EL DERECHO COMO MECANISMO DE RESARCIMIENTO DE LOS ABUSOS DE LA GUERRA:
Pisagua bloqueada
Una verdad irrefutable, es que nuestro acervo documental, fotográfico, nuestras memorias e investigaciones sobre la Guerra del Pacífico, no son lo que deberían ser. Y la explicación es fácil, aquí hay poco interés y poco apoyo por la investigación, lo que hacer ver con buenos ojos un Ministerio de la Investigación o de la Ciencia aunque suene a burocracia. Si no hay recursos que se dispongan en diversas áreas de la ciencia, menos los hay en campos como la historia y la literatura o la arqueología, con un patrimonio histórico cultural, tan grande y significativo como el que tenemos.
Para el "Centenario de la Guerra del Pacífico" se creo una comisión que la presidia el General Miñano vencedor de la campaña del 41 y ya entonces entrado en años. La celebración desde el punto de vista peruano dejo mucho que desear y un libro de poesía que escribí sobre la guerra que no era poesía épica, sino que enfocaba la guerra de una manera diferente, por falta de fondos fue publicado en el diario LA CRÓNICA de ese entonces. La cosa en cuestión de políticas culturales o de tiraje de libros es dramática, los montos que destinan las universidades a investigación por ejemplo, son bastante pobres, comparativamente a otros países de la región y lo que vemos más bien es a "empresarios" o "mercantilistas" de la educación promoviendo su imagen para fines políticos y no pagando impuestos, que deberían de pagar porque sus ganancias las destinan para fines políticos.
Hace unos días, algunos "defensores de las calidades literarias y narrativas" de Manuel Merino de Lama, el demagogo, "achorado" y políticamente limitado golpista que asumió por breve tiempo la Presidencia de la Republica, me decían que su libro de memorias es "uno de los libros más pedidos" según librerías "El Virrey", mientras otros ignorantones de esos que nunca faltan, afirmaban entusiasmados que si hay edición pirata -en la Av. Uruguay se vende a S/. 9.00- es que "ha agotado ediciones"; ignorando que en un pais que no lee y que ni siquiera tiene una data de cuantas librerías por habitante hay -hablo de librerías librerías- una buena venta puede ser de diez libros por mes y que el promedio de tirajes en el Perú, de una edición decente, es de 1,000 ejemplares por edición; mientras que en México y Buenos Aires, que son los centros editoriales más activos de habla hispana, los tirajes mínimos son de 10,000 ejemplares. Yo recuerdo mucho a Don Juan Mejía Baca, a quien visitaba y con quien conversaba en su librería de Azangaro en los inicios de mis años de universidad. Don Juan me regalo y dedico un libro de poetas rumanos que edito, en español que preste y que como es historia sabida de quien presta libros nunca recupere.
Que el Diario Expreso se la haya jugado por la edición espectacular de un libro, que lo más que va a despertar es "curiosidad" en los medios políticos y periodísticos, es difícil de creer, salvo que estemos ante un nuevo portento de la literatura peruana y latinoamericana, cuyas habilidades no son solamente políticas y no hayamos descubierto.
Pero para no distraernos del tema, digo lo que digo, porque la historiografia peruana, las fuentes documentales y la investigación, son escasas en el Perú y si le ponemos cara y ya vamos pensando en el Sesquicentenario de la Guerra del Pacífico, el hecho mas doloroso de nuestra historia republicana, que creo que estamos condenados a repetir si no entendemos con visión de estado y de futuro, que el agua es el guano y el salitre del Siglo XXI y que estamos descuidando la capacidad operativa de nuestras fuerzas armadas e ignoramos la rapacidad y la razón del armamentismo de nuestros vecinos del sur.
En el contexto de la Guerra del Pacífico y de los abusos que se cometieron en ella, un hecho que es poco conocido por nosotros, es el de las reclamaciones que gobiernos extranjeros hicieron, por los abusos de las tropas y la armada chilena durante la Guerra del Pacífico. Estas reclamaciones que se iniciaron antes de terminar la guerra, por parte de Estados Unidos y de países Europeos, se materializaron en favor de ciudadanos de dichos países que no residían sino que tenían intereses en los territorios en conflicto, reclamaciones que terminaron en arbitrajes de derecho que duraron seis años -hasta 1888- con tribunales que resolvieron la controversia jurídica en Chile, con árbitros de país trasandino, del país reclamante y del Emperador de Brasil, Pedro II, cuyos representantes terminarían inclinando la balanza a favor de la eficiente diplomacia chilena.
Solo los Estados Unidos y Alemania querían que el arbitraje se llevara en sus respectivos países, Alemania cedió y el Tribunal Germano-Chileno se instalo en1885, mientras que con los norteamericanos las diferencias se solucionaron en Washington en un arbitraje en 1892. Para la resolución de los conflictos, que implicaban indemnizaciones cuantiosas, se constituyeron cuatro tribunales arbitrales; el alemán, el inglés, el francés y el italiano. El tribunal Ítalo-Chileno resolvió también las reclamaciones belgas y el Germano-Chileno la de Suiza y la del Reyno Austro-Húngaro.
Por acuerdo de partes se estableció que la jurisdicción de los tribunales, se extendería a actos y operaciones del ejercito y la escuadra chilena desde el inicio de las hostilidades, el 14 de febrero de 1879, hasta que terminara el conflicto o se suscribieran los tratados de paz. Las reclamaciones fueron 759 por un monto de S/. 46´498,896.00 peniques y se sustentaban en, saqueos en las Aduanas de Chimbote, Callao, Mollendo, Pisco, Quilca, Ancón y Pisagua. Saqueos e incendios en Chorrillos, Barranco, Miraflores, Concepción, Mollendo, Magdalena, Ancón, Arica, Matucana, Carma, Pisagua, Pallasca y Cañete. Saqueos simples en Tacna, Chimbote, Lima, Callao, Ate, Surco, Pisco, Cañete, Lunahuana, Chincha Alta, Pacocha, Ilo, Chicla, la Oroya, Cerro de Pasco, Casapalca, Pallasca, Bellavista, Chancay, Isla San Lorenzo, Lurigancho, Junín, Imperial, Cerro Azul, Ica, Moquegua, Locumba, Chiclayo y Jauja. Asesinatos y fusilamientos en Chorrillos y Tacna. Cupos de Guerra impuestos por el ejercito chileno en Cerro Alegre, Chicama, Huayanca, Otuzco, Pacasmayo, Trujillo y Tacna. Robo de animales en las haciendas de Macas, Supe, Cajamarca y Eten. Emisión de Billetes fiscales peruanos durante el Gobierno Provisorio de García Calderón, que dio origen a un decreto de Patricio Lynch, requisando los billetes y prohibiendo su circulación, lo que origino una reclamación del The London Bank of México and South América Limited y la reclamación del ciudadano italiano Felipe Diego Schiattino.
Adicionalmente a lo anterior, el arbitraje se desarrollo alrededor de los daños ocasionados por el ejercito chileno al ocupar las salitreras de Tarapaca. Por los bombardeos de la escuadra a los puertos de Mejillones, Ancón, Pisagua y Mollendo. Y operaciones de buques chilenos destruyendo y decomisando buques y mercadería que consideraban contrabando en los puertos del Callao, Ilo, Chancay, Iquique, Mollendo Guanillos y Pabellón de Pica.
De las veintinueve sentencias dictadas, solo nueve condenaron a Chile. En Lima los reclamantes extranjeros mostraron su indignación y protestaron ante sus gobiernos, los que suspendieron su asistencia a los tribunales, creando una crisis diplomática y política de proporciones, que llego hasta la amenaza de tomar Iquique. Pero la sangre no llego al río. La hábil diplomacia chilena termino firmando acuerdos de transacción con los países reclamantes y pagando solo 1´700,000.00 peniques en números gruesos de los más de 46´000,000.00 millones reclamados. Un dato para tomar en cuenta que pone en relieve el papel de la diplomacia peruana en el diferendo marítimo con Chile, que es finalmente una victoria diplomática pero no una posesión real del triangulo ganado.
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