
La Hermana Paget se identifica plenamente con el Perú, lo llega a considerar su segunda patria y realiza una encomiable labor de apostolado, formando congregaciones jesuitas en Ica y Arequipa. Al estallar en 1879 la Guerra del Pacífico, la hermana Paget se dedica a ayudar a las víctimas del conflicto, con apoyo no solo espiritual sino material. Y aquí es cuando su historia personal, se confunde con la historia y con la gratitud del Perú y de su pueblo.
La escuadra francesa estuvo de tránsito en el Callao en Noviembre de1880 como observadora del conflicto y siguió luego viaje a Valparaiso, En esas épocas no era extraño que las potencias extranjeras enviaran observadores o naves para analizar el conflicto o para cautelar los intereses de sus connacionales. En la estadía en Lima del marino, la religiosa hizo una muy buena amistad con el Almirante Bergasse Du Petit Thouars, que comandaba la flota gala, quien no dudo en ofrecer en medio del conflicto, cualquier tipo de apoyo a su paisana, que era Superiora de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús en el Perú y que un año antes había sido nombrada Visitadora para América Latina, cargo que ejerció hasta su fallecimiento en 1890. Es en ese contexto, que el Almirante francés, habiendo dejado Lima y estando ya en Valparaiso, tiene un sueño a bordo de su buque insignia, "La Victorieuse" -un sueño relativo al peligro que corría su religiosa amiga francesa- que lo hace desatar amarras, poner proa al norte y regresar al Callao.

En resumen Petit Thouars como sucede siempre, se llevo la gloria, aunque no toda. La historia de la Guerra del Pacífico guarda un lugar especial por esta religiosa que fue la verdadera defensora de la Ciudad de Lima: Hay una pequeña placa en el monumento de la Plaza Francia, un monumento en San Isidro a su memoria (entre Jacinto Lara y Alfredo Salazar) y un cuadro de ella adorna las paredes del Real Felipe. Lo que finalmente falta, es que sus restos reposen donde deben descansar: En la Cripta de los Héroes.
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