
La mera verdad es que hay temas de la guerra que van más allá de la guerra, que siguen la Línea de Carmen Mac Evoy en "Guerreros Civilizadores" o de "El último Virrey" de Bruno Polack, libros que también se encuentran reseñados en éste blog y que tratan sobre aspectos no necesariamente bélicos de la guerra; artículos escritos con la única intención de despertar el interés de que el lector compre tan buenos libros y los "sabore" de principio a fin. En esa dirección, ahora que estoy leyendo "El Morro de Arica" de Enrique Cam, supe por ejemplo, que el término "un saludo a la bandera" nace de la obligación que tenían los peruanos de saludar a la bandera de Chile durante la ocupación de Tacna y Arica; saludo que los peruanos hacían de mala gana, con desenfado, por cumplir y sin reverencia. De la naturaleza de ese gesto de engaño viene la citada frase incorporada a nuestra lengua popular.
Con relación a la temática de la guerra, tengo una documentación sobre la que espero escribir próximamente: La prostitución en Arica en tiempos de la chilenización de Tacna y Arica, un oficio reservado o mejor dicho ejercido exclusivamente por mujeres chilenas en Arica -algo que no sucedió en Lima donde según fuentes diversas, la prostitución se ejercía en las rancherías de las afueras de la ciudad, en picanterías y chinganas por mujeres del pueblo, mayormente afroperuanas- explicable lo de Arica, a partir de valores patrióticos, de la dignidad vejada por la guerra y de lo que significaba el cautiverio, el maltrato y la opresión de esos connacionales, que debieron esperar cincuenta años para que solo Tacna regresara al seno de la patria. Un dato que llama la atención entre los tantos "errores políticos" de nuestra historia, es que el Congreso Constituyente de 1884, que fue impulsado por Miguel Iglesias para nombrarse Presidente de la República, es que no considero representación ni de Tacna, ni de Arica ni de Tarapaca, lo más probable para no tener ninguna oposición y favorecer la paz con Chile.
Es en el contexto anterior, donde encaja el libro de Parvex sobre el espionaje chileno en la Guerra del Pacífico. Al respecto, yo siempre he dicho que "el espionaje es como la infidelidad" . Todos saben que existe, el problema es cuando se descubre. Por eso siempre he mantenido en reserva y he buscado ser lo más "profesional" en mis operaciones encubiertas.
Lo que se llamó "servicio secreto" chileno en la Guerra del Pacífico, fue en realidad una red de informantes, que se fue desarrollando a lo largo de la guerra. Que inicialmente comenzó con operaciones en Perú y Bolivia y que luego se extendió a Estados Unidos, Europa y Centro América. Se trataba de diplomáticos, de extranjeros, de chilenos bien ubicados en la sociedad peruana o boliviana, que en muchos casos se hacían pasar por ciudadanos que no eran chilenos y que enviaban información que servia para la toma de decisiones durante la guerra..
Este servicio, que dista mucho de lo que hoy conocemos como servicios de inteligencia se organizo a partir del conocimiento del tratado defensivo peruano-boliviano en 1873, fue fundado por Joaquín Godoy Cruz -cuya fotografía ilustra el libro- abogado y diplomático en Perú y sirvió no solo para levantar información táctica y logística del teatro de operaciones, sino para informar y bloquear sobre compra de pertrechos, como sucedió con los buques de guerra que fue Prado a comprar a Europa, en el entendido de que el iba a conseguir lo que sus comisionados no consiguieron. Según Parvex los agentes en el territorio del conflicto eran un poco más de cien, la mayoría eran civiles, su información le servía al alto mando chileno -como se ha dicho- para la toma de decisiones y hacían hasta operaciones de reconocimiento y exploración por civiles, que eran o debían ser acciones dedicadas exclusivamente a militares.
En el caso peruano y boliviano este tipo de operaciones de inteligencia no existieron, la "amabilidad" de los peruanos los hacía confraternizar con agentes chilenos; el General Buendía -que ya era un hombre entrado en años- tuvo hasta una amante mapocha en Tarapaca, de 18 años, de nombre Ana a la que probablemente proporcionó una serie de secretos militares al calor de los trances amatorios. No está demás decir que Prado era muy amigo del Embajador y del Cónsul Chileno en el Perú y que el historiador boliviano Alcides Arguedas en su "Historia General de Bolivia" cuenta cómo se emborrachaban y confraternizaban bolivianos, peruanos y chilenos en Arica, en plena guerra y en medio de la Campaña del Sur. En el caso de los peruanos, no hubo inteligencia estratégica como mecanismo de campaña, la información la conseguían de los periódicos mapochinos y fue así que se logró la captura del transporte Rímac. Basadre en su "Historia de la República del Perú" expresa que los peruanos actuaban a ciegas, no tenían ninguna información de los chilenos, ni conocían el número de sus tropas ni sus movimientos.
El más importante espía chileno en el Perú, con un sueldo de veinte pesos mensuales, fue un danés, el Sr. Holger Birkedal, ingeniero que participo en la construcción de ferrocarriles y estaba en el Perú desde 1870. Birkedal envío información sobre los buques de la marina peruana, levanto cartas náuticas del litoral peruano e información topográfica de Tarapacá con aguadas y pozos. Otro espía importante fue un chileno -que se hacía pasar por francés- de apellido Juliet. Es necesario indicar que muchos de los que trabajaron en Chile en la construcción de ferrocarriles con Enrique Meiggs, vinieron después a trabajar al Perú. Juliet levanto mapas e información topográfica sobre el norte chico. En el libro se consignan todos los nombres y acciones de los espías chilenos.
Parvex cuenta como Prado fue engañado por un espía chileno al que el embajador mapocho lo presenta como un ingeniero colombiano experto en puertos que quería conocer las fortificaciones del Callao. El propio Prado le da un pase libre para su visita, le enseñan los fuertes y hasta le ofrecen un almuerzo. Y el resultado de esa "hospitalidad" es que los chilenos tiene toda la información del número de cañones en el Callao y su calibre. En el caso del espionaje en territorio boliviano, había desde chilenos que pasaban como bolivianos enlistados en el ejército, hasta comerciantes europeos que llevaban productos de Antofagasta a La Paz con buenas conexiones en la alta sociedad paceña, lo que les permitió conocer e informar sobre el tratado defensivo entre el Perú y Bolivia y sobre la precaria condición del ejercito boliviano, con armas dadas por el Perú, lo que no dejaba dudas de la alianza.
En Europa el servicio secreto chileno estaba dirigido por Don Alberto Blest Gana, el padre de la novela chilena y se basaba en tres principios, (1) Buscar la mayor cantidad de adeptos a la causa chilena; (2) Adquirir armas para Chile y (3) Neutralizar la compra de armas del Perú. Acciones de inteligencia en Estados Unidos, tuvieron que ver con contrabandear armas, con las mañas que se daban para adquirirlas. Parvex recogiendo información de archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores, informa como se compraban a traves de terceros, de una empresa británica; ametralladoras Gatling en Estados Unidos, se embarcaban a Inglaterra y allí se re-encajonaban como si fueran mercaderías y se enviaban a Chile en mercantes. Igual pasaba con fusiles que se enviaban a Alemania, Francia o se compraban en Bélgica, para seguir el mismo mecanismo de reenvío, esto es manifiestos de carga falsos. Con este mecanismo, a pesar de los embargos a los países en conflicto, Chile se hizo de fusiles de última generación Comblain, Chassepot, cañones Krupp, granadas y todo tipo de pertrechos, como munición standard para su armamento. El tráfico de armas peruano se hacía a través de la Casa Grace, era más lento menos oneroso y uno de los agentes peruanos en Europa era el Capitán de navío Luis Germán Astete, quien falleció en la batalla de Huamachuco.
Fruto de esa labor de inteligencia fue capturada en Ecuador una torpedera adquirida por Perú en Estados Unidos de la clase Herreshoff que navegaba veinte millas por hora y que fue bautizada por los chilenos como Guacolda. Tanto en Arica como en las batallas de San Juan y Miraflores, la inteligencia chilena cumplió un papel protagónico sobre todo a la hora de la toma del morro. Durante la batalla de Lima y ocupada la ciudad, los servicios secretos chilenos se abocaron a buscar información sobre oficiales peruanos que rompieron el juramento de no volver a levantar sus armas contra Chile, ubicación de las defensas o información sobre acciones de la resistencia. En ese sentido lograron reclutar a un peruano del círculo más cercano de Nicolas de Pierola de nombre José Eusebio Sánchez, a quien también cita Basadre en sus textos. Adicionalmente a lo anterior los agentes secretos chilenos, con la colaboración de varios peruanos trataron por todos los medios pero sin éxito de capturar a Cáceres vivo o muerto.
Por el proceder chileno, no es extraño pensar que Iglesias recibió apoyo económico y militar para mantenerse en el poder y firmar la Paz con Chile; que mantuvo negociaciones nada santas con los mapochos y que traicionó el interés nacional por el interés personal. La prueba esta en que acepto un vergonzoso nombramiento de Lynch como Jefe Político y Militar del Centro antes de la batalla de Huamachuco donde inclusive pelearon peruanos contra Cáceres. Lo anterior también se sustenta en el hecho que se deshizo de Montero, de que en la Asamblea del Norte -que acordó la paz con Chile- fue controlada totalmente por Iglesias y su gente y porque aceptaron todos los términos de la paz impuesta por los Chilenos. Por último son los terratenientes que lo apoyaron y que durante la guerra fueron complacientes con los chilenos por defender su patrimonio, los que convocan a la Asamblea Constituyente de 1884, donde excluyen representantes de las provincias cautivas de tacna y Arica y de Tarapaca y lo nombran Presidente. La sinuosa actuación de Miguel Iglesias en el epílogo de la guerra, siembra grandes dudas sobre su persona y su patriotismo; que deben ser esclarecidas. Lamentablemente Alan García depositó sus restos en el Panteón de los Héroes y creo que el juicio de una Comisión de Historiadores y de la historia debería decidir si se queda allí o se regresa a su cripta familiar.
(*) "SERVICIO SECRETO CHILENO EN LA GUERRA DEL PACÍFICO"- Guillermo Parvex, Penguin Random House Grupo Editorial, Primera Edición 2017, 303 Págs.
(*) "SERVICIO SECRETO CHILENO EN LA GUERRA DEL PACÍFICO"- Guillermo Parvex, Penguin Random House Grupo Editorial, Primera Edición 2017, 303 Págs.
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