
ALAN GARCÍA, ALEJANDRO TOLEDO Y EL TRAGO:
En el Perú de los últimos treinta años, la falta de institucionalidad, la carencia de un concepto de nación y de un proyecto de país, ha generado en el tejido social, lo que con un poco de humor llamaremos "cambios genéticos"; modificaciones en determinados individuos, que han dado como resultado, un nuevo tipo de liderazgo político: El político de la hora presente. Y frente a este popular personaje del imaginario popular peruano de nuestro tiempo, lo concreto y lo real es que una sociedad incapaz de unir a sus miembros en un destino común real y no histórico ni retórico, una sociedad incompetente a la hora de tener o articular un concepto de nación, favorece el imperio y el predominio de lo individual sobre lo colectivo. Y como resultado de ese hecho social, de la crisis de los partidos políticos, de la falta de educación y del relajo frente a los principios y los valores cívicos y morales fundamentales que deben regir toda sociedad, los políticos peruanos de finales del Siglo XX son por lo general, una expresión folklórica y pintoresca de histrionismo, de manejo mediático, y de demagogia. Nuestros políticos (con honrosas excepciones) mienten sin empacho, no tienen temor al ridículo y como media, no demuestran un bagaje de conocimiento que los haga referentes y respetables; siendo más bien expresión de una gran ambición por satisfacer intereses personales o de grupo; lo que hace que el escándalo y la corrupción los marque. En el Perú de los albores del Siglo XXI, el ser parlamentario, alcalde, regidor, ministro o funcionario público es sinónimo de poder pero no necesariamente de servicio, es equivalente a beneficio personal pero no a bienestar colectivo y aunque generalizar resulta injusto, termina siendo una dolorosa realidad que se afirma en la historia, con diversos matices, delictivos enriquecimientos, negociados y corruptelas.
El hecho ha significado que las cúpulas partidarias se perpetúen en el poder , que el dinero, la recomendación, el amiguismo o el compadrazgo y no la capacidad o los valores, sean los que determinan la conformación de las listas para los cargos de elección popular; que como no hay formación política, no hay tampoco promoción de cuadros al interior de los partidos políticos, lo que hace que tengamos una fauna política y un Congrezoo muy especial y que el ciudadano común y corriente, viva de espaldas a los partidos políticos y a la política, votando por obligación, por el mal menor o por el malo conocido. En este caprichoso escenario que se muestra en el día a día, los líderes políticos estan bastante devaluados, buscan parecer y no ser, insisten en dar imagenes y apariencias que terminan negando con un gesto, una declaración o un acto político, que deja claramente en evidencia sus grandes pies de barro.
Y ese es el caso de la imagen o de la relación de la Presidencia de la República con el licor, con el trago dentro del manejo del protocolo oficial. No es novedad que a Don Alejandro Toledo se le criticara su afición a la bebida fina. Durante su mandato y fuera de él, su vida pública ha estado asociada a escándalos por pasarse de copas, a impuntualidad para actos oficiales relacionada con el trago o con "perdidas" por varios días para curarse la resaca.Y como ese sambenito políticamente pesa, como pesan también las grandes facturas por gastos de licor en la Casa de Pizarro durante su mandato, cuando García llega al gobierno, dentro del fariseísmo y la superposición de imágenes de la política, el rechoncho líder aprista ordena "que no se gaste un sol en licor en el gobierno", con la misma demagogia y el histrionismo con el que Alejandro Toledo habla ahora de chequeos médicos de a luca. Y a pesar del decreto presidencial, el estado sigue comprando licor para actos protocolares porque no puede ser de otra manera ya que a un embajador extranjero o a un invitado especial, no se le va a dar Agua de Azahar en una ceremonia oficial. Pero para dar cumplimiento al divino mandato presidencial, los gastos de licor que corresponden a Palacio de Gobierno los asume la Cancillería y en medio de la mentira y de la huachafería, sale entonces a la luz la compra de un lote de finos vinos argentinos (ingresados sin pagar impuestos) con el rostro de Alan García impreso en la etiqueta y el Presidente de la República del Perú se apura en desmentir el hecho: Dice que a él le regalan el licor, que es un abstemio y un asceta, un hombre pulcro que cuida el gasto de la nación y aunque el gerente de la empresa argentina lo desmiente, el tema termina en escandalete, en manos de los corifeos de la política, de los que lo convierten en anécdota, en ridiculez y en criollada.
Una vez más, desde las más altas esferas del poder, la Primera Magistratura de la Nación es hecha mierda y el ciudadano común y corriente esta obligado a ver en la agenda nacional, la caricatura, el ridículo, la mentira y el hueveo del primer servidor de la república. Una vez más la soberbia, la arrogancia y el huachafo culto a la personalidad de ese liderazgo criollo por el que un gran número de peruanos, votaran (una vez más) en Abril tapándose la nariz. Con una clase política como la que tenemos el crecimiento económico termina siendo un albur. Un país donde hasta un tema tan trivial como el de los gastos protocolares, trasluce una infantil práctica de piraña y el reiterado mal uso de los recursos públicos; lo que lamentablemente nos prueba, es que aunque lo nieguen hipocritamente, los dos últimos inquilinos de Palacio de Gobierno chupan con la plata del pueblo.
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