
LAS ELECCIONES DE 1962:
Quien escribe estas líneas se ha pronunciado con la debida anticipación, en el sentido de que en esta segunda vuelta, no votara por ninguno de los dos candidatos. Por la Sra. Fujimori no voy a votar por el hecho que, aunque es una persona distinta a su padre, representa al FUJIMORISMO, una forma de hacer política desde un punto de vista pragmático, que hizo indudablemente obra, pero que represento el gobierno más corrupto de la historia republicana, un régimen que destruyo la institucionalidad democrática, que envileció y manipulo los medios de comunicación masivos y violo los derechos humanos con total y absoluta impunidad. Con su líder y su asesor en la cárcel, con los principales operadores políticos presos, resulta una ofensa para la dignidad nacional y la imagen del país, una muestra de nuestro subdesarrollo ético, mental y moral y de nuestra ignorancia y falta de cultura política, el votar por Keiko Fujimori.
En el caso del Comandante Ollanta Humala, allí hay en principio, un problema de credibilidad, un lenguaje gestual, un perfil psicológico que no da confianza; además de ello el apoyo de Chávez, la presencia del proyecto político internacional bolivariano, una propuesta que parte de una mayor participación del estado en un país donde el estado ha fracasado; la visión de un populismo de izquierda, que nos regresa a épocas pasadas. Humala es la firme posibilidad de retornar equivocadamente sobre nuestros pasos, como lo hemos hecho siempre a lo largo de nuestra historia impidiéndonos ser una nación y construir un proyecto nacional. Hoy como ayer el proyecto ollantista se asienta en el autoritarismo y el nacionalismo demagógico y clientelista que puede fascinar a nuestras masas ávidas de orden y progreso, pero que terminan siempre perjudicadas. La historia republicana esta plagada de ejemplos, en los que este tipo de políticas populistas terminan perjudicando a los sectores sociales más pobres que dicen buscar favorecer. En ese contexto, es democrático y honesto desde mi perspectiva personal votar viciado, reservarme mi legal derecho a elegir y dejar que sea el resto del país, las grandes mayorías nacionales las que consagren al nuevo mandatario de la nación.
El referente histórico de este virtual empate técnico en las Elecciones Generales del 2011 (que se va a decidir voto a voto el 05 de Junio) es la elección de 1962. Unos comicios en los que Víctor Raúl Haya de la Torre y Fernando Belaunde Terry fueron los grandes protagonistas, en un nuevo escenario socio político, en el que el factor preponderante es la crisis del Estado Oligárquico y la irrupción del Reformismo Democrático que encarno Belaunde y que le arrebato al APRA su hegemonía política como partido de masas.
En las elecciones de 1962 se presentaron seis candidaturas y la polarización de los medios de comunicación se dio de la misma manera que en la época actual: El diario La Prensa de propiedad de Don Pedro Beltrán vocero de la oligarquía agro exportadora apoyaba tanto a Haya de la Torre como al General Manuel A. Odria, mientras El Comercio depositaba sus preferencias fundamentalmente en Fernando Belaunde con un sesgo de apoyo hacia Manuel Odria.
El proceso electoral fue bastante disputado y la elección que se realizó el 10 de Junio de 1962 con un padrón de 2'222,926 de los cuales sufragaron 1'730,000, favoreció estrechamente a Haya de la Torre, quien obtuvo 557,047 votos (33%) contra 544,180 de Fernando Belaunde (32.33%). Un resultado que le daba la victoria al líder aprista pero que no representaba el tercio necesario que en ese entonces requería la Constitución (36%) para ser elegido Presidente. En ese contexto el ejercito peruano, enemigo acérrimo del APRA desde los tiempos del asesinato de Sánchez Cerro y la Revolución de Trujillo, denuncio que el APRA había inflado el padrón electoral con analfabetos y con menores de edad entre otros estropicios electorales, haciendo responsable al JNE si convalidaba estas irregularidades y amenazando con un golpe de estado si Haya de la Torre era declarado vencedor.
El proceso electoral fue bastante disputado y la elección que se realizó el 10 de Junio de 1962 con un padrón de 2'222,926 de los cuales sufragaron 1'730,000, favoreció estrechamente a Haya de la Torre, quien obtuvo 557,047 votos (33%) contra 544,180 de Fernando Belaunde (32.33%). Un resultado que le daba la victoria al líder aprista pero que no representaba el tercio necesario que en ese entonces requería la Constitución (36%) para ser elegido Presidente. En ese contexto el ejercito peruano, enemigo acérrimo del APRA desde los tiempos del asesinato de Sánchez Cerro y la Revolución de Trujillo, denuncio que el APRA había inflado el padrón electoral con analfabetos y con menores de edad entre otros estropicios electorales, haciendo responsable al JNE si convalidaba estas irregularidades y amenazando con un golpe de estado si Haya de la Torre era declarado vencedor.
Debiéndose dirimir la elección por un Congreso con mayoría aprista pero sin los votos necesarios para hacer a Haya de la Torre Presidente de la República, ante la necesidad de consensos por el veto militar, el líder aprista ofreció reconocer a Belaunde como Presidente de la República siempre que ACCIÓN POPULAR aceptara un cogobierno con el partido de Alfonso Ugarte. Esta pretensión aprista no fue aceptada por Belaunde (que había solicitado la nulidad de los comicios en varios departamentos) quien marcho a Arequipa buscando que el JNE y el Ejercito como guardián del proceso electoral reconocieran su triunfo. Es allí cuando Haya de la Torre ofrece a Odria un acuerdo político para que sea éste elegido Presidente de la República, que es conocido como "la Convivencia"; la alianza política de Haya de la Torre con quien fue su mas tenaz perseguidor de antaño, de la misma manera que años tras se termina aliando con la oligarquía terrateniente y con los sectores más conservadores de la sociedad peruana.
El epílogo de esta historia, se dio el 18 de Julio de 1962, en lo es el primer golpe institucional de la Fuerza Armada del Perú. El Presidente del Comando Conjunto de la Fuerza Armada, Ricardo Pérez Godoy y los Comandantes Generales de las tres armas toman el poder y constituyen la Junta Militar de Gobierno que derroca a Prado, disuelve el Congreso y anula las elecciones para al año siguiente convocarla nuevamente. Un acto que expresa hecho significativo en la historia del Perú porque marca un cambio ideológico en la fuerza armada que la aleja del papel de celoso guardián de la oligarquía y del imperialismo que había desarrollado hasta ese entonces. Cincuenta años después otra apretada decisión, otro empate técnico que solo las urnas decidirán.
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