lunes, 26 de enero de 2009

N° 51 - LA CORRUPCIÓN Y LA MENTIRA EN EL PERU


A PROPÓSITO DEL CASO DE LA CONTRALORA SUÁREZ

Desde que cualquier hijo de su madre en éste país tienen uso de razón, escucha hablar de la corrupción, lee sobre la corrupción, convive con la corrupción: Ve el nombre de la corrupción en la gran prensa, la contempla caminando con su glamorosa impunidad por la historia peruana y envidia el poder de sus relaciones para salir del entuerto y seguir como un elemento gravitante en la escena nacional. Lo curioso es que son los políticos y los gobiernos de turno, los que fundamentalmente la tienen siempre presente. Se llenan la boca con ella, la repudian en público y terminan seducidos en privado por “sus encantos”, terminan al abrigo del poder alentándola insistentemente (de una u otra forma) por el beneficio personal que representa. Repitiendo la manida frase que reza que "el fin justifica los medios". Bajo el entendido que para la política, todo lo que encierra y cuesta mantener el poder (y su ejercicio) implica una forma corrupción.

Por la corrupción y contra ella, se crean instituciones que solo sirven para la fanfarria oficialista, para la pirotecnia verbal, para el gesto y para la pose. Pero lo real, como sucedio en los gobiernos de Toledo y el de Alan García, es que estas "creaciones heróicas" por un país sin corrupción, no sirven para nada. Esta es la historia presente y también la historia pasada. La historia de la Republica Aristocrática, de la República Militar, del Caudillismo Mesiánico y del Populismo Democrático. Y lo más dramático es que lo seguirá siendo por el desprecio que existe hacia la cosa pública en éste país. Por la falta de conciencia del valor de lo colectivo. Porque es necesario precisar, que si bien es cierto hay corrupción en diversos aspectos de la vida nacional, el efecto de la corrupción política, es nocivo y demoledor en la sociedad, por su carácter central, por lo que la política representa en la búsqueda de una sociedad y una institucionalidad democrática.

El problema (del que no es ajena ninguna sociedad del mundo) y por ende la solución, es social, cultural, ético y de moral social en el amplio sentido de la palabra; el aspecto ético individual es muy relativo. Y la solución para combatir permanentemente esta oleada que afecta a la sociedad, tiene que darse en estas esferas (no con carácter exclusivamente normativo) porque tiene que crearse conciencia del valor de lo social, del patrimonio comunitario desde la perspectiva del interés particular. Y en esa coyuntura poco se habla de la corrupción normativa en el Perú, de esa forma de corrupción que parte del poder; del Congreso, de la Presidencia de la República, de la institucionalidad democrática que construye normas o espacios de aparente legalidad para satisfacer intereses particulares o en beneficio propio, como paso hace poco con los sueldos de los padres de la patria. Una corrupción legislativa que convierte por arte de birbiloque lo ilegal en legal. Una forma de corrupción institucionalizada y legal, que discurre a los partidos políticos (o a otras instituciones de la sociedad civil) cuando se norma para satisfacer determinados intereses, para mantener una estructura de poder o una cúpula.

Y en este contexto, que forma parte de nuestra idiosincrasia, de nuestra manera de ser; la palabra no tiene valor, la verdad no tiene valor, el engaño es parte del mestizaje o de la viveza convertida en criollada; en una sociedad donde lo que vale es la apariencia, el parecer y no el ser, donde se consiguen títulos de maestría o doctorados por Internet (de veinte lucas) para tener currículum, para acceder a un cargo o para ser “doctor”. Y como en éste país cualquier burro es doctor, si no se tienen títulos, se inventan o se hacen en Azángaro, que sigue siendo la universidad más económica del Perú a pesar de los esfuerzos de la PNP. Así ha pasado con la “Contralora Suárez” que falsificando sus propios palmares, ha tenido una ingeniosa manera de aspirar al cargo para el que contaba con el favor político; una buena e ilustrativa manera de presentar su vocación fiscalizadora, "su lucha contra la corrupción". Es que al final de cuentas, el Perú de siempre; es el Perú de Rómulo León.

miércoles, 21 de enero de 2009

N° 50 - DE EXPLICACIONES Y ATORNILLAMIENTOS

LOS PERUANOS, LA POLÍTICA, EL PODER Y EL SER: 

Este país es realmente folklórico, singular, anecdótico. Un país en el que el discurso político habla de igualdad de oportunidades para todos, pero que expresa una realidad llena de desigualdades, de fracturas sociales. Un país en el que discurren un Perú oficial, lleno de retórica, de gestos y de poses y un Perú informal, donde la realidad desborda la retórica y la imaginación.

En el Perú la política es de antología. No hay partidos en el verdadero sentido de la palabra, en la visión que el poder debe ser consecuencia y no causa de la acción de los partidos. No hay liderazgos docentes y que trasciendan y el pueblo apuesta por los liderazgos de medio pelo o reciclados o por los saltos al vacío. En el Perú, el poder es el eje de la acción política y todos buscan llegar para hacer y no hacer para llegar y por eso tenemos en los partidos políticos, técnicos que solo sirven para trabajar para el gobierno, para trabajar y crear riqueza a partir del puesto público, del sueldo del estado. Y habiendo una Ley de Partidos Políticos, que habla de la generación de recursos propios; hasta ahora, ningún partido, ni uno solo de los partidos políticos existentes, ha desarrollado proyectos o propuestas para autofinanciarse. Todos esperan los recursos de la manera tradicional. Aunque eso signifique vender el alma, hipotecar los principios, franquiciar y mercantilizar la política.

El Perú es un país clasista y anti democrático en esencia. Las élites políticas, económicas, intelectuales tienen una visión, un modelo de país. Una forma de vivir en el, de ejercer y usufructuar el poder. Y eso es así en todos los niveles de la sociedad peruana. Frente a la necesaria democratización de la sociedad peruana tenemos una realidad en la que cada quien ejerce sus cuotas de poder, de manera auto suficiente y autoritaria, en la medida de sus posibilidades. Y allí esta el ejemplo de lo que pasa en el APRA con su cúpula dirigencial, en un equipo como Alianza Lima, en una Asociación de Comerciantes cualquiera o en los sesgos autoritarios de García a lo largo de su gobierno.

Si uno analiza lo que ha sucedido en el país con respecto a la muerte de los policías en el Santuario de Pomác, como fue antes lo de la licitación de las camionetas para la misma Policía Nacional, lo que queda claro, es que los Ministros del Interior de éste régimen han sido un fiasco, que la Unidad de Solución de Conflictos del Primer Ministro no funciona, que el Premier Yehude Simon siendo Presidente Regional de Lambayeque no supo (teniendo información privilegiada) anticiparse al conflicto. Que en este país no estamos acostumbrados a reconocer errores y a asumir las consecuencias de ellos. Que en este país no se tiene costumbre de asumir políticamente responsabilidades. Que solemos recordar con facilidad nuestros derechos pero nos olvidamos de nuestros deberes. Y en el caso de la política, mientras más cerca del poder se este, la conducta, la actitud defensiva es más fuerte. Y nadie se preocupa ni de educar ni de crear conciencia.

Lo peor es que como no estamos acostumbrados a ser verdaderamente democráticos, como no estamos entrenados en el respeto de nuestros derechos, de nuestra dignidad como ciudadanos, como personas o como militantes; frente a conductas que pretenden entornillarse en un cargo o no dar ninguna explicación sobre actos en el ejercicio de un cargo o de su dignidad. Estas conductas parecen como algo normal o hasta reprobable desde la esfera del poder (persecución política le dicen) a partir del arte de la manipulación política. Y esa es una de nuestras diferencias con países del primer mundo, con países democráticos, con sociedades donde la institucionalidad no es de barro.

En el caso del asesinato de los policías en Lambayeque, el Ministro Hernani no asume su responsabilidad política y las explicaciones ese vergonzoso comportamiento son mamarrachentas. Esa es la pequeña caricatura de siempre de la política criolla. Frente a la actitud y falta de dignidad política del Ministro al no renunciar al cargo; se alza el recuerdo de un hombre como Don José María de la Jara y Ureta, Ministro de Fernando Belaunde, que en su segundo gobierno dio una muestra de desprendimiento y dignificación de la política, al asumir la responsabilidad que le cabía como Ministro del Interior, por sucesos que ocasionaron en el Cuzco la muerte de un estudiante y renunciar. Al final lo real es que la Policía Nacional exhibirá dos nuevos mártires, dos nuevos héroes institucionales; que probablemente se sancione a los responsables. Y que Alan García utilice el dolor y la muerte de estos custodios del orden para la retórica, la demagogia y el discurso efectista en beneficio propio y de su gobierno.

martes, 20 de enero de 2009

N° 49 - OBAMA PRESIDENTE

LA HORA DE LA VERDAD


Es indiscutible que al igual que su elección, la asunción del mando como 44º Presidente de los Estados Unidos de América, es un hecho histórico que la prensa mundial gráfica al detalle. Obama dio un mensaje que siguió la línea de su discurso político electoral; apeló a la necesaria unidad del pueblo americano, a su capacidad para salir adelante, al espíritu emprendedor y a la responsabilidad del pueblo norteamericano. El primer Presidente negro de los Estados Unidos, prendió la llama de la ilusión en un pueblo que necesitaba una nueva esperanza, una ilusión y un liderazgo que los guié para salir de la crisis económica que los afecta.

Obama, es la expresión del sueño americano de millones de inmigrantes, la posibilidad de reivindicaciones y de un mejor trato ciudadano, en medio de una reforma migratoria que le de dignidad y respeto a las minorías en la Unión Americana. El Presidente Obama, con una retórica basada en principio y en valores, da inicio a un gobierno fuerte, con mayoría en las cámaras y con una dinámica de gestión que le permitirá implementar sus propuestas sin mayor problema. Irak, Afganistán, Guantánamo son en el corto plazo, el rubicón de credibilidad que deberá atravesar el mandatario, para demostrar su coherencia entre el dicho y el hecho. En el marco de una política institucional definida, no creemos que haya mayores cambios o cambios profundos en la manera de actuar de la Unión Americana. Que América del Sur sea un lugar privilegiado en la agenda de la Casa Blanca; salvo México y Colombia las perspectivas deben ser las mismas de siempre para los países latinoamericanos. Lo concreto y lo real es que la historia comienza a escribirse. Y aunque no creemos que de un giro de 180º con respecto a su antecesor, de hecho estamos seguros que va a ser más coherente y menos confrontacional que la de su antecesor.

N° 48 - ¿CAMBIO EN EL EQUIPO?

REINGRESA EL PUMA SALE EL MAGO

Aunque los editoriales de la prensa oficialista hablan de un cambio ministerial predecible, sin sobresaltos, que implica consensos y orden. Aunque la prensa oficialista escriba sin inmutarse que el Presidente García, que el cambio, es una muestra del manejo responsable de la economía y que esta es una simple alternativa de recambio, entre técnicos de una misma orientación; la realidad es otra. La renuncia de Valdivieso, hijo de uno de los históricos del equipo olímpico peruano de 1936, se debió a discrepancias irreconciliables con el Jefe de Estado por el manejo económico. En lo sustantivo, Luís Valdivieso habría estado en contra de la inversión o el gasto público por el que apostaría el gobierno en su Plan Anticrisis. De hecho, la presentación del mencionado plan fue retrasada deliberadamente por las resistencias del economista a un planteamiento que inyecta diez mil millones de soles a la economía y lo que trascendió a la prensa, es que había en medio de esta discrepancia, un problema de comunicación, de malas relaciones con ministros y dirigentes del partido de gobierno.

En lo sustantivo, Valdivieso, que es un viejo funcionario del FMI cree a pie y juntillas en las políticas de la institución en la que se formo; políticas que no pasan por la elevación del gasto público (como el programa anti crisis del gobierno) sino en un manejo más fino, que implica variables diversas y una disciplinada política fiscal con reducción del gasto. Esta filosofía en el manejo económico, hizo que las discrepancias con el gobierno en su conjunto fueran insalvables, que el manejo político de la coyuntura económica no tuviera la respuesta que se esperaba del Ministro y en ese escenario, lo previsible era la renuncia de Valdivieso, en buenos términos y dándole la decorosa salida del alto cargo en el exterior.

En este panorama, la renuncia de Valdivieso y el regreso de Carranza muestran que no son hombres de un mismo equipo, de una misma visión económica, el gobierno no tiene en realidad un gran abanico de posibilidades de recambio en materia económica. No tiene gente de su entera confianza y con el respaldo y la credibilidad suficiente para hacerse cargo del despacho de economía y en ese contexto, Alan García prefiere lo viejo conocido a lo nuevo por conocer, así exista una mala relación del regresado funcionario con algunos ministros como resultado de su anterior gestión. La mera verdad es que ha habido una crisis ministerial, que el cambio fue imprevisto y apurado, que las razones del alejamiento de Valdivieso no calzan ni convencen. Este año es un año pre electoral y como el populismo le gana siempre la mano al realismo en la busca de réditos políticos, Carranza es un tipo más permeable a los requerimientos y a los caprichos de un Alan García, que quiere seguir manteniéndose en los picos más altos de la popularidad.

En los próximos tiempos veremos si a Alan García no lo gana el temperamento y la vocación autoritaria, si no caemos en un gasto público y en un gasto social populista y pernicioso, que en el corto plazo funciona y da réditos políticos, pero que termina afectando a los que dice favorecer. Al final García el 2016 dirá que fue la crisis mundial, pondrá la excusa de la crisis económica internacional. Y quien sabe si este pueblo masoquista, termina votando por el, encandilado por su lengua.

N° 47 - UNA VEZ MAS DE LO MISMO

MUERTE EN EL SANTUARIO DE POMAC


Una vez más en el Perú el cumplimiento de la ley, de una orden judicial, trae la muerte. Una vez más los políticos, los gobernantes que no quieren “desgastarse políticamente” exponen vidas ajenas en una singular interpretación del democrático respeto a la ley y del ejercicio de la autoridad. Una vez más, como el principio de autoridad les significa “desgaste”, los políticos envían a los policías a controlar una revuelta o a materializar un desalojo sin armas. Y como en el caso de Moquegua, si estos policías, desarmados y en desventaja para defenderse, sufren las consecuencias de su precaria condición y son neutralizados y humillados, son criticados y dados de baja por el poder político. Claro que si mueren, su memoria es utilizada, su sacrificio es manipulado políticamente y son convertidos póstumamente en “héroes”. Un título que no le sirve a las viudas ni a los hijos de los fallecidos.

La ignorancia, la falta de cultura, el hecho de que la necesidad haga que los pobres se crean con derecho a hacerse de los bienes públicos o privados -con derecho a avasallar, a convertir por la fuerza, lo ilegal en legal, ante la complacencia o la actitud timorata de los gobiernos de turno- hace que se den hechos como los del Santuario de Pomac, donde ocupantes ilegales se enfrentan a la autoridad con armas de fuego, con fusiles AKM. Y el resultado es que se violenta la ley y el estado de derecho, que se asesinan policías desarmados, en aras de la necesidad y de la miseria, de la frustración y del resentimiento. Sentimientos alentados por el cinismo de una clase dirigente que se regodea en un discurso demagógico, clientelista y populista. De una clase política que no esta a la altura de sus responsabilidades ni de las necesidades de los gobernados.

Y este doloroso balance es el resultado de una crisis histórica por un buen gobierno. Del fracaso de una clase gobernante, que se ve desbordada en su mediocridad por actitudes inaceptables de las turbas. Por una prepotencia y un autoritarismo popular que no tiene justificación, pero que ante la falta de ética política y de moral pública de los gobernantes o de los políticos, encuentra las posibilidades de larvar reacciones y actitudes que terminan socavando la democracia, que nos convierten en una sociedad de trastienda, primitiva, folklórica e irritante, sin respeto a la vida ni a la propiedad; a los valores y principios elementales de toda sociedad civilizada que se precie de serlo. Ese es al final de cuentas el Perú de Alan García, como lo fue el Perú de Toledo o el de Fujimori. Un país al que el subdesarrollo mental y la ignorancia hacen sangrar en diversas partes. Un país que muestra siempre héroes y tumbas.

miércoles, 14 de enero de 2009

N° 46 - ¿HASTA CUANDO SEGUIRA JODIDO EL PERÚ?


NOS PODEMOS SENTIR
REALIZADOS:

Que es realmente la política más allá de un concepto teórico, como se entiende y que busca el ejercicio de la acción política por parte de dirigentes, militantes, de los ciudadanos. Es correcta la forma como se percibe por la ciudadanía el trabajo de los políticos y de la política en el Perú. Es la política una forma de realización del individuo en una sociedad como la nuestra. Es realmente el interés colectivo el verdadero impulsor de la actividad política. Que papel juega el poder en la política. Preguntas como estas salen a la luz, cuando se experimenta un panorama de desazón político electoral, inédito en la historia republicana, con partidos desprestigiados, des legitimados, desorganizados, a los que la ciudadanía no solo les ha dado la espalda, sino que mira con penoso escepticismo y desconfianza a una clase política que no ha sabido estar a la altura de una clase dirigente en el estricto sentido de la palabra. Porque frente a éste panorama, los políticos y los partidos no cambian realmente y simplemente buscan dar la impresión de cambio, se refugian en una retórica que lo afirme y se diluyen en sus contradicciones y en su mediocridad. Porque en lugar de recurrir a soluciones colectivas, propias de procesos de democratización, de sociedades con un mínimo instinto de supervivencia, los peruanos frente a su permanente crisis existencial prefieren soluciones personalistas, paternalistas, dictatoriales. Pensamos que en el intento de navegar entre estas interrogantes está la respuesta a la pregunta de ¿Hasta cuando seguirá jodido el Perú?.


Para comenzar por el final del texto anterior, creemos que éste país seguirá jodido mientras que la variable e inconsistente clase política o los grupos de presión o de poder, no prioricen la necesidad de estructurar, de organizar, de formar una clase dirigente que impulse un proyecto de país, a partir de patrones intelectuales, morales y políticos, que forjen un concepto de nación desde formaciones sincréticas de nuestra identidad. Lo concreto y lo real es que no hemos tenido, no tenemos una clase dirigente, tenemos una clase política, que se caracteriza por su mediocridad, por sus limitaciones; una clase sustentada en una lógica lineal; con una fuerte resistencia al cambio, en la medida que el papel que ejerce sobre la sociedad, le basta para tener el control del poder, para compartirlo, para satisfacer sus necesidades, sus intereses de grupo y negociar con los grupos de presión o de poder que le pueden hacer contrapeso, que pueden crearle problemas o perturbar esa posición dominante, que hace que termine mirándose al ombligo y hablándole diariamente al espejo.


La soberanía popular es la única fuente de legitimidad del orden político y sin embargo los peruanos entendemos el proceso de democratización como el simple ejercicio electoral. Hay una falta de autoestima tremenda, hay un lenguaje simbólico, una ausencia de razonamiento y análisis, que hace que insistamos en el error, en el olvido. Una suerte de resignación mística frente al futuro, que nos hace aceptar “los designios del destino”. Y lo más tragicómico, es que verbalizamos un sentimiento de unidad pero como el peruano está acostumbrado a pensar, primero en él, segundo en él y tercero en él, terminamos jugando a la individual, buscamos salvarnos en el laberinto de nuestra soledad. Aquí pesa mucho el plano real y el ideal. La propuestas de frentes políticos partidarios que le de gobernabilidad al país es lo ideal en el corto plazo, en un escenario donde se tienen que sumar migajas electorales; pero su materialización desde el punto de vista de resultados, del logro de objetivos políticos, en el largo plazo, no es real y ello porque no hay la actitud, ni la madurez política entre los actores, para que cuaje, porque en el poder ese pacto sufriría, sufre por lo general, los apetitos y las conductas propias de la política criolla. La sociedad peruana para lograr un pacto político como en España o en Chile tiene que tener en principio una clase dirigente que la instrumente (y aquí lo que hay es una clase política), un grado de institucionalidad, un concepto de nación, un proyecto de país. La diferenciación clara entre el acuerdo político por un proyecto de país y la negociación política por la gobernabilidad del país. El Presidente Paniagua fue en su momento muy honesto en expresar que era consciente de lo anterior y fue muy puntual en expresar que según su criterio, lo que pretendía era un frente político electoral, que le permitiría hacer un gobierno de consensos mínimos, sin mayores diferencias que perjudiquen la imagen histórica ganada como Presidente de un Gobierno Transitorio y a partir de allí, sentar las bases de ese pacto tipo de Pacto de la Moncloa o de la Pacto de la Concertación. Pero el problema es que además de que estaba ya enfermo, se equivocó en la campaña, escogió socios que no sumaban y las masas en esa coyuntura, contradictoriamente, por sabiduría popular o por un realismo instintivo, no creen en formulas democráticas o colectivas que partan de la realidad actual, creen en un gobierno fuerte, caudillista. Quieren idealmente un líder, pero también quieren un estadista. Prefieren un político moderado, pero que arriesgue y que se la juegue en un país como éste. No lo quieren ni excesivamente locuaz ni calculadamente silencioso. Y terminan eligiendo como Presidente a un personaje como Alan García, que es una mezcla chicha de todo, que tienen pincelazos emotivos de todo lo anterior.


Nos hemos puesto a reflexionar por ejemplo, porque la agenda del día a día de los partidos está en el control del aparato partidario. Hemos reparado que somos inconscientemente tan electoreros, que la realidad nacional es motivo de preocupación solamente en esas épocas, bajo el nombre de Comisión de Plan de Gobierno. Cómo no hay una inquietud por formar líderes, sino por afirmar los liderazgos naturales que terminan siendo solamente políticos. Nos hemos detenido a analizar porque no hay interés en los partidos de acercarse o atraer a instituciones o personalidades de renombre, para nutrirse de recursos humanos, para enriquecerse intelectual o técnicamente o para buscar trabajar juntos en ese diseño de proyecto de país que se requiere. Somos por último, consientes que lo único que nos importa es el poder a cualquier precio, sin valorar si estamos realmente preparados para gobernar, si tenemos los cuadros para gobernar. Y esa falta de capacidad auto crítica, de inconsciencia de nuestras limitaciones y carencias es común en la política nacional y termina siendo el drama del Perú.


Nos insertaremos a la modernidad cuando seamos capaces de desarrollar en el fondo y en la forma, un proyecto cultural que afirme nuestros valores universales. Cuando nuestros sueños de grandeza pasada, puedan tocar con las manos el materializado sueño de una gran nación, con justicia social, con igualdad de oportunidades. Cuando dejemos de hablar de una creatividad reprimida y establezcamos los canales apropiados para institucionalizarla, para disfrutarla a plenitud, para hacerla productiva.

Las vivencias colectivas de errores pasados que nos persiguen, que se repiten bajo distintos pelajes, de generación en generación. Que fueron los causantes de nuestra derrota en la Guerra del Pacífico, de las consecuencias de la República Oligárquica, de ese péndulo de gobiernos civiles y militares que marcan nuestra historia, de ese pasado reciente del Fujimorato; tienen que ser necesariamente superados. En buscar el interés y el bienestar de las grandes mayorías nacionales, esta la realización de quienes actúan inspirados en los altos fines de la política. Lo otro es actualizar y replantear la monumental frase de Conversación en la Catedral y seguir igual.