viernes, 15 de abril de 2011

N° 145 - LA DEMOCRACIA PERUANA PRESENTA PRUEBAS


¿ ALIANZAS POR LA GOBERNABILIDAD ?

El título de éste post es el de un libro del desaparecido político Javier Ortíz de Zevallos "Chupito". En la citada obra, el dos veces Presidente de la Cámara de Diputados y líder del ya extinguido Movimiento Democrático Peruano, hace una defensa de los dos gobiernos del Presidente Manuel Prado y un alegato sobre la democracia, como el más eficiente sistema de gobierno a pesar de todas sus falencias. A lo largo de la historia republicana, la democracia peruana ha dado pruebas muy claras de sus limitaciones, de sus contradicciones, de su falta de representatividad, de sus crisis cíclicas y de su incapacidad para incluir a las grandes mayorías nacionales en la dinámica de la modernidad y del desarrollo.

La pasada elección nos muestra una vez más un país sin un concepto de nación y un proyecto nacional que nos una. Un país fracturado, incapaz de generar consensos, sin liderazgos significativos y sin partidos políticos que le den institucionalidad a la nación y caminos a seguir con convicción, con fe y con la seguridad de que cualquier sacrificio no es en vano. El problema es que con partidos políticos colapsados, la democracia adolece de interlocutores válidos de los grandes intereses nacionales porque estos se convierten en medio de sus crisis, en tramitadores de determinados intereses particulares. En ese contexto, el imaginario popular repite en gran número, la desafortunada frase de Vargas LLosa, en el sentido que habrá que decidir entre el cáncer y el sida. Una afirmación que ya se ha dicho, es ofensiva para quienes padecen esos males y que termina graficando una suerte de manipulable discriminación (en quien se la jugo por Alejandro Toledo) lo que implica de manera velada, una falta de respeto a la voluntad popular y la perogullada de que la democracia es un ejercicio de mayorías. En el fondo los peruanos somos poco democráticos, intolerantes, tenemos en nuestro ser nacional, en nuestra idiosincrasia, ese sesgo de dominación y de subordinación que heredamos desde la colonia y que nos hace individualmente o en pequeñas sociedades, dueños de la verdad, aunque esta sea solo nuestra verdad o la percepción de que tenemos razón. 

Y la lectura de los resultados electorales del 10 de Abril, es que las grandes mayorías nacionales, ignoradas, postergadas (no necesariamente incultas) supuestamente rechazan la política y los políticos tradicionales por convicción o por percepción; reivindican el militarismo nacionalista y el autoritarismo, que han sido históricamente la válvula de escape a las crisis de una democracia clientelista, que tiene un carácter clasista, de élite, de corte urbano y mercantilista. Pero la permanente contradicción de la nación peruana, nos pone nuevamente ante la definición entre una opción como la de Ollanta Humala, que representa más presencia de un estado, que de por si no funciona y no va a funcionar en un país donde hay una indiferencia total hacia la cosa pública, porque es visto como un botín, porque en el Perú el interés personal esta por encima del ser colectivo. Y en la otra orilla, la voluntad de las grandes mayorías nacionales, respalda nuevamente una opción que representa igualmente el sesgo autoritario, el caudillismo clientelista y la filosofía criolla de que "no importa que robe pero que haga obra". En el caso de Ollanta Humala, este resulta heredero de la presencia y de los postulados políticos del partido más organizado del Perú, que es la fuerza armada. En el caso de Keiko Fujimori, quierase o no, esta resulta heredera política del régimen más corrupto, autoritario, desintitucionalizador y cleptocrático de los últimos lustros.








Las mayorías nacionales sin liderazgo, ni dirección, en un país sin cultura, sin valores, ni principios éticos, cívicos, políticos y democráticos, terminan finalmente llevando a la segunda vuelta electoral para que definan la Presidencia de la República, sin duda a las posturas más orgánicas de todas las plataformas que se presentaron en la elección; a las que establecieron a lo largo de todos estos años, con mayor eficiencia, un eficiente y silencioso trabajo de tender puentes frente a reivindicaciones populares de diverso tipo. El pueblo pone a tiro de gobierno, a las candidaturas que más allá de su presencia a nivel nacional y sobre todo en el medio rural, vendieron de mejor manera un producto político que los lleve al poder y que se mostraron "más confiables" en una sociedad que no cree en los políticos ni en la política y a la que el concepto de orden y de progreso, sabe a autoritarismo, a caudillismo, a clientelismo o a ese radicalismo que es la expresión de la desesperación por un país que se termina sufriendo día a día y que genera una relación amor-odio, al ser gobernado por una clase dirigente frívola y mediocre que ve fundamentalmente su propio interés.








Que las candidaturas de Keiko Fujimori o de Ollanta Humala, ya en el poder tengan el liderazgo que haga que los diversos Perú existentes construyan el proyecto nacional, que nos marque el futuro, reformen el estado y afinen el modelo para hacerlo más inclusivo, más participativo, más igualitario y solidario (de manera tal que éste haga que el crecimiento económico alcanze a esas grandes mayorías nacionales) esta por verse. El esfuerzo los va a legitimar, va a disipar o va ha acentuar los fantasmas con los que lleguen al poder. En el fondo, FUERZA 2011 y GANA PERÚ, son una expresión de lo más tradicional de la política peruana (el militarismo nacionalista y el autoritarismo tecnocrático) sin que ello signifique que PPK, Toledo o Castañeda representan necesariamente el cambio. En ese escenario, resulta folklórico y contradictorio, que desde PERU POSIBLE y de otros sectores, se hable de "coincidencias programáticas" con un Humalismo al que critico en la campaña, mientras que para Keiko Fujimori una cosa es conversar y otra hacer alianzas. El problema es que en el Perú, las minorías derrotadas electoralmente, en la búsqueda de imponer el modelo por el que no opto el pueblo, quieren suscribir agendas democráticas como gonfaloneros de la verdad, del bienestar y de la democracia, cuando las "coincidencias programáticas" son históricamente en el Perú, la búsqueda de cuotas de poder para no perder protagonismo y para impulsar su propia estrategia de cara al próximo proceso electoral, petardeando desde dentro las contradicciones del régimen: El demagógico mesianismo salvador de la política peruana.








Si la clase dirigente peruana (los políticos, los empresarios, los gremios) tuvieran una vocación democrática, de docencia política, de coherencia, de diálogos y de consensos; este país hace rato no se quedaría en el corto plazo. En una realidad social donde no hay un proyecto nacional, sino un "Acuerdo Nacional" que es una mesa de dialogo o una plataforma que representa un esfuerzo institucional para construir ese proyecto nacional que es aún una tarea pendiente. En un país donde la política y el poder no necesaria y unicamente construyen sino sirven para disfrutar del Estado o del patrimonio colectivo; el poder esta cerca de cualquiera de los dos candidatos, pero la gobernabilidad es algo que ninguno puede garantizar, más allá de las buenas intenciones de Kuczynski por un acuerdo tipo.








La ingenuidad (o la astucia) de los políticos peruanos, de creer que la gente se va a comer el cuento de que en un país donde la palabra empeñada no se respeta; en función de acuerdos de papel, de cubileteos y recíproca concesión de favores; compartiendo el poder, pueden ser ellos freno de visiones económicas o ético-políticas de las que marcaron distancia en la campaña (porque ilógicamente o por ejecutoria política son contrapuestas); en un país donde la relación paterno filial es fuerte, creer que la hija de Fujimori va a tratar con distancia y como cualquier mortal al dictador es un absurdo. Esa conducta política, de los perdedores de subirse al coche del nuevo régimen por la "gobernabilidad" del país, no quiere aceptar que el tutelaje ideológico partidario ha muerto, que la oposición es también una forma de hacer gobierno y que la composición del parlamento obliga a acuerdos para ser viables estos cinco años de gobierno y que es allí donde deben darse las conversas, que por los demás se ha visto en los últimos diez años, con gobiernos sin mayoría.








Lo real es que los partidos políticos en el Perú de hoy, no eligen presidente, no endosan votos, ni representan mucho; pero aferrados a su papel formal, las cúpulas entronizadas en ellos, quieren seguir repartiéndose el país, gobernando. En esa dirección, resulta más democrático y más docente no hacer la finta de que unidos, los partiduchos en el Perú suman o se consigue la gobernabilidad, porque estos no son garantía de nada. Más honesto es reconocer que en una democracia con partidos de fachada, el ciudadano ejerce mayoritariamente su derecho y su libertad de elegir. Como gobierno de todas maneras va ha haber; desde ese mosaico de visiones que es hoy el país, los actores políticos que no se sienten identificados con ambas propuestas, deben comprometerse a una oposición constructiva, responsable y a la búsqueda por ese proyecto nacional que necesitamos......salvo que la política criolla saque la cola. Y que la democracia peruana y su clase dirigente presente pruebas de que como lo demuestra su historia, todo avance obliga a un retroceso. Y que esta es tan imperfecta y tan fea como siempre.


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