¿Y DONDE ESTAN LOS PARTIDOS POLÍTICOS?: UNA PROPUESTA
El título del presente artículo lo tomamos del libro de Don José Matos Mar publicado en 1984 y que con acierto fue re-editado por el Fondo Editorial del Congreso de la República en el 2004, bajo la Presidencia de Don Antero Flores Araoz, un político de esos que se extraña en el primer poder del Estado.
El libro es un ensayo sobre la incapacidad y el agotamiento de un Estado (que como el peruano) no responde a las necesidades de la sociedad, un Estado en crisis que se ve desbordado en diversos aspectos, lo que se percibe según Matos Mar, a través de un fenómeno demográfico; el de las migraciones del campo a la ciudad; que tienen a Lima como eje y como expresión de un fenómeno social que aún ahora se mantiene; que ha reorganizado la clase media y re definido los patrones socio-económicos de la sociedad peruana y sobre todo, de una ciudad como la ciudad capital, cuyo desarrollo (comparativamente a otras ciudades del país) es significativamente mayor.
Y lo concreto y lo real, es que estamos espectando una vez más en Cajamarca y en otros lugares del país, la crisis del estado peruano y el desborde popular de las masas provincianas, esta vez bajo banderas ambientalistas, que en realidad son una gonfalón para expresar su insatisfacción por la pobreza, por la falta de oportunidades y por la desigualdad que encierra un modelo de desarrollo mal gerenciado. El problema es que los grandes causantes de la realidad en la que viven regiones como Cajamarca o Apurímac, son la ignorancia, la demagogia, la falta de liderazgo y la incapacidad de la clase gobernante o de la clase política (de izquierda o de derecha) que se ha alternado en el poder; que solo buscan detentar el poder y que hoy, a pesar de ser consientes de la necesidad de reformar el estado, no se atreven a hacerlo, ya sea porque no hay el compromiso ni la inteligencia ni los cuadros para impulsarla; porque eso afecta los intereses político personales de los líderes o de "sus" partidos o porque como la vida política esta hecha a partir de contribuciones económicas, no se puede confrontar a quien te sostiene en la busqueda del poder, ni a los intereses que cobijan.
En ese contexto, en un mundo marcado por el fin del debate entre izquierdas y derechas, nuestros políticos viven encerrados en el viejo y anti histórico debate ideológico entre buenos y malos, con partidos de fachada, sin sustento popular, en crisis términal; ignorando que hoy la política esta signada por el pragmatismo ideologico que a partir de ideas o de propuestas, construye hechos o materializa actos políticos, que generan progreso, desarrollo, equidad, inclusión social. La gente quiere orden, progreso, bienestar.
Y lo grave de todo esto, es que mientras que el Perú de inicios del siglo pasado, estaba como hoy igualmente sustentado por la producción minera, el país se sostenía en una élite intelectual y política de altas calidades (allí esta la Generación del 900) García Calderón, Víctor Andrés Belaunde, Haya de la Torre, Mariátegui, Manuel Vicente Villarán, Deustua y Pedro Zulen por citar algunos nombres; mientras que hoy tenemos políticos que reflejan que el Perú es un país de contrastes, un país con una economía boyante pero gobernado por una clase política mediocre, llena de demagogos, de chamulleros, de ignorantes, de gentes que juegan con la imagen de lo que no son, que llaman a la generalidad y al punto común conocimiento, que privilegian su obsesión por el poder y su interés personal antes que los grandes intereses nacionales. Por eso el Sr. Toledo en un momento del día alaba a su socio Ollanta Humala por su coraje democrático o negocia con él (la impunidad para Chejade) por la "gobernabilidad del país" y al rato lo chanca por la inexperiencia de gobierno, que él si alude tener.
Lo que tenemos en la hora presente por lo general son autoridades locales, congresistas, políticos y partidos, que ignoran que gobernar es buscar soluciones, que se mueven en función de como sople el viento, que no intermedian ni muestran representatividad alguna más allá del clientelismo coyuntural en el que se mueven. Y por eso como hace un siglo, el Perú sigue teniendo una gran diferencia entre Lima y el resto del país, entre la Costa y la Sierra o la Selva, por culpa de una regionalización forzada, mal hecha e inoportuna. Y por eso en Cajamarca el Gobierno Regional de Patria Roja dice simplemente "que se cancele Conga", que se afecta el ecosistema y el medio ambiente, que hay pobreza y sub desarrollo en las zonas aledañas, mientras los congresistas cajamarquinos para no quedarse descolocados y perder su carácter de "representantes del pueblo" juegan con la retórica hueca, con un discurso ambientalista paporreteado y no plantean otra solucion que nos sea la de Gregorio Santos, quien ignora cínica y demagogicamente, que es él quien tiene coordinar con el gobierno central, que tiene que invertir el dinero del canon, que tiene que generar ideas y proyectos en beneficio de esos sectores. De lo que se trata en el mundo de hoy es de planificar, pero de planificar bien.
Toda actividad humana genera un impacto ambiental, es el riesgo de la acción transformadora del hombre sobre la naturaleza, el reto esta en controlar ese impacto. Todo estudio de impacto ambiental puede ser mejorado, perfeccionado, revisado, revaluado; bien lo valen esos Cuatro Mil Quinientos Millones de Dolares y los beneficios adicionales que generaría el Proyecto Conga. Si la tecnología de la gran minería no mitigara el impacto ambiental de grandes proyectos mineros, en países como Canada o Nueva Zelanda no habría gran minería o es que se puede pensar que esos países son Repúblicas Bananeras, donde no hay estado, no hay legislación ambientalista y donde el gran capital explota indiscriminadamente los recursos naturales. Y como no hay argumento que valga en este dialogo de sordos que impulsan los caciques políticos de la izquierda cajamarquina; donde los partidos estan alejados del debate técnico y los políticos, la pegan de tecnicos enfundandose el traje de defensores del pueblo y del ambiente, reculando en la lógica elemental, en el parecer o el punto común, sin dar soluciones que realmente valgan la pena o puedan ser tomadas en cuenta; el gobierno se muestra temeroso, débil y el Estado aparece entonces a los ojos de la mayoría de los peruanos como una caricatura.
Y como quien nada tiene, tiene todo el derecho de sentir al menos suya la naturaleza, el agua y los recursos naturales, pero sin manipulación y con la verdad, es tiempo que Ollanta Humala; que se ha dado cuenta de que gobernar es una responsabilidad que obliga (a tener capacidad, ideas, objetivos y decisión) bien haría en no sentarse a esperar que el Sr. Gregorio Santos, haga lo que no quiere hacer, dialogar. Y que en su condición de Presidente de la República, sin violencia, aplicando la ley, imponga el principio de autoridad y lo comienze a jaquear politicamente. Bien haría el Poder Ejecutivo en ganarse la confianza de la población y con actos de gobierno, una buena política comunicacional y docencia política, desbaratar la falta de argumentos, mostrar las carencias y las limitaciones del Sr. Santos en el arte de gobernar, en su obligación de sacarle partido a las condiciones más extremas en beneficio de su comunidad (890 Millones de Soles recibidos por Canon Minero y solo 20% de ejecución) y no decir simplemente no a una inversión significativa y que siendo técnicamente solvente en cuanto al impacto ambiental, puede ser mejorada.
Si independientemente de la reevaluación, de la revisión , del perfeccionamiento del Estudio de Impacto Ambiental (EIA) que ha aceptado Yanacocha; el gobierno crea una Autoridad Autónoma para el Desarollo -que con dineros que nacen de la propia inversión, desarrolle y ejecute- con la participación de Yanacocha y de instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo, o el Banco Mundial, proyectos de desarrollo y politicas públicas que materialicen el desarrollo y el progreso de las zonas de influencia alrededor del denuncio (políticas públicas que el gobierno regional es incapaz de llevar adelante) estamos seguros que el ciudadano común y corriente de Cajamarca, se dejaría de manipular, tomaria conciencia de las bondades del proyecto y palpando el bienestar y el progreso, cambiaría su percepción en torno a una inversión que habiendo un estado eficiente no puede ni debe ser perjudicial.
Un mecanismo de este tipo como solución de conflictos por la gran inversión que no puede desaprovecharse (algunos congresistas son tan demagogos y tan estúpidos que cuelgan en sus Face pedidos a Papa Noel para que se encuentre oro en La Molina, La Planicie o en el Campo de Marte) integraría a los actores políticos, los sentaría a conversar, a coordinar, haría que los gobiernos o las autoridades gobiernen, creen bienestar y no simplemente lo nieguen. Una institución como la que proponemos, materializaría proyectos que expresen una realidad, que creen confianza, que den soluciones técnicas y generen progreso y desarrollo en las zonas de influencia. Un ente eminentemente técnico alejado de criterios políticos.
En la conducta de los actores sociales y en el manejo de la crisis que se ha generado en diversos lugares del país y que tiene que ver con la inversión y el tratamiento de capitales, se juega la imagen, la credibilidad y el futuro del gobierno y del país. La política criolla tiene historicamente un doble estándar. Hay un camino a seguir, el problema esta en la falta de un andamiaje o de un arquitecto que lo haga transitable para todos; de un equipo que mantenga la capa asfáltica, que reconstruya las cunetas y lo señalice. Indudablemente no tenemos partidos políticos, ni políticos ni liderazgos de solera. No tenemos Proyecto Nacional, ni Concepto de Nación, ni un Estado eficiente. Al menos ante esas limitaciones, podemos pedir que quienes nos gobiernan (mientras descubren la necesidad de reconstruir los partidos y tener una clase dirigente preparada) lo hagan con la ley en la mano, con instinto, con creatividad, con ideas y sin pensar demagogicamente en el populismo del voto, que aprovechándose de la ignorancia del pueblo utilizan algunos porque los lleva al poder. Una forma de hacer política que definitivamente no construye país.