Uno de los grandes males de la sociedad peruana es la indiferencia. En este espacio repetimos constantemente que el peruano esta acostumbrado a pensar primero en él, segundo en él y tercero en él. Que esa indiferencia se da en diversos aspectos de la sociedad peruana. Que solo cuando un asunto o un problema nos afecta, tiene que ver con nuestro entorno cercano, nuestra familia o amigos cercanos, reaccionamos; pero frente al drama ajeno, somos distantes, lo miramos de reojo, intentamos una frase consoladora o pasamos por el costado. Y esa indiferencia, se puede dar en lo social, en lo que se refiere al maltrato animal o hasta en lo político, cuando por ejemplo, quienes se dicen seguidores de un determinado líder, permiten con total y absoluta indolencia e indiferencia, monumentos que ofenden la imagen pública del personaje que dicen seguir con venerable convicción.
En este contexto, el caso de la niña Pierina Nicole Cardoza Tello, resulta la dolorosa constatación de lo anteriormente expuesto. Un Poder Judicial donde la juez de la causa describe en una resolución judicial la realidad física y mental de la menor, afirma estar convencida y constatar el maltrato, pero le niega al padre la patria potestad, en un fallo incongruente y absurdo, basado en el formalismo y en la rigidez de la norma. No hay criterio lógico jurídico, no hay sensibilidad ni análisis de hechos con una visión jurídica, probablemente porque la propia juez ni siquiera hizo la resolución. Y en el colegio de la menor, las maestras afirman sin empacho que la niña venía golpeada, que faltaba a clases, que tenía un mal rendimiento escolar, pero nadie hizo nada probablemente para no crearse problemas, para no complicarse o enfrentar un problema que finalmente no es suyo. Quienes pudieron o tuvieron en sus manos evitar en su momento el cruel asesinato, no hicieron nada, a pesar de ser conscientes de que algo estaba mal. Por eso debe resaltarse la actitud del taxista que denuncio a la policía, la conversación que escucho entre la filicida y su madre.
Y el dramático desenlace de la menor, nos desnuda una sociedad donde lo más grave no es que se han perdido principios y valores, sino que el estado no hace nada por reconstruir los principios y los valores perdidos; no hace nada por re insertarlos en el tejido social, en la conciencia del ciudadano común y corriente. Porque la verdad es que tenemos un estado donde la clase dirigente no tiene capacidad de reacción o imaginación para adelantarse a hechos y se limita a condenar con gestos y poses situaciones consumadas que tratan siempre que le pueda significar réditos políticos. Porque las políticas públicas son en gran parte coyunturales, improvisadas y terminan siendo demagògicas por la falta de cuadros técnicos capacitados y porque en situaciones como estas recien se dan soluciones o se implementan políticas. Por eso en éste país, tenemos creados con bombos y platillos JUZGADOS DE TRANSITO que a más de tres años de constituidos, no se han implementado, no funcionan. Que no es lo más grave, porque lo dramático es que (como no hay partidos) el creador de la famosa ley, se quedo con el aplauso y le importo un carajo que se implementen o no estos juzgados. Por eso tenemos que el tratamiento de la delictiva agresión a la hija de un Congresista, merece un manejo diferente que el de la hija de un ilustre desconocido.
En un país como este donde (aunque el discurso político lo niegue) hay ciudadanos de primer, segundo y tercer orden. Un país donde la mentira es moneda común, la mezquindad algo normal, la indiferencia parte de nuestra forma de ser y el huevearnos los unos a los otros, una manera de relacionarnos. En un país como éste, donde la ignorancia, la mediocridad, la falta de civismo y de sentido de lo nacional campean, el problema como bien lo ha dicho Don Julio Cotler no es la corrupción sino la impunidad. Es decir, no es que algo esta mal sino que no hay la respuesta para enfrentarlo. Y es en este tipo de dolorosas constataciones de nuestra realidad social, donde se debe materializar la gran transformación: No somos una nación en el estricto sentido de la palabra, (somos diversos intereses o nacionalidades unidos por vínculos de diverso tipo) no somos una sociedad unida en valores y principios que articulen un proyecto nacional, que forma parte de la agenda pendiente. No tenemos un Estado institucionalizado. Tenemos una economía con rumbo fijo, a la que la incapacidad de la clase dirigente, no le encuentra la manija, para matizar la frialdad de las cifras con su discurso político, de igualdad y de inclusión. El caso de la niña Pierina Cardoza es hoy un tema mediatico, coyuntural. Un hecho que tiene que ver con traumas psicológicos, con la ignorancia, con la pobreza. Con una indiferencia que mata.....y que seguramente seguirá matando.
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