sábado, 22 de noviembre de 2014

N° 379 - LA CLOACA HUMALISTA

EL "NIVEL DE ESTADISTA" EN NUESTRA POLÍTICA:





La política peruana siempre ha sido cernícola, sectaria; siempre ha sido confrontacional. El gran problema de nuestra clase política ha sido ponerse de acuerdo. Por eso es que no tenemos hasta ahora un proyecto de nación. En ese contexto, sin cultura política, sin conciencia cívica, sin valores ni principios, sin una conciencia crítica sobre todo. Con una sociedad falta de institucionalidad; sin liderazgos de solera, ni partidos políticos que hagan docencia política, que sean formadores de opinión; la búsqueda de consensos es una utopía, porque como la mediocridad es lo que más abunda en el Perú, nuestra élite se sustenta no en función del conocimiento y la capacidad, sino del acomodo, del poder del dinero, del cubileteo y las relaciones interpersonales para ascender en la escala social o lograr un cargo. Por eso es que en éste país cualquiera puede ser Presidente de la República o congresista y el interés personal o de grupo, prima sobre el interés nacional, en medio de un discurso político demagógico y efectista.

La diferencia en el tiempo esta en función de las personas, del valor de la educación y la cultura en la sociedad; en el signo de los tiempos. Hoy gente como Víctor Andrés Belaunde, como Fernando Belaunde, como Haya de la Torre, como Bedoya, Cornejo Chávez o Raul Porras Barrenechea o el mismo Javier Diez Canseco -por citar algunos nombres- son una especie en extinción. Y lo concreto y lo real, es que lo que tenemos como liderazgo "que representa a la nación", es un hombre sin experiencia ni cultura política; un hombre que sale de los cuarteles, que no tiene una tradición democrática y que proviene de un entorno familiar autoritario. Lo que ha significado que su mujer -más preparada y sin mayores taras- prevalezca sobre él y sea identificada como el verdadero poder detrás de trono; algo que finalmente parece no importarle, porque la sigue mencionando como referente.

Ollanta Humala para quien el poder, siguiendo los patrones del Siglo XIX, fue un objetivo que le impuso el padre desde la cuna; llega a la Presidencia de la República, en medio de ese contexto histórico de carencias, desgaste, ilusión-descontento y radicalismo que se da en la relación entre los electores, la política y sus líderes políticos. En esa realidad, un proyecto familiar con apariencia de partido, sin cuadros, sin operadores políticos, ligado a un discurso político radical, pero plasmando  un gobierno mercantilista con fachada liberal, que no tiene claro el objetivo y que lo que principalmente busca es el poder; el mantener la vigencia política y los diversos intereses de sus miembros; termina por ser confrontacional, por esconder sus limitaciones, sus raterías y corruptelas atacando a sus opositores políticos.

El Presidente de la República, que tiene como asesores principales, no a gente de reconocido prestigio intelectual y político, sino al abogado que le conoce sus excrecencias pasadas y al ex Ministro que puso el pecho frente  al escándalo de Lopez Meneses; ignora que representa a la nación, que hace rato que ocupa la primera magistratura de país, que la campaña ya termino y que él por su investidura no puede estar o involucrase en ella. Humala en esa dirección, desconoce que su obligación es crear un clima de consensos políticos, de alturada y democrática discrepancia y arremete contra fujimoristas y apristas, con la complacencia y el apoyo estólido e incondicional de su bancada parlamentaria.

El problema es que el accionar tiene más de cálculo político que de ignorancia. Que aprovechándose de un país donde el antifujimorismo  es fuerte, Humala recurre al fácil argumento de atacarlos, de llamarlos nacidos de la cloaca, para desviar la atención o lograr réditos políticos. Pero lo que el esposo de Nadine Heredia no valora, es que más allá de lo que el fujimorismo ha escrito en la historia política del país; es la primera fuerza política en el actual Congreso y que su candidata lidera las encuestas, de cara a las próximas elecciones.Si el pueblo, en quien radica el poder entregado a Humala, le da ese valor al fujimorismo -por razones que son materia de análisis- no le queda al mandatario otra cosa que respetar la voluntad popular y esta obligado a sentarse dentro de las formas y maneras de la convivencia democrática, a buscar en lo posible entendimientos politico-programáticos, porque la confrontación lo único que va a lograr es un clima poco propicio para la gobernabilidad del país.

Ollanta Humala, parece no darse cuenta que el poder es transitorio, que en año y  medio va a dejar el poder y que va a estar el 2016 -sin lugar a dudas- sentado en el mismo banquillo en el que ha querido entornillar a sus adversarios políticos. Y lo anterior porque a lo largo de su mandato, ha quedado claro que esa frase de "Honestidad para hacer la Diferencia" fue simplemente un chicle, retórica  hueca, demagogia barata, en el mercado de la política, en la bolsa de negocios que permite el poder. 

Con un alto nivel de desaprobación, jugarse las cartas de la baraja avocándose a atacar a los rivales políticos y no a las preocupaciones de un buen gobierno -lo que implica respeto a las buenas formas democráticas- significa que en todo este tiempo, a Ollanta Humala antes que aprender a ser estadista, lo gana el cachaco que lleva dentro. 


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