En éste país en el que todo se puede, en el que es un deporte nacional sacarle la vuelta a la ley; en el que las relaciones y el poder consiguen grandes repartijas, la educación superior se ha convertido en un negocio y en un negociado. Hoy existen en el Perú, fábricas de profesionales, (universidades se les sigue llamando) para todos los bolsillos y para todas las necesidades; en realidad universidades para todas las economías hay en diversas partes del mundo, la diferencia es que si uno estudia en una universidad americana de medio pelo, lo que cuenta no es la universidad sino el que "se ha estudiado en Estados Unidos", así sea un simple diplomado. Pero en un país subdesarrollado como el nuestro, donde no hay una cultura de valores, de moral pública y de principios éticos; donde lo que cuenta es la imagen, el parecer y no el ser, donde no importa el carácter formativo, el tipo de profesional que egresa, ni hay políticas de desarrollo basadas en la investigación; el efecto de este mercantilismo educativo es desbastador, porque no importa el conocimiento, la capacidad y la idoneidad del profesional que se forma; lo que interesa a cambio del dinero que se cobra, es el pinche cartón que permite "ser profesional", acceder a un cargo; que implica la posibilidad de un mejor ingreso. Porque lo demás lo hacen las relaciones y los contactos, porque en éste país el que no tiene padrino no se bautiza.
Y en éste escenario, las maestrías de la mayoría de nuestros "Centros de Educación Superior" son más de lo mismo y tenemos "doctores" y "honoris causa" de cartón y de jabón, curriculums impresionantes que se quedan en el papel, porque encarnados en determinados individuos, en sus actos profesionales, no tienen vida ni talento que exhibir. Y para titularse en éste país, ya no se necesita una tesis, basta un cursillo de a "luca gringa" en el que aprueban todos y terminan posando sonrientes con la toga y el birrete para la foto de reglamento.
Como bien dijo Martha Hildebrant, el caso de "Alas Peruanas" es singular, partiendo desde la huachafería del nombre, hasta llegar al hecho de que se trata de una cooperativa de ahorro y crédito, que no solo se convierte en universidad, sino que además de extender el negocio a la educación superior, hace "Rector" a su Gerente de Administración, quien pasa así, de Sub Oficial a "Doctor" en el mismo proceso simbiótico por el que el poder convierte a un congresista con secundaria completa en un ilustrado y con la misma rapidez con la que mediante recursos de amparo y sus conexiones en el Poder Judicial burla la ley.
Con pensiones baratísimas y exámenes para que ingresen hasta los menos calificados y capacitados (por no decir los más brutos) lo que crece es "el negocio" y no la calidad de la educación o del profesional que se forma. Y lo que resulta es un ejército de profesionales taxistas o de gente que en el ejercicio de su profesión, hace y habla cada barrabasada que prestigia a su "alma mater". En el perfil de este nuevo tipo de institución superior en el Perú, como de lo que se trata es de mantener el "bisness" porque se funciona de manera provisional; las relaciones, las prebendas y el tráfico de influencias hacen el resto. Y "la universidad" convierte en literatos y en vallejianos a los Vocales de la Corte Suprema, en "Doctores Honoris Causa" a Congresistas y a miembros del ente del que depende su fiscalización y formalización. Los viajes pagados, los auspicios, los títulos honorarios es la consecuencia lógica de una forma de subsistir o de lucrar.
Si no se cambia este equivocado concepto de universidad mercantilista y popular, la mediocridad del profesional que egresa, un día cualquiera a la manera de Vallejo va a terminar cobrandonos la factura. Pobre país. La universidad en el Perú necesita desodorante.
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