viernes, 31 de octubre de 2014

N° 377 - ¡BURGA NO SE VA.....NO SE VAA...NO SE VA...NO SE VAAA...

LA DIGNIDAD DE UN PUEBLO DETRÁS DE UN BALÓN:



El peruano es un pueblo con una baja autoestima. Desde los inicios de la república, hemos generado en las grandes mayorías sentimientos negativos, por la falta de identidad, por la ausencia de un concepto de nación. Por la explotación y/o la opresión de las minorías a las grandes mayorías nacionales fundamentalmente agrarias, a ello  hay que sumar, la falta de cultura, de educación, de patrones éticos, morales y la absurda discriminación, hacia el cholo o hacia el negro, en un país en el que, el que no tiene de inga tiene de mandinga y donde como decía el maestro Luis Alberto Sánchez, el cholo con plata se agringa y el gringo pobre se achola.

El problema es que no somos una nación en el verdadero sentido del concepto. Porque por más que acuñáramos el lema de "Firme y Feliz por la Unión", no hemos desarrollado un sentido del valor de lo colectivo y por eso la paz entre los caudillos militares en los inicios de la república duro tan poco. Por eso hasta ahora andamos buscando ser una nación, en foros como el "ACUERDO NACIONAL", que tiene para algunos  partidos, "tanta importancia" que he visto a  líderes políticos, enviar a sus secretarias  para que "los representen" y calienten el asiento y no digan nada; lo que prueba la poca importancia que este tipo de eventos  tienen para la clase política.  

El peruano común y corriente es sensible a la crítica, al fracaso, al que dirán. El peruano común y corriente, tiene problemas para tomar decisiones, para decir las cosas de frente, para afrontar nuevos retos o cambiar o atreverse. Nuestros niños son sobre protegidos, se les habla con diminutivos -en general los peruanos hablamos con diminutivos- y eso termina siendo castrante en diversos actos de la vida adulta. Por eso somos una sociedad insatisfecha, cuyo himno nacional patéticamente habla de la humillada cerviz.  Por eso la dignidad y el concepto de patria o de nación, los depositamos en las patas de once jugadores que van tras una pelota y como pierden siempre, perdemos también nosotros y nos frustramos, porque no es lo mismo para las masas comer rico que ir al mundial.

El fútbol es el deporte de las mayorías. El que mejor representa ese Perú "victorioso" que nnos genera una sensación de amor-odio; y que es  a la vez ese Perú, subordinado a la minorías o a las élites o al gran capital que nos gobierna y que llama liberalismo al mercantilismo ramplon.  Manuel Gonzales Prada en el "Tonel de Diógenes" escribía que el Perú del Siglo XIX es una Cártago sin Anibal, una monarquía mercenaria con ropajes de república, donde los Presidentes reinaban pero los Grace y los Dreyfus gobernaban. Y si hay alguna similitud con la hora presente es simple coincidencia.

En el contexto anterior. Como el Perú es desde 1990 el país de la apertura económica, el país de las inversiones y del libre comercio, por el que estamos obligados a darle a los inversionistas seguridad jurídica. Como el fútbol es un negocio, el rentable y multimillonario negocio de una transnacional llamada FIFA, el Sr. Manuel Burga es intocable; hace lo que le viene en gana, destituye al Comite Electoral de la Federación Peruana de Fútbol, que le impedía volver a reelegirse y perpetuarse en el poder del balompie nacional, tutelado, apadrinado y protegido por la FIFA. 

Y como la pelotita es una actividad que mueve miles de millones de dólares, los equipos y los negocios que están detrás del fútbol callan, como calla el Presidente del Instituto Peruano del Deporte (IPD) y el gobierno nacionalista, cuyo pragmatismo le lleva a pensar que la soberanía y la dignidad no son capitalizables. Un gobierno que no va a intervenir ante la "demostración de fuerza" de Burga, aunque sea una afrenta al pueblo; porque eso implicaría la desafiliación del fútbol peruano de la FIFA. Porque eso significaría  que no sigamos participando en la Copa Libertadores, donde no pasamos de la primera ronda o soñando con la Intercontinental, a la que nunca llegaremos o para que juguemos las eliminatorias donde nos aferramos a que "matemáticamente" es posible clasificar, hasta que la ilusión se cae y simplemente luchamos por no quedar en el último lugar o para que vendamos jugadores que al poco tiempo se regresan, porque como no se acostumbran, no rinden.

Y la prepotencia, el autoritarismo y la impunidad, con la que Burga se pasea cachacientamente por la escena nacional, nos obliga a cantar en silencio las estrofas del himno que suprimimos por decoro. Una vez más nuestra dignidad como nación, pisoteada y echa añicos esta dependiendo del piche billete, de una pelota inflada por intereses económicos. Acostumbrados a perder dentro de la cancha, hoy perdemos fuera de la cancha. Burga nos ha pintado la cara y se burla de nosotros. 

Si de solucionar, este maltrato a la dignidad de un pueblo que no quiere a éste personaje nefasto. Si se trata de anular esta muestra de impunidad y de cínico uso y usufructo del poder, no se trata de violentar  la ley, de incendiar la pradera, de mandarle a Burga dos puntas para que "Don Sata"  le de la presidencia del "LUZBEL FBC". Desde el poder, desde la autoridad que da el gobierno, se puede articular u operar para que los votos que tiene Burga seguros en la FPF, se pasen a la orilla del frente. Ese trabajo -propio de los operadores políticos- que se hace en la política, se puede hacer en el fútbol. Porque los que apoyan a Burga no lo hacen por principios, por valores, porque éste caballero sea la expresión de "la democracia" en el balompie nacional. Lo hacen por satisfacer lo que más se busca satisfacer en el Perú, que no es otra cosa que el interés propio,  que la conveniencia personal. 

Tiempos de cólera y de nacionalismo estos. De pragmático nacionalismo mercantilista.  Si antes gobernaban los Dreyfus y los Grace, hoy nos gobiernan las empresas brasileñas, el gran capital internacional, las transnacionales atípicas como la FIFA.




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