En un país donde se vende la idea de que el progreso, el desarrollo y la modernidad de un país, se sustentan o debe recaer en los "emprendedores", en gente que hace dinero, que prioriza el beneficio personal, sin importar si hay un compromiso con el país; sin importar si ese "emprendedor" es una persona culta y educada, que aporte a la sociedad algo más que hacer dinero y dar trabajo. Lo que en términos reales significa que las élites dirigentes, que detentan el poder -instruidas y con recursos o mejor dicho con dinero- van a seguir gobernando y manteniendo el "orden" o el statu quo, porque el conocimiento es poder. Porque el que tiene el conocimiento y detenta el poder pone la agenda y termina controlando bajo sus banderas a los "emprendedores" y al resto de la sociedad. En ese escenario, la lucidez de la intelectualidad, de gente como Porras Barrenechea, Víctor Andrés Belaunde, Haya de la Torre, Matos Mar, Basadre o Don Marco Aurelio Denegri -por citar algunos nombres- son imprescindibles, sobre todo en una época donde lo politico es sinónimo de ignorancia y donde la política esta marcada por la mediocridad y la falta de conocimiento.
Folcaut decía que saber es poder. Que un grupo de poder establece que es la "verdad". Que el saber es lo que hace que un grupo controle la voluntad y el pensamiento del cuerpo social,que lo gobierne, en función de una interpretación de la verdad que es la que interesa al poder. Para mi real saber y entender, la ausencia de clases medias cultivadas ha hecho que el país siga buscando ser un Estado y una Nación. Que sigamos caminando a bandazos y sin una visión clara ni de lo que somos ni de lo que queremos. Algo que sin Estado, sin institucionalidad, sin partidos, sin élites políticas preparadas por la precariedad y la falta de formación, tampoco vamos a lograr en el mediano plazo.
En una sociedad en la que lo que prima es la anticultura, el pragmatismo, la mediocridad, la falta de conocimientos y de recursos humanos; en una sociedad donde los intelectuales o la falta de intelectualidad es uno de los grandes problemas del país que se visualiza en las élites dirigentes, donde gente como Galarreta o Salaverry, terminan como Presidentes del Congreso. De ese Congreso al que a su mayor cargo llegaba antes gente de solera de reconocidas calidades políticas e intelectuales.
El gran drama del Perú tiene que ver directamente con una educación que hace tiempo que perdió el norte y hace agua. Una educación por la que tenemos "Doctores" y "Magisteres" de cartón. Una educación por la que hoy tenemos jóvenes que no conocen a Grau, ni saben donde queda Islandia, porque sus hábitos tienen que ver con el "Dota" -que comienza como un juego y termina como un estupidizante colectivo- y no con la lectura; porque sus referentes culturales son Paolo Guerrero, los protagonistas de "Combate" o "Doña Peta" que es hoy toda una institución en el Perú. Y esto es tan real, que el lunes les estoy quitando el apellido a mis hijos, porque les pregunte a dos de ellos, en que año es la independencia del Perú y no supieron contestar y no necesito preguntarle al tercero -que no esta en casa- porque lo más seguro es que tampoco lo sepa. Este es el Perú sobre el que Denegri, con su esmirriada figura, hablaba con autoridad que le daba su sabiduría, del declinamiento de la inteligencia y de la insignificancia o la pequeñez humana a la que reduce la falta de conocimiento y de educación.
En el apretado contexto anterior, la muerte de gente como Don Marco Aurelio Denegri, termina siendo dramática y dolorosa, porque uno no ve piezas de recambio con la misma dimensión intelectual y humana; porque gente con la brillantez intelectual, con la lucidez que da el genio del conocimiento humanista de Marco Aurelio Denegri, -que era de una de las pocas trincheras culturales de la televisión peruana- ya no habrá más.
Don Marco Aurelio Denegri, el hombre sencillo, el gran intelectual que se instalo en la televisión, el humanista agudo, mordaz, irónico; el entrevistador acucioso ha muerto y es un personaje que si merece velarse en el Museo de la Nación. Vamos a extrañar a Don Marco Aurelio. Paz en su tumba. La función ha terminado.
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