CORAZONES EN LA CATEDRAL DE SANTIAGO:
En esa Ciudad, se produjo los días 9 y 10 de julio de 1882, uno de los combates mas cruentos de la Guerra con Chile y que significo el "Día de la Bandera" para los mapochos, asi como para nosotros, lo es el 07 de junio de 1880, Día de la Batalla de Arica. En el contexto anterior, yo estoy lejos de lanzar odas a una victoria peruana, el objeto de este articulo es reseñar ese combate, mostrar lo que era la cultura de la guerra, cuando no había mayores instrumentos para defender los derechos humanos y cuando la humanización de la guerra era todavía lejana. Y digo esto porque excesos se dieron de ambos lados, porque en esos días todo era "ojo por ojo y diente por diente" y las cosas en materia de derechos humanos en tiempos de guerra, se limitaban al intercambio de prisioneros, a documentos como la Declaracion del Congreso de Ginebra de 1874, a los Manuales de los Ejercitos en la Guerra de Cesesión Norteamericana y a la Declaración de San Peterburgo de 1864, que terminaban siendo letra muerta a la hora de la batalla.
Es recien con los juicios de Nuremberg, donde se sientan las bases para la humanización de la guerra y la sanción a los excesos. Es a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estructura realmente una legislación orgánica sobre la materia. Insisto sobre el tema, porque en los escenarios de la Guerra del Pacífico en 1879, el repase era parte de la cultura de la guerra en el Siglo XIX. En la refriega, en el enfrentamiento, en el combate, el nombre de "enemigo", despertaba odios y excesos de ambos lados, un sentimiento de venganza. Al final la guerra termina sacando siempre las más bajas pasiones, olor a sangre y atrocidades de ambos lados.
En el caso chileno, el repase, las violaciones, el robo de bienes culturales, la falta de respeto a la vida y al patrimonio de ciudadanos extranjeros, dio origen a deseos de venganza por los peruanos y a juicios de indemnización por potencias extranjeras defendiendo los intereses de sus con-nacionales, despues de la guerra, sobre las que se ha escrito en éste blog (1). Por el lado peruano, tanto chilenos como ciudadanos chinos, "colies" chinos, que colaboraron con el ejercito chileno, fueron objeto de mutilaciones de cadaveres que se exhibian por partes en los caminos por los que discurria el ejercito de enemigo, indudablemente para despertar miedo en las tropas invasoras y eso generaba igualmente deseos de revancha.
En 1882, las montoneras de Cáceres ponian en jaque al ejercito chileno. Un ejercito que buscaba acabar una guerra que desde Santiago, comenzaba a ser cuestinada, por el gasto que representaba en vidas humanas y en dinero. Lynch y Canto perseguian a Cáceres por las serranias del Perú, pero las enfermedades como el tifus y el clima eran el mejor aliado de la sagacidad, el genio militar y el conocimiento del terreno del Brujo de los Andes.
Concepción era en ese entonces un pueblo de 4,000 habitantes, con cuatro manzanas dobles, tachonadas por comercios y casas de ciudadanos extranjeros -que fueron los pruncipales testigos de los hechos pues no se conoce parte de guerra peruano sobre el combate- y de vecinos adinerados, como el Sr. Luis Duarte, partidario y peón de faena, tiempo despues de Iglesias, que persiguio a Caceres con la División del Coronel chileno Arriagada, por la sierra norte del Perú, materializando la traición del General cajamarquino, al que Alan García traslado al Panteón de los Héroes, en un acto que no resiste menor analisis, dado el papel que jugo este en la paz con los chilenos, en un momento en el que la sociedad sureña ya queria la paz; el costo de la invasión era significativo en un escenario en el que la gesta breñera de mantenerse, hubiera significado una paz en mejores condiciones para el Perú.
En Concepción el Coronel Canto, había instalado una guarnición de 77 hombres (cuatro oficiales, un hombre del Lautaro y 72 soldados del Chacabuco) sin caballería, concentrando el grueso de su división en Tarma. Por indicación de Cáceres, el Coronel Juan Gasto avanza sobre Concepción; no hay cifras exactas de la tropa entre ejercito regular y los montoneros, que toman los cerros circundantes, pero eran un número inmensamente superior.
A las 2 de la tarde, el Coronel Juan Gasto -que murio tiempo despues en Huamachuco- envia al Capitan chileno, Ignacio Carrera Pinto -sobrino del Presidente Anibal Pinto- un pedido de rendición, considerando las fuerzas sueriores con las que contaba. El Capitan Carrera Pinto apela al procer de la Independencia de Chile, José Manuel Carrera, de quien era nieto, para rechazar rendirse y manifestar su disposición a combatir.
El cuartel chileno expresan las fuentes consultadas, ocupaba inicialmente el costado oriente de la plaza, Carrera Pinto, ordena cubrir las cuatro bocacalles de acceso a la Plaza de Armas. Ante la superioridad de las fuerzas peruanas, las tropas chilenas se repliegan a la iglesia en medio de muestras de indudable valor y tras nutrido fuego y ataque a la bayoneta de las tropas de Carrera Pinto, que las van diezmando, terminan replegandose a la iglesia, donde al llegar la noche, esta es incendiada. Tras sucumbir todo el destacamento, en medio de muestras de inegable valor -que era tambien parte de la cultura de la guerra en ese entonces donde lo que contaba era morir con honor- los cadaveres son vejados y hasta una cantinera (de las tres que acompañabana sus esposos) y su niño -nacido esa misma noche- fue asesinado.
Lo concreto y lo real es que no hubo sobrevivientes. Que los horrores de la guerra quedaron allí, en medio de la persecusión y la venganza desatada después del combate, por las tropas de Canto, tras llegar a la ciudad y ver la masacre de sus hombres. En medio de ese escenario, los corazones de los oficiales fallecidos fueron extraidos de sus cuerpos y reposan desde entonces en la Catedral de Santiago.
(1) Los Arbitrajes Chilenos despues de la Guerra del Pacífico N° 563, Buscarlo en Etiquetas como "Guerra con Chile"
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