LA VIOLENCIA HISTÓRICA EN MÉXICO Y EN EL PERÚ:
Buscando como anudar mis ideas sobre la masacre de Ayotzinapa, me viene a la memoria Luis Donaldo Colosio, que fue asesinado por romper con el statu quo imperante de lo que era el Revolucionario Institucional como partido de gobierno. Pienso en Don Manuel Buendía, aquel exitoso periodista que fue victimado en 1984 por escribir sobre la corrupción gubernamental imperante. En la masacre estudiantil de Tlatelolco en 1968 en la plaza de las Tres Culturas. En Manuel Cloutier, Ex Gobernador de Baja California, ex candidato presidencial del PAN, al que Salinas de Gortari le gano gracias a la "caída del sistema" y que falleciera en un poco claro "accidente automovilistico", de la misma manera en la que murió Carlos Madrazo, de un "avionazo", por buscar democratizar el PRI en 1969.
Hablar o escribir sobre la violencia en México, es recurrir a la historia, a la Revolución Mexicana -de la que se rajo mi abuelo para terminar en el Perú, con mi padre y tres de sus ocho hermanos- una revolución en la que entre los caudillos se terminaron matando. Un poco más atrás, hay un México colonial en el que la dominación-subordinación del pioner español sobre las masas indígenas, tiene un elemento en común con el Virreynato del Perú, que es por un lado la violencia para sojuzgar al conquistado y esa pugna entre gachupines (chapetones en Perú) y criollos que lleva a la emancipación.
La gran diferencia de esa herencia colonial marcada por la violencia, que nos acerca a México en el origen histórico, más no en la forma como ha condicionado esta violencia, la sociedad, las estructuras sociales y la construcción del estado-nación; esta en el hecho que en México, la violencia a sido el elemento fundamental para la obtención y el ejercicio del poder; para la construcción de la institucionalidad y del Estado-Nación. Como bien lo grafico Enique Krauze, en el ensayo "LA TORMENTA PERFECTA", la violencia en México fue fundamentalmente política y devino en regímenes autoritarios
En el caso del Perú, tras el periodo de las luchas por el poder entre los caudillos militares, la elite que impulsa la república, es un grupo hegemónico (liberal-conservador) que antes que esa construcción heróica que no sea ni calco ni copia, de la que hablaba Mariátegui; busca aplicar esquemas políticos de Francia o de Estados Unidos, en lugar de legislar en función de la realidad, de construir el proyecto de nación o la nación que aún andamos buscando. Casi doscientos años después, nuestros legisladores, hacen prácticamente lo mismo que las élites de los inicios de la república; se copian leyes de otros países para presentarlas como proyectos propios.
En el contexto anterior, la lucha por el poder en el Perú, no genero históricamente un escenario de violencia sistemática, real, activa. La dominación-subordinación de la clase dirigente, implico determinadas situaciones de violencia entre ellos o frente a las masas. La última -de carácter tradicional- fue la Guerra Civil de 1895 que genera la caída de Cáceres. tras el levantamiento de las montoneras pierolistas. Y lo anterior, porque el Perú de 1980 en adelante, agobiado por la violencia de Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) es un país jaqueado por violencia terrorista, sin una amplia base social, que se aprovecha de la desigualdad social, de la pobreza, de falta de Estado y de institucionalidad, para generar caos, dolor, represión en las zonas de su influencia -sobre todo en Ayacucho- violencia de estado y violencia terrorista; pero en términos reales, era imposible que obtuviera el poder, porque ni por ideología ni por identificación con lo que representaban, la sociedad los respaldo.
En el caso de México, el gran mercado -y el gran negocio que representa- de drogas del vecino norteamericano; la desigualdad social, la corrupción, la violencia desde la perspectiva histórica de búsqueda de poder y esa cultura de culto a la muerte de la que habla Enrique Krauze en el ensayo anotado; han hecho que la violencia política, se pueda mantener, éste latente en la escena mexicana; pero que desemboque en un nuevo tipo de violencia. En la violencia ejercida por los carteles de la droga mexicanos, como instrumento de la obtención de poder político, por buscar la supremacía entre ellos o para enfrentar al estado; ya sea corrompiendolo o neutralizandolo para desarrollar su negocio.
Los carteles mexicanos que han desplazado en el mercado norteamericano a los carteles colombianos, generan -infiltrados en el aparato estatal o en las zonas que controlan- una violencia que ha desembocado en la masacre de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural, Raúl Isidro Burgos y en el hecho de que México sea hoy el país más violento de América Latina. Lograr revertir esa situación, es una tarea harto complicada; implica voluntad política de una clase política corrupta, llena de privilegios y acostumbrada a la vida muelle. Con el mayor mercado de armas detrás de la frontera, con carteles que tienen sus propios ejércitos -por llamarlo de alguna manera- el enfrentarlos militarmente, como lo hizo el Presidente Calderón, tampoco ha dado resultados.
El dolor, la indignación, la impotencia de la sociedad mexicana frente a masacres como la de Ayotzinapa, que muestran el desprecio y una total falta de sensibilidad frente a lo que representa la vida humana, es lo que más se muestra en éstos días, conjuntamente con una suerte de impunidad de los victimarios frente a la reacción del estado. En la dirección anterior, lo que estamos viviendo en el Perú, es ver asomarse con características propias, el drama del México del Siglo XXI. Un país donde la violencia cíclica de cada 100 años, ha llevado al pueblo mexicano de la Independencia, a la revolución y de la revolución a ésta vorágine de terror de la hora presente.
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