sábado, 19 de noviembre de 2011

N° 191 - AREQUIPA EN LA GUERRA DEL PACIFICO

DONDE TODAVÍA DOBLAN LAS CAMPANAS:



Hace algunas semanas estuve por razones de trabajo en Arequipa y algo que me sorprendió gratamente es que en la Ciudad Blanca todavía doblan las campanas para llamar a misa, una costumbre que en Lima por lo menos, hasta donde alcanza mi oído, ya no se da. Curiosamente, días antes de ese viaje, en uno de los foros que más quiero (y que contradictoriamente -por mis criticas a más de uno- seguramente caigo re contra chinchoso) se dio el tema de Arequipa en la Guerra del Pacífico y con él, el viejo sambenito que escuche de adolescente y que se basa en la imputación de que los mistianos no combatieron contra los chilenos y entregaron la ciudad sin pelear. Como el tema volvió a aflorar en días pasados, creo que no puedo postergar mas (porque me comprometí a ello) escribir sobre un asunto que tiene algo de mito,  parte de verdad y una explicación.

En realidad, es cierto que las tropas chilenas ingresaron a la Ciudad de Arequipa el 27 de Octubre de 1883 al mando del Coronel  José Velàsquez Bórquez  sin disparar un solo tiro, pero también es cierto que la rendición de la ciudad se debió a la falta de unidad de los peruanos, a las ambiciones personales, a las intrigas y a las luchas internas entre los principales actores políticos del país. En principio, es necesario indicar que la ocupación chilena de Arequipa, se da siete días después de firmado el Tratado de Ancòn (20 de octubre de 1883)  en una ciudad mayoritariamente pierolista y que entre  Montero (enemigo declarado de Piérola) y un Iglesias que ya había firmado la paz con los chilenos, prefirieron a Iglesias, instigados, motivados y manipulados por aristócratas y  hacendados pierolistas que esperaban el eventual regreso de su líder y  la toma del poder derrocando a Iglesias,  a Montero o a quien detentara el poder apoyado por las tropas acantonadas en Arequipa. Basta decir para corroborar el dicho, que desde principios de octubre, connotados pierolistas circularon un acta que fue firmada por miles de ciudadanos  apoyando a Iglesias, bajo el argumento que cualquier defensa contra el invasor era inútil. Piérola regresa al Perú en 1884 y su figura se vio eclipsada por Cáceres, por el valor de su accionar y su defensa de la patria durante la Guerra del Pacífico, tan es así que El Califa, recién toma el poder en 1895 (derrocando a Cáceres y ante el desgaste político de éste) ingresando con sus montoneras por Cocharcas a Lima.

Tanto Cáceres como Montero (Presidente de la República tras la detención y posterior deportación de García Calderón) eran como se sabe, contrarios a la paz con Chile con cesión territorial. Poco conocida es en ese contexto, la gesta de Cáceres (con tropas chilenas a las afueras de la capital)  el 27 de Agosto de 1884 pretendiendo tomar Lima para derrocar a Iglesias. El ataque no tuvo éxito, los muertos en combate por las calles de Lima -y desde las torres de las iglesias de la capital como La Merced o San Pedro por citar algunas- llegaron a a más de seiscientos por ambos lados.  Sin embargo, es necesario indicar que esa unidad de criterios de Montero y de Cáceres frente al invasor, tenía su cuota de mezquindad. Montero había establecido la sede de su gobierno en Arequipa y Cáceres en repetidas oportunidades, luchando heroicamente con su ejercito en la sierra central del país, pidió  el envió de armas y parque que le fue sistematicamente negado.  Huamachuco, la última acción de armas de la guerra, es un claro ejemplo de las carencias del ejercito peruano. Si las tropas hubieran tenido el parque que necesitan sus fusiles para liquidar al enemigo, la victoria hubiera sido nuestra y el final se hubiera detenido porque lo real es que los chilenos no podían seguir sosteniendo el costo de la guerra. 

 Como reivindicación y en apego a la verdad histórica, es necesario decir que en los primeros tiempos de la guerra, los arequipeños y sus batallones tuvieron una decidida participación en la Campaña del Sur. Que la columna Sama Misti  del Comandante Pacheco Céspedes, combatio hasta el final de la guerra; que los casos de Yanabamba y Quequeña fueron acciones aisladas promovidas por el abuso y la rapiña de las fuerzas de ocupación. En Quequeña un piquete de pobladores dieron muerte a un sargento y a algunos soldados chilenos que robaban y eso motivo la sangrienta venganza del invasor que no distinguió ancianos, mujeres o niños.  En este escenario, la capitulación de la ciudad y la bochornosa revuelta que se dio contra Montero son una verdad a secas, pero fueron promovidas por un hecho que es parte de nuestra vida política: El que los intereses personales se superpongan a los grandes intereses nacionales. El 25 de octubre de 1883, la Guardia Nacional bajo control pierolista, se sublevo contra Montero que estaba dispuesto a enfrentar a los chilenos combatiendo en las calles de Arequipa. Turbas de ciudadanos secundaron el enfrentamiento de la tropa contra el ejercito regular y tomaron el armamento que iba a ser despachado a Puno, donde Lizardo Montero esperaba continuar la resistencia. Por esas ironías del destino, ese era el armamento  que Cáceres reclamaba y que días despues tomaron los chilenos al firmar un grupo de "notables" la Rendición de Paucarpata.

Lo concreto y lo real es que Piérola y los pierolistas, no tenían la menor intención de continuar la guerra. Piérola regresa al país para emprender un proyecto político personal post guerra, con la convicción de que toda resistencia es absurda y convencido de que como estratega político era un perfecto incapaz. Si su perspectiva  hubiera sido la patriotica visión de Cáceres y de Montero, los hubiera apoyado sin condiciones, pero prefirió apoyar a Iglesias o mejor dicho a hacer su propio juego aunque este favoreciera al ejercito invasor. Montero se vio obligado a huir a Bolivia y de allí paso a Argentina. Con ello Cáceres quedo como portaestandarte de los valores nacionales y único defensor de la integridad territorial. El ejercito de Montero en el Sur era de aproximadamente diez mil hombres, la  revuelta significo su disolución (parte de la tropa se fue en busca de Cáceres) y frustro además la posibilidad de reorganizar y recomponer la alianza con Bolivia. La ocupación de Arequipa por el ejercito invasor duro 54 días, el 21 de Diciembre las tropas chilenas de ocupación se retiraron de la ciudad. Dios quiera que esa proclividad que tiene nuestra clase política  por priorizar los intereses personales, no se vuelva a repetir en un escenario como éste. 

(*) Foto: Ambulancia Chilena en la Guerra del Pacífico

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