
En ese contexto, una de las cosas que más valore y valoro, en lo político; es el hecho que no hay en México reelección presidencial. Que el ciudadano que es elegido Presidente de la República, lo es por una sola vez en su vida y que el lema "Sufragio efectivo no re-elección" que acuñara Francisco Ignacio Madero y el partido Anti Re-Eleccionista, encierra mucho de sabiduría popular.
No quiero entrar en las razones, históricas, políticas o sociológicas que sustentan la norma; no es el caso; lo que me importa es valorar su adaptación y su aplicación en una sociedad como la nuestra, donde la institucionalidad es precaria, donde no hay partidos políticos, donde hay un caudillismo sin caudillos, sin líderes de solera que están en una permanente campaña política porque buscan volver al poder; en medio de imágenes distorsionadas, que desde diversos ángulos retratan, el uso del poder para fines personales, corrupción, granjerías, enriquecimiento ilícito. La demagogia del personaje público que tiene un determinado discurso político y actos que van en sentido contrario al dicho que repite entre gestos y poses; a valores como la honradez, la decencia y el interés colectivo que deben caracterizar a quienes pretenden manejar los recursos públicos y gobernar una nación.
Los casos de Fujimori, de Ollanta Humala, de Alejandro Toledo, de Alan García, de César Acuña, resultan sintomáticos; estamos frente a la recepción de dineros de particulares o de estados que condicionan, una actuación o una definición política; estamos frente a negocios inmobiliarios nada claros; frente a presunciones de mal manejo de fondos públicos. Estamos en otros niveles de decisión y de poder de la política criolla, frente a Alcaldes como Salvador Heresi, Burgos y Ocrospoma, con signos exteriores de riqueza que no están de acuerdo con sus ingresos y que tienen que ver con la utilización del poder y de la ley para seguir entornillados el el poder y para manejar en función de sus interés las acusaciones o investigaciones en su contra.
No se trata aquí de capacidad, de eficiencia, como no se le puede negar a Salvador Heresi por ejemplo. Se trata de que en un país como el nuestro sin cultura cívica ni política; en un país sin conciencia del valor de lo colectivo, de lo que representa la cosa pública; el ejercicio del poder de manera indiscriminada y por largo tiempo, genera la corrupción, las corruptelas y las raterías que hemos sufrido históricamente.
El bochornoso espectáculo de las últimas semanas, que adelanta el escenario electoral, donde el Sr Ollanta Humala de Heredia, guarda silencio frente a lo que no tiene justificación para la dignidad del país como los maltratos de Correa y Maduro; donde en una entrevista dominical y por tanto estelar, quiere Humala pegarla de expositivo, de intelectual y de articulado, para explicar un país que según él, esta construyendo y reinventado, cuando la mera verdad, es que este es un quinquenio más sin grandes reformas, un quinquenio más en piloto automático y él es un cachaco más en la vida republicana (que llego al poder por la vía electoral y en un nuevo contexto histórico) que a lo que juega con su patrona, es a bajarse a Alán García, el rival más articulado y más peligroso que tiene, para poner en riesgo la re elección conyugal.
Este espectáculo que es parte de la historia de siempre en el Perú, tiene que tener un final por la salud de la república y ese final pasa por impedir la reelección presidencial y restringir la reelección de alcaldes y presidentes regionales máximo a dos (2) periodos. En el caso de los congresistas, necesitamos gente experimentada en la tarea legislativa y por tanto aquí podría mantenerse en statu quo, en razón de que por lo malos que son, la sabiduría popular y el voto, hacen que sean muy poco el porcentaje de los congresistas re electos.
Si la clase política, por lo general defensora de sus intereses y no de los grandes intereses de la nación, le da la espalda a reformas de fondo como estas, le toca a la sociedad civil luchar por imponerlas con seriedad y sin los folkloricos intermediarios, que nos hacen recordar diariamente que nuestra gran politic tiene mucho de caricatura, de ironía, de humoristas y de humor.
Si la clase política, por lo general defensora de sus intereses y no de los grandes intereses de la nación, le da la espalda a reformas de fondo como estas, le toca a la sociedad civil luchar por imponerlas con seriedad y sin los folkloricos intermediarios, que nos hacen recordar diariamente que nuestra gran politic tiene mucho de caricatura, de ironía, de humoristas y de humor.
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