SOBRE EL INTERÉS PÚBLICO
El Presidente de la Corte Suprema de la República, justificó la absurda resolución del Fiscal Superior José Peláez Bardales en el proceso de la Congresista Tula Benitez, aduciendo que es normal, que todo funcionario judicial, sea juez o fiscal tenga "su corazoncito". El dictamen exculpatorio, ofende la inteligencia ajena, el sentido común, los principios fundamentales de derecho y la institucionalidad democrática y es además de una muestra, de la siempre conocida presencia del partido aprista en el Pòder Judicial y en el Ministerio Público (donde hoy en día, el Presidente de la Corte Superior de Lima es un hombre íntimamente ligado al Presidente García; el ex Presidente de la Suprema Vásquez Bejarano, tío de Doña Tula y el hermano del Fiscal Supremo Congresista aprista) la prueba palpable de que en éste país no hay valores democráticos que se respeten, no hay principios éticos que cautelar, que el poder o desde el poder, se caricaturiza la dignidad de un pueblo, sin cultura política ni cívica, ignorante, pasivo, poco contestatario y cuyas excrecencias hacen que al final quienes usufructúan el poder terminan coludiéndose, siendo complacientes los unos con los otros, haciendo lo que les da la gana con el país y con la cosa pública. Así es al interior de los partidos políticos, en las instituciones del estado, en los negocios públicos, con las licitaciones, con los trabajos, en la vida diaria. Las relaciones, el poder, el dinero y el interés personal por encima de la capacidad, de la idoneidad, de la justicia y del interés público.
Y la frase, que implica que la independencia jurisdiccional de un juez o un fiscal no existe y depende de los intereses personales o de las simpatías de quien administra justicia, no mereció el mayor rechazo de la clase política. Tan es así que el Presidente de la República, en un foro sobre inversiones públicas y privadas (realizado ayer 13 de Octubre) en medio de bromas, hizo alusión a la frase, expresando que todos "tienen derecho a tener su corazoncito...pero que él lo quería más grande". Grande probablemente como el corazón del amoroso César Gutierrez o del eléctrico de Rómulo León, grande como el vientre, la cutras y las relaciones de Don Bieto o el trasero de Tula Benitez. Grande como el de todos aquellos que en silencio y de manera anónima se enriquecen a costa del estado, en una interpretación singular de lo que es la moral pública y el negocio privado.
Lo sorprendente es que Alan García tiene también su corazoncito, un corazón que hoy le ha dado la espalda a la ideología aprista y traiciona los principios de Haya de la Torre, apostando por un mercantilismo a ultranza (en el que aunque no lo sea) inversión es sinónimo de desarrollo y de crecimiento. García abre las puertas del país al capital extranjero, para que los de "corazón amplio" hagan negocio, para que el gran capital cree una riqueza que él (García) es incapaz de redistribuir en la interna y que se va mayoritariamente a las empresas matrices sin reducir significativa la pobreza extrema. De aquel postulado hayista de que del capital extranjero hay que tomar lo bueno no queda nada. García quiere el modelo de china, sin tener la filosofía de su clase política, ni su población ni su extensión. García quiere seguir manteniendo los mismos índices económicos de crecimiento a costa de igual o mayor pobreza y desigualdad social. La receta de sus aliados fujimoristas en el Congreso, que continuo "el sano y sagrado" funciona: Un país subastado, rematado a pedazos a inversionistas extranjeros que después van a poner la plata grande para la campaña. Ese fue el sueño del presidenciable Del Castillo en sus coqueteos con Caanan; porque en la interna los grandes grupos de poder económico, reparten por igual para todos los que tienen posibilidades de poder.
Y lo indignante es que el Presidente del Perú, en una coyuntura como la que tenemos con nuestros vecinos del sur, después de haber firmado un TLC con Chile que compromete e ignora el principio constitucional de seguridad nacional, critica a los que ven "fantasmas" en la inversión Chilena. Es que a él no le interesa la seguridad estratégica. De lo que se trata es de tener cifras en azul, no importa que no haya proyecto nacional, que haya pobreza rural extrema, que no haya grandes reformas de Estado, que los contratos de nuestros recursos estratégicos sean lesivos a los intereses nacionales porque quienes los negocian en representación del estado, conocen perfectamente los beneficios de lo que significa servir, facilitar o favorecer sus interés. Esa es la política, tercermundista, subdesarrollada o del primer mundo; así ha sido siempre la corrupción, las corruptelas, los trinquetes, las cutritas y lo seguirán siendo.
En el pensamiento geopolítico y económico de un Alan García que alienta la inversión chilena, los grandes capitales no quieren guerra, los mercantilistas del comercio internacional solo quieren enriquecerse a costa de nosotros. Y los políticos criollos quieren el poder y el país no va a cambiar nunca. Si le falla el cálculo a nuestro mandatario y hay guerra o amagos de conflicto, como no va a a ser con él en el poder, se va a sacudir y podrá decir que "durante su gobierno se repotenciaron las fuerzas armadas, se profesionalizaron las fuerzas armadas" e ignorara lógicamente los efectos del TLC con Chile, en el marco de la defensa estratégica o de las granjerías de los Romero y sus socios chilenos.
El Perú del Siglo XXI no apuesta por un proyecto nacional definido, por un modelo de desarrollo en equidad e igualdad que disminuya la pobreza y nos enrumbe al progreso y a mejores condiciones de vida. Llamamos liberalismo al mercantilismo, propuesta a la demagogia o a la frase efectista y "corazón" a la pendejada y a la falta de principios, de ética y de escrúpulos. Al final avanzamos por instinto y se gobierna por cálculo político. Las cifras económicas están por encima del hombre y de la sociedad. Nuestra clase política tiene corazón, pero lo que tiene es sangre en la cara.
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