo termina no solo involucrado, sino políticamente tironeado. Un panorama político, social y económico que puede acabar en una guerra civil, en un país fracturado al que estamos ligados histórica y culturalmente. Una nación que sufre como muchas otras democracias latinoamericanas, el drama de no tener una clase dirigente a la altura de sus responsabilidades.

sábado, 9 de agosto de 2008

N° 03 - DE ARANA, CLIENTELISMOS Y FAVORES

LA INTOLERANCIA Y EL SECTARISMO DE GARCÍA:


La política partidaria es sin duda una expresión de “sectarismo democrático”, de fraternidad equivocadamente interpretada, de defensa de intereses personales o de grupo. El mal entendido espíritu de cuerpo que nos agobia desde siempre y que tanto daño ha hecho a la sociedad peruana. Es que en política no cuenta necesariamente la capacidad. Lo que prima es la lealtad, el cumplimiento de consignas, la actitud complaciente y sumisa. El servilismo, el objetivo político.

Por eso es que nuestra partidocracia, antes que el interés nacional, lo que busca es el interés partidario o personal. Por eso es que de lo que adolece la institucionalidad partidaria en general es de gente capaz, de gente con visión de país, de gente honesta y decente. Lo que reclutan los partidos o de lo que están colmados, es de operadores políticos, de gente hábil y eficiente para la intriga, el trinquete y la maniobra. De personajes que hacen de la frase efectista, de la demagogia y el populismo, una forma de rentable e histriónica actuación, que si no llega a ser un medio de vida, es al menos el consuelo de la ilusión por el poder, por un cargo público o partidario que les de status social. Allí están los Torres Caro, las Canchayas, la Tulas, el "Por Dios y por la Plata" que enmarco el Congreso en el anterior gobierno. Por eso es que un Velasquez Quesquen que esta lejos de la imagen de un político serio, respetable y de solera, preside el Congrezoo de la República y que su rival (que es puro floro y pura imagen) creyera que "chaplineando" con el apellido, pudo llegar a Presidente del Congreso presionando a una famélica y desarticulada oposición. Por eso es que el ciudadano común y corriente le da la espalda a los partidos y vota por obligación.
Y los partidos son sin lugar a dudas la triste realidad que sufre día a día el hacer país y esa es la razón por la que instituciones como el APRA, conscientes que el Estado ya no es el mismo que hace veinte años, no tienen cuadros propios, calificados para gobernar y necesitan importar técnicos a los que la demagogia alanista no quiere pagar lo que merecen, con el demagogico argumento de que en un país pobre no se pueden pagar altos sueldos. Por el hecho de que en el inconsciente popular, se tiene presente que al llegar al poder, al tomar como botín el gobierno, los partidos han llenado los bolsillos de sus partidarios, de gente incapaz, de sus amigos o sus allegados. Sin importar que los siguen llenando porque la imaginación es lo último que se pierde.

La vieja frase de Bedoya de que los técnicos se alquilan, ya ni siquiera es tan cierta; y lo concreto y lo real (al margen de un burocratismo y controlismo que en un país con tanto pillo es necesario) es que no hay capacidad de inversión pública, hay escasez de proyectos de envergadura, de contenido social y valor rentable.
Es en ese contexto que Alan García y el APRA se regodean con su proyecto político de largo aliento, embriagados por las cifras de la economía y la ceguera y la sordera de su autosuficiencia y de su voluntarismo mesiánico. Porque la Alianza Popular Revolucionaria Americana, encontró en el nuevo milenio, que la alianza de clases no está en su ideología sino en su praxis política, en esa necesidad de supervivencia que lo hizo aliarse con la burguesía terrateniente, con Prado, con Odría. Esa coalición maniquea que hoy los lleva a tomarse de las manos, por debajo de la mesa con el fujimorismo, a lanzarse elogios con los grupos de poder económico.

Y en esa coyuntura se necesitan "encantadores de serpientes", gente con habilidad para la prebenda, para el hueveo; para movilizar a las masas con objetivos políticos de consigna, sin importar que escandalice el que estén ligados a los personajes más siniestros de esa APRA de colector a los que Alan García y el APRA le deben su lealtad y su silencio. Gente que como Carlos Arana (un eficiente operador político del APRA) asume un cargo sin importar que tenga denuncias por falsificador y por tramposo, archivadas posteriormente por una institución sometida al poder de turno. Un militante que no reúna el perfil profesional ni la idoneidad para un cargo en el que tiene que conducir programas sociales. Y García brama, se incomoda y maltrata a quienes osan poner en tela de juicio el nombramiento. Se cree dueño de la verdad absoluta, de la última palabra, porque el sentido común, la sensibilidad y la lógica no cuentan para el poder y para la política. Porque sabe que Arana es un buen pastor a quien seguramente cuando el régimen lo necesite, veremos detrás de movilizaciones de gente pobre, que por una prebenda o una promesa, salga a respaldar a un régimen que no goza ni de popularidad ni de credibilidad más allá de las cifras.

Lo que queda claro para la opinión pública es que este no es un nombramiento técnico, es un nombramiento político en un cargo técnico y con fines de proselitismo político, dado el perfil del funcionario nombrado. Detrás de todo esto hay indudablemente un interés por clientelismos, por pagar en cabeza ajena, favores y silencios que comprometen al Presidente y por ende al partido de gobierno. No estamos frente a un hombre de una capacidad imprescindible para el trabajo social, frente a un perfil profesional que no pueda encontrarse en el mercado laboral. Estos nombramientos son los que hacen ver que Agustín Mantilla sigue teniendo un peso específico en Alfonso Ugarte.

N° 02 - POLÍTICA CON ALMA

APUNTES DEL MENSAJE PRESIDENCIAL

Es indudable que un Mensaje Presidencial nunca va a dejar contento a nadie. Que siempre van a existir vacíos, temas ignorados o tocados superficialmente, por cálculo político, de manera conciente o inconsciente. Es que la política criolla es el arte de caer siempre de pie, de no reconocer errores, de encontrar justificativos para todo. Y lo concreto y lo real, es que la insatisfacción de un pueblo frente a su gobierno, frente a una clase política que no ha estado a la altura de sus responsabilidades, que siempre ha defendido su propio interés, sus intereses económicos o de clase, ha sido de alguna manera una constante en esta cíclica fragilidad democrática que padecemos. Y es que este sigue siendo un país con una gran deuda social ante las grandes mayorías nacionales básicamente provincianas. Un país con un exceso de retórica, sin cultura cívica, política, sin educación, sin conciencia de lo colectivo. Un país que pugna por ser inclusivo, por brindar oportunidades para todos, por redistribuir riqueza y disminuir la pobreza que nos agobia, dentro de una concepción neoliberal heredada del fujimorismo, en la que el mercado lo es todo.

Pero el libre mercado tiene sus mercaderes, sus especuladores y sus agiotistas. Y el libre mercado no permite el acceso al mercado de los que menos tienen, en un país con tanta desigualdad social. Pero allí están las cifras para beneplácito del gobierno, de los empresarios y de los inversionistas extranjeros. Allí esta la falta de una oposición articulada, imaginativa y con propuestas. Allí está un modelo que administrado por un hombre como García puede permitirle limpiar su biografía política y ser ese caudillo con el que sueña.

Comenzando el tercer año de su gobierno, queda claro que de Alan García no se pueden esperar grandes cambios. Una profunda reforma del estado que sea la palanca del progreso en equidad y en igualdad de oportunidades. Una reforma de la educación que nos permita salir no solo del subdesarrollo cultural en el que vivimos, sino de este subdesarrollo mental que padecemos desde antaño. Un estado regulador de las fuerzas del mercado con contenido social en el marco del respeto a la libertad que es necesario ante el antropofagismo del liberalismo, es imposible esperar de un García que ha arriado sus banderas ideológicas, los gonfalones del credo político que profesa, para ser en el Siglo XXI, ese Pierola que como en la Guerra con Chile, privilegio su interés personal por encima del interés nacional. Y como siempre, ante la falta de consistencia y de reacción de una oposición política, aquí está una vez más latente el mesianismo del proyecto político de largo aliento que la historia republicana ha visto tantas veces a partir del usufructo del poder político.

Y en esa perspectiva el mensaje de Alan García, mejor dicho el menaje de un gobierno que se preocupa con demagogia, oportunismo y un folklórico sentido del ridículo, por convertir la política en ese culote que se enfundaban los conquistadores españoles; apela al alma del pueblo para propiciar un cambio social. Es decir un hombre que no es un político que goce de credibilidad; un animal político con recursos para salir del paso a como de lugar, habla de moral pública y privada, de ética. Y la ética tiene que ver con la justicia, con la esperanza, con la verdad y la coherencia.Y casi treinta años después de que apareciera en la escena política nacional, Alan García no es un hombre que se destaque por la espiritualidad del alma. Y escucharlo hablar de esos temas es para el común de los peruanos, como una sinfonía de palabras huecas.

El problema es que García como la gran mayoría de los políticos no goza de credibilidad. Y es que la moral, la ética y la verdad están reñidas con la política criolla, con una política criolla que supedita sus intereses personales, partidarios o de grupo a esos fundamentales valores humanos y sociales. Y se termina así, con una alianza por debajo de la mesa para mantener la Presidencia del Congreso.

Al final, esa crisis en la relación del pueblo con la clase política tiene que ver con la crisis de los partidos, con el fracaso de la política para representar las expectativas populares; con la fe y la esperanza de un pueblo por un mejor destino. Una crisis que hace que el ciudadano común y corriente se aleje de la actividad política partidaria, la sienta distante, incongruente con sus principios, con su manera de ver el país. Y esa orfandad ciudadana, hace que la política sea un terreno donde la mezquindad, la demagogia y la incapacidad abundan. Donde la política es exclusiva de personajes que se destacan por su mediocridad y que terminan desnudados por sus excrecencias; ya sea porque ponen al marchante de asesor, porque pelan el sueldo a los contratados o porque terminan con la antológica frase de que primero es el interés personal que el de la patria.

Para que la política y los políticos hablen desde la perspectiva del alma, hay que ser racionalmente coherente y predicar con el ejemplo.En lo sustantivo el cambio tiene que ver con el respeto a la institucionalidad, al estado de derecho, a la democracia. Esa visión implicará un cambio en los valores y en las conductas del hombre y de la sociedad peruana. Esa es el alma que tenemos que mantener sin mácula. El alma propia claro está.

N° 01 - LEISY Y LA BANDERA

UN HOMENAJE A LA PATRIA EN SU DIA:


En el número anterior hablábamos de la frase de Carlos Torres Caro sobre la primacía de los intereses personales con relación a los intereses del país; expresábamos que ese hecho refleja no solo el espíritu de la clase política peruana, sino la idiosincrasia nacional. En lo sustantivo afirmábamos que resulta claro que el peruano tiene poca conciencia de lo colectivo, la identifica en el plano de la verbalización, del discurso, pero no de los hechos, de las actitudes, de las conductas. Y esa es "como decíamos ayer" (a la manera de Ortega y Gassett) una de las tantas razones por la que no tenemos un concepto de nación; por la que somos una sociedad ganada por sus mezquindades, por su mediocridad, por su egoísmo. Lo que el imaginario popular ha definido como aquella actitud en el peruano por la que acostumbra a pensar primero en él, segundo en él y tercero en él. Lo que se llama simple y llanamente "no tener bandera".

 Y resulta contradictorio que si no tenemos bandera, los políticos que son los que detentan el poder -que son los que más ignoran en sus conductas y actitudes esa simbología que nos une y que representa nuestros valores, nuestra historia y nos inculca ese sentimiento de pertenencia- sean los que se rasgan las vestiduras porque consideran una ofensa a los símbolos patrios, que una bella y joven mujer, montada en un caballo, pose desnuda sobre la bandera nacional. 

Claro que Flores Aráoz, sale con esa majadería de que la bandera no es un calzón o un tampax, pero en lo profundo de su varonil humanidad, seguramente daría cualquier cosa por estar en el lugar de la bandera. Por lo demás, nadie le pregunto a la enseña patria si le hubiera gustado que le pusieran el asta. Y lo más probable es que, en medio de ese fariseo accionar, nuestro Poder Judicial termine condenando también al caballo como cómplice.

En lo sustantivo, estamos frente a un problema cultural, de mentalidad. Hay una tergiversación de conceptos, se confunde patrioterismo, nacionalismo y chauvinismo. Se pretende manipular políticamente el hecho, exacerbar los ánimos. Identificar la representación perceptible de la realidad con el ideal de la realidad y no con la realidad misma. En todo esto hay además de demagogia y oportunismo político, un problema cultural, psicológico, de mentalidad. Hay una percepción sexual y no estética del hecho, independientemente que la fotografía sea una muestra de sensualidad. Es decir en la percepción de los miembros del gobierno, de algunos políticos conservadores; hay un realismo falico. Se relaciona inconscientemente el andar en cueros, con el sexo y por tanto con ofensa, con vejamen. Como si el cuerpo, la desnudez o la sexualidad fueran una ofensa y no la expresión de la naturaleza humana. Y un hecho que debería pasar desapercibido se magnifica y a la no muy conocida mujer se le hace un gran favor. Una inversión en publicidad personal importante y gratuita. 

Ahora bien -como estamos en un país con un alto grado de discriminación- así como en el caso del Paro Nacional o de la candidatura a la Presidencia del Congreso; unirse con los humalistas está bien o mal en función de quien lo haga. En el caso de la utilización de la bandera o de un símbolo patrio con fines publicitarios; en el caso de una foto sentada sobre la bandera; depende también de quien sea el culo para que la cosa se convierta en arte o en ofensa. Estamos en el Perú y aquí no es lo mismo Chana que Juana. No son iguales las nachas de una chichera o una vedette que las pompas de una cantante criolla.

En este contexto es necesario indicar como nos dejamos llevar por apariencias, por el que dirán. En esa singular actitud, se justifica por ejemplo, que se postergue la elección para la Presidencia de ACCIÓN POPULAR, para no “perjudicar o traumar” al Dr. García Belaunde, para que la gente “no hable mal" de él. Como si al pueblo, al ciudadano común y corriente o a la prensa, le interesara mucho el partido o el Dr. García Belaunde. Y es que siguen pensando y actuando como si fueran un gran partido, un partido con gran respaldo popular. Como si el tiempo o la elección de comités diera una representatividad cuantitativa, que no se logra ni se logrará porque el militante o dirigente circunstancial, ha perdido el interés y no va a asistir a los Congresos o Plenarios de un partido (en el que prefiere especular o mantener su inscripción por si algo pasa) que sabe que un grupo maneja a su antojo, que no representa los intereses nacionales, que se encuentra agobiado por una crisis interna, que no tiene un proyecto de país.

Un símbolo patrio no puede mancillarse u ofenderse si no hay dolo, ni animo vejatorio. Un buen culo sobre una bandera, no es mayor ofensa que la intención de desviar la atención pública por los enjuagues políticos -por debajo de la mesa- para satisfacer intereses de grupo. El simbolismo de la patria va más allá que la bandera, que el himno nacional o que el escudo patrio. Los símbolos de la patria son al final de cuentas, cada uno de los ciudadanos de este país buscando construir un país más justo, más democrático, más solidario. Un país más inclusivo, con mejores y mayores posibilidades para todos. 

El principal símbolo de este país esta en esa necesidad de forjar día a día su futuro, sin demagogia y con verdad. El simbolismo de este país esta en tener un concepto de nación. Un gobierno en el que nos sintamos representados, que concilie intereses de gobernantes y gobernados. El símbolo de este país esta en esa necesidad de que hagan partido quienes quieren hacer o gobernar el país. Porque solo en esa perspectiva, habiendo cosas más importantes, no se convierte la política en una caricatura, en una cueva de intereses personales. En un simple culo.