CONVERSACION EN LA CATEDRAL:
El año que viene, terminan los "festejos" del Bicentenario del Perú como republica. En realidad pienso que es una ironía hablar de festejos. Recordando los relatos de mi madre sobre el Centenario de la Independencia, algunas lecturas y una que otra fotografía, mi imaginación y mi ilusión se creo demasiadas expectativas. Pensé por ejemplo, que podrían regalar los países con colonias representativas del mestizaje cultural que se asentó en éstas tierras. Y no hay nada de lo uno o hay muy poco como celebración, algunos esfuerzos editoriales en un país donde la gente no lee; espectáculos de poca monta para como pintaron tan significativo evento. Al final muchas escusas que no pueden esconder la falta de imaginación y de creatividad de los que nos gobiernan. Dicen los entendidos que son los tiempos.
Creo que en doscientos años de vida republicana, no hemos construido un proyecto de estado-nación, a pesar de tener la herencia de una cultura milenaria. La más importante en estas tierras del sur del continente. Un pueblo articulado; de realidades y no de ilusiones o de palabras, es todavía una tarea pendiente, que se justifica con la afirmación de que "somos un país joven". A diferencia de nuestros vecinos del sur -que siempre tomamos como ejemplo- no hemos sido capaces de construir institucionalidad, de saber sentarnos a concertar y a priorizar el "todos" sobre el "Yo". A lo largo de nuestra historia republicana, desde los albores de la independencia, desde los tiempos del primer militarismo, los grupos de poder, la clase dirigente o como quiera que se llamen los diversos actores que han ejercido protagonismo político, alrededor del poder, solo han priorizado sus intereses y eso ha generado la división cainita entre los peruanos, el histórico enfrentamiento entre el estado y la sociedad civil que persiste hasta nuestros días con marcadas diferencias en las formas, pero con las mismas venalidades.
El concepto de "élite criolla", ha cambiado por el de "élite político-partidaria" que gobierna desde Lima, que pacta para simplemente mantener el poder, sin importar si el estado se dinamita por dentro, buscando hacer desaparecer a los caudillos o líderes (los habla realmente) regionales, con reformas políticas a su medida. Al final la historia reciente muestra que las masas son crédulas, dóciles y manejables en el Perú. Y lo son porque, si en los inicios de la republica no se construyo una identificación con el país y con su historia, por razones que Porras Barrenechea describió, que tenían que ver con programas educativos bastante limitados y con la poca producción intelectual de esa época sobre el pasado del Perú; a punto tal, que es recién en 1847, cuando se publica la obra de Guillermo Prescott sobre la Conquista del Perú, mientras que a mediados de ese siglo, se edita el libro de Manuel Atanasio Fuentes sobre los Virreyes del Perú.
Hoy con todas las ventajas de la modernidad y la tecnología, nuestra educación a todo nivel es deprimente, un negocio para mercachifles y mercantilistas de la educación de diverso pelaje, metidos a politicos, que han incursionado en el también rentable negocio del poder y la política. Los hay desde los ignorantones que hacen gala de su soberbia, "sus logros" y su dinero; hasta los más elaborados, que soterradamente, se crean una imagen artificial y forzada, de ascetas, iluminados y pro hombres preocupados por el Perú, para ver si sus posibilidades electorales, pueden activarse y llegar a la Presidencia de la República, ante la zoología política que tenemos al frente. Y valgan verdades, en ese escenario, es difícil crear identidad e identificación real con el Perú y con su futuro, lo que va a hacer que haya o una gran migración de peruanos en los próximos años o un encarnizado esfuerzo por la vida personal; por sobrevivir en un país donde impera la violencia, la falta de oportunidades y una clase dirigente de espaldas al pueblo.
Yo no se hasta que punto la independencia significo un proceso de cohesión real del concepto de país, porque las pugnas de los caudillos militares, evaporo esa cohesión si es que realmente la hubo, impulsada por militares ignorantones, que Rubén Vargas Ugarte califica como hombres de poco valor moral, con un afán personalista, que postergo el aporte de intelectuales de la talla de Bartolomé Herrera o el chachapoyano, Toribio Rodríguez de Mendoza. En ese escenario, el proyecto confederado de Santa Cruz es abortado con el apoyo de Chile, cuya visión geopolítica siempre ha estado delante nuestro. Y que hoy se ve, en la importancia que le da a sus fuerzas armadas -desde el punto de vista de lo que es una potencia económica y militar en Sud América- y de cara a un escenario donde a mediados de siglo escasee el agua; gracias al genio político de Diego Portales, que siempre vio en el Perú, el enemigo a vencer por el Control del Océano Pacífico.
Frente a la visión geopolítica de Estado de los sureños, se alza la figura de Don Ramón Castilla, que le da relativa paz y organicidad al estado peruano. Que crea las prefecturas para un control político del territorio, en medio de una serie de reformas económicas y políticas. Que lanza aquella máxima de que "Si Chile compra un barco nosotros debemos comprar dos". Algo que cayo en saco roto, pues esa intervención chilena, llamada "La campaña de la Restauración" paso desapercibida, no mereció mayor análisis de la clase política peruana, preocupada por pelearse por el control político interno, embobada por el auge económico del guano, que se termino dilapidando, por los negociados y raterías de siempre y que desembocaron en el episodio más traumático de nuestra historia: La Guerra con Chile. Pero sobre todo, la ocupación de Lima.
Una contingencia como la de la Guerra con Chile, que nos encuentra en crisis fiscal, desarmados, peleando entre nosotros en medio del conflicto, con un Piérola que por mezquindad e interés personal por conservar el poder, aísla a Montero y al Ejercito del Sur, le niega hombres y pertrechos pertrechos. y la pega de estratega militar sin serlo. Con un Iglesias que cree que aliarse al ejercito invasor y aceptar sus condiciones para la paz, lo convierten en un patriota. Algo en lo que equivoco y en lo que autoritariamente también creyó Alan García, que hizo depositar sus restos en el Panteón de los Héroes. Una época en la que los héroes de esos años, como Cáceres, terminan siendo los dictadores, de años despues. Y el proyecto civilista de darle modernidad al país, termina enterrado por lo mismo, la violencia, el autoritarismo o mejor dicho la cultura autoritaria y el conflicto político que nos ha gobernado siempre. Allí esta Leguía y en oncenio, Sánchez Cerro, el Gobierno de Benavides, que marca la crisis del poder oligárquico, que la dictadura militar del 68 termina por eliminar.
Como no pretendo un relato histórico de la crisis política permanente en el Perú, donde hay intolerancia, violencia -tanto real como simbólica- conspiración, intriga, manipulación y luchas por el poder y una permanente insatisfacción de las necesidades de la sociedad en su conjunto, que ha sido dirigida a través del tiempo, tanto por gente cultivada y respetada, como eran los politicos de antaño -que son ya una especie extinguida en la política peruana- como por los mediocres carroñeros de la política de nuestros días, de derecha y de izquierda, con la ideología como recurso retórico, pero con el pragmatismo y el interés personal como principio; que sufrimos con cristiana resignación. En ese escenario para ser breve tengo que concluir en algo. Lo que vivimos hoy, es simplemente más de los mismo. Un país en el que las horas han perdido su reloj, para usar una frase de Vicente Huidobro.
Un país donde se jalonean el poder, donde se escuchan frases tan estúpidas como que "si cae la fiscal cae la democracia", cuando este es un país capturado por grandes intereses económicos y politicos. Donde una concertación mafiosa de politicos y de partidos de turno luchan por el poder y por conservar sus granjerías, a punto tal que se prefiere desconocer la jurisdicción supranacional para mantener la "paz interna". El abismo social y el estado empírico del que hablaba Basadre, hoy se desnuda una vez más ante nuestros ojos, para imponer un régimen autoritario de nuevo cuño, que ha construido un callejón sin salida, que no se soluciona con nuevas elecciones, ni con nuevos partidos, formados por los oscuros personajes que están alrededor de la política. Que ha dejado de ser una actividad o un oficio para gente decente, con vocación de servicio y preparada. Refundar la república, forjar una élite dirigente, con la educación y los valores de hoy en el País, es materialmente imposible. Creo que a la frase de Vargas Llosa, en "Conversación en la Catedral" sobre "en que momento se jodio el Perú" hay que actualizarla. Hemos alcanzado un estadio superior. Ya jodidos no estamos.