Uno de los grandes problemas de nuestra clase política, de nuestra clase dirigente; es que
históricamente y por lo general, andan de espaldas al pueblo, ignorando a la opinión pública y subestimando la tolerancia y la pasividad del pueblo frente a sus gobernantes y al ejercicio del poder por parte de estos. En este marco conceptual -en el que el ejemplo más reciente es el de "la repartija"- en el asunto del incremento de sueldo a los Ministros de Estado, creo que basta un simple ejercicio de lógica, de realismo y de sentido común, para comprobar que es una medida arbitraria, inoportuna, articulada por un gobierno, que por su mediocridad es incapaz de que personalidades de prestigio acepten formar parte del ejecutivo y que para no quedar mal frente al poder, ponen como pretexto los bajos sueldos.
No cualquier hijo de vecino tiene el privilegio de ser Ministro de Estado; el cargo implica un servicio al país que tiene un alto valor, un plus adicional, que le permite al funcionario tras dejar el cargo, conseguir un empleo en organismo internacionales o en el sector privado y ganar o recuperar lo que en dinero, dejo de ganar mientras ejerció el cargo. Adicionalmente a lo anterior, hay en el ejercicio del cargo, gastos de representación y otras gollorias, que para un ejecutivo, empresario o técnico de primer nivel terminan siendo una inversión, un servicio al país que no puede negarse por un bajo sueldo, sino por razones politicas del gobierno a servir.
El aumento de sueldos ha sido presentado como una recuperación del nivel adquisitivo de los sueldos de los más altos cargos de la burocracia estatal (los mismos que se tenían durante el gobierno de Alejandro Toledo socio de éste gobierno) después de que inicialmente se expresó que era para reclutar mejores técnicos. El problema es que los ministros son personajes políticos, que el aumento es al Presidente, a los Ministros y a los altos cargos de la burocracia estatal y no a técnicos calificados del aparato estatal. El problema es que el aumento debió darse inicialmente a los que menos ingresos reciben. Que no hay una escala de remuneraciones definida. Que como diversos sectores tienen aspiraciones embalsadas, ante la grita popular y que el previsible rechazo, un gobierno políticamente débil va más tarde o más temprano que dar marcha atrás.
Una vez más nuestra clase política nos presenta un sainete de sus incongruencias, de su falta de criterio. Humala que no tiene nivel de estadista, que es un aventurero que llego a la Presidencia de la República. Que es un hombre sin formación política, ni formas y maneras democráticas, es la prueba palpable que nuestros liderazgos hablan de la necesidad de un centro político al que todos quieren pertenecer, pero se van a los extremos por demagogia, por incapacidad o simplemente porque por la soberbia del poder terminan perdiendo la perspectiva.
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