domingo, 28 de agosto de 2011

N° 173 - RIVA AGÜERO, LA CATÓLICA Y EL MONSEÑOR


A PROPÓSITO DE LA CONTROVERSIA:

Tengo muchos ex compañeros de colegio (de las tres promociones de La Salle de las que fui parte) que han estudiado en la Universidad Católica. Me hubiera gustado estudiar allí -de hecho era el paso natural a la salida del colegio para los alumnos de La Salle- pero esa mezcla de "sufrimiento" y de "trauma existencial" que me significo la vida escolar (mi rechazo por las matemáticas, la química, las ciencias en general y la disciplina escolar) hicieron que, por mi espíritu irreverente, por la falta de libertad y mi vocación por la joda, me chuparan dos años en secundaria, lo que sumado a mi frustrado paso por el Colegio Antonio Raymondi, hizo que terminara mi educación escolar a los 19 años (agradecido y reconociendo la buena educación de La Salle) pero con la convicción de no querer saber nada que tuviera que ver con curas o con un crucifijo; con la presión de tener que entrar ya a la universidad, porque no podía perder más tiempo y también por la odiosa comparación que hacían mis tías (al verme fumar relajado a mis doce años sin ocultarme) con mi hermano mayor, que contrariamente a mi vale-madre humanidad de esos tiempos, era un joven estudioso, educado y un modelo a seguir.

Siendo uno de los "primeros de la clase" si se mira el orden de mérito comenzando por los más brutos (que era la clasificación que me correspondía por mis notas) a los más chancones, ingrese contradictoriamente, en buen lugar y a la primera, a estudiar Lingüística y Derecho, tanto a San Marcos como a la San Martín -que de clerical solo tiene el nombre del moreno y hoy más parece la Universidad del ex Presidente Alan García, quien se moviliza en un BMW de US. 160,000.00, que tiene la tarjeta de propiedad a nombre de la citada casa de estudios- cuyo rector es compadre espiritual del líder aprista. En la universidad finalmente me sentí libre y fuí feliz.

Creo que esta demás decir que la Universidad Católica es una de las mejores universidades del país (que no es mucho si miramos fuera de nuestras fronteras, pero que para el medio es bastante, en un contexto donde hay universidades de veinte lucas, títulos a distancia y fábricas de profesionales de mediocres para abajo) y que su bolsa de trabajo es un instrumento de inserción laboral muy significativo para los jóvenes. Dicho esto, la mera verdad es que en el problema que tiene la universidad con la iglesia, el único que tiene la culpa de todo este embrollo es Don Jose de la Riva Agüero y Osma, Marques de Monte Alegre y Aulestia, bisnieto del ex Presidente Jose de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, un aristócrata solteron (poco es lo que se conoce de su vida sentimental o de sus preferencias sexuales pero lo cierto es que por su poder económico, por sus fastuosos banquetes y sus relaciones, fue un personaje poco criticado) millonario por herencia, con fama de soberbio, de distante y con poses de niño genio según sus contemporáneos, que fue fundador del Partido Nacional Democrático (con el que no pasó nada) admirador del fascismo italiano (apoyo a Sánchez Cerro y a la UNIÓN REVOLUCIONARIA) que termina sus días como un conservador, un reaccionario y un fanático religioso, después de ser un liberal anticlerical. Un hombre que como dice Luis Alberto Sánchez, en sus años mozos no aceptaba la hegemonía de la iglesia ni acataba el clero católico y que hasta en esos tiempos (1905) llamo peyorativamente "místico" a Gonzales Prada. Pero Riva Agüero es sobre todo un intelectual brillante, el intelectual más importante del primer tercio del Siglo XX, que fue Alcalde de Lima y Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Justicia, Instrucción y Culto en el gobierno de Benavides, cargo al que (ya convertido en un católico ortodoxo) renuncio irrevocablemente cuando el régimen aprueba el divorcio por mutuo disenso. Independientemente de su brillantez académica y del reconocimiento nacional en diversas áreas del conocimiento, solo Dios sabe si Riva Agüero -que murió tras cuatro días de agonía, en 1940 sin la compañía de quienes disfrutaron de sus favores y su ostentación y sin parientes en la habitación 310 del Hotel Bolivar víctima de un derrame cerebral- alcanzo la salvación de su alma.

En este embrollo, el problema es que a la luz de los tiempos, la voluntad de Riva Agüero ha perdido vigencia, que las relaciones de la iglesia y la sociedad ya no son las de esa época; que las instituciones y sus valores (como el de la autonomía universitaria) han sufrido cambios a la luz del concepto de cultura. Y que un personaje cuestionado, que huele a a azufre y que no tiene la santidad ni da la talla para ser representante de la iglesia Católica o de Cristo en el Perú, termina por testamento dirimiendo los conflictos de la Junta de Administración (creada por Riva Agüero en su intención de ganar el cielo) sobre temas de otra índole, que no tienen que ver necesariamente con los bienes, que de conformidad con los mecanismos establecidos en el documento, ya son propiedad exclusiva de la universidad.

La presencia de Cipriani hace que la causa de la universidad sea la causa del pueblo, de un ciudadano (que puede ser como en mi caso católico, apostólico e hincha del Sport Boys del Callao) pero que no sabe de testamentos ni de asuntos legales. Al final una ojeada a la documentación y un breve análisis jurídico y de la conducta de las partes, deja entrever que el tema finalmente se va a resolver en los tribunales. Que estamos seguros que va a ser a favor de la Universidad, porque es finalmente propietaria absoluta de los bienes, porque el derecho de propiedad prima sobre los temas administrativos. Esa es al final de cuentas la interpretación que legalmente va a prevalecer por más que Cipriani quiera sacar la cola.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario