Cuando uno toma conocimiento de hechos como el protagonizado por la Congresista Rosario Sasieta Morales, con su ex secretaria María Elena Medianero; lo primero que se hace por la morbosa curiosidad, es esperar ver el reportaje y no quedarse simplemente en la noticia o en el artículo periodístico. Una curiosidad malsana, que confieso se sustenta, no solamente en tener mayor información, sino en el hecho que como somos una sociedad chismosa, como se trata de una Congresista de la República y el Congreso, los Congresistas y los políticos están mal vistos y tienen una pésima imagen frente al electorado; tenemos los simples mortales, los hijos de María Morales, tela para cortar, tema para justificar lo jodidos que estamos en el Perú, por culpa de su clase política. Tenemos en suma, para criticar la mediocridad y las excrecencias de nuestra clase dirigente. Una élite que no exhibe coherencia, entre lo que dice y lo que hace, que es puro gesto y pura pose. Una élite a la que le encanta las cámaras y exacerbar el ego personal.
La auto proclamada "Señora Ley" llego al Congreso gracias a su tesón por la curul propia y la popularidad adquirida como consultora legal en programas femeninos de televisión. Y en un partido carente de liderazgos mediáticos, las cámaras la hicieron en la interna "lideresa partidaria" (para esos franeleros e incapaces que en los partidos siempre están con el poder y con los poderosos, que no quieren que se critique ni se fiscalice o se ponga coto, más que una gestión, a los excesos de la vanidad humana y de la exposición frente al poder) mientras que la curul parlamentaria, investía a la Sra. Ley, con el cargo de defensora de los derechos de la mujer.
Valgan verdades la gestión parlamentaria de Rosario Sasieta no es mala; entre alharaquienta y efectista, entre prepotente, fintosa y atrabancada, va desde propuestas, que tienen que ver con el conversado protagonismo que le cedió increíblemente el APRA con el Registro de Deudores Morosos, hasta su original idea de acabar con la discriminación permitiendo que las prostitutas den factura o boleta de honorarios profesionales, cobren IGV y estén sujetas a crédito fiscal. Un hecho que generaría evasión tributaria porque nadie pediría factura o boleta por si su mujer encuentra las facturas de marras.
Pero Rosario Sasieta Morales, que clama por la igualdad y la alternancia en las listas parlamentarias por el solo hecho de ser mujer y no por capacidad, que representa como muchas de sus colegas, el rostro femenino de la política y no la presencia de la mujer en la política (que aunque parezca igual, no es lo mismo) como todo político tiene sus caras y sus caretas, sus vanidades y "sus tensiones", sus bravatas, sus aires de superioridad y la nariz respingada que otorgan los demonios de la política y el poder. Sasieta puede hablar sin descanso de los derechos de la mujer y sus reivindicaciones; de su veneración por Fernando Belaunde, de la identificación con Violeta Correa o de su admiración por Paniagua, pero estar tan lejos del legado del Arquitecto y del partido ACCIÓN POPULAR, como lo está la Mecánica del Folclor; porque su filiación política es coyuntural y su "profesionalismo político" la hace como a muchos padres de la patria, repetir un libreto que termina interpretando con una gran capacidad actoral. La misma capacidad actoral que presenta a los políticos fariseicamente más preocupados de los intereses nacionales o de los pobres, antes que de sus legítimos intereses personales.
Y el asunto, es que la lógica, el criterio, las declaraciones de terceros y el sentido común, frente a los hechos expuestos por la prensa con relación a su correligionaria Medianero, hacen que la afirmación política de Rosario Sasieta de que "esto es una patraña" o la expresión abogadil de que la ex secretaria "tendrá que probar su dicho" porque la va a demandar, termina siendo poco imaginativa y convincente y perjudica aún más la imagen de un desprestigiado Congrezoo. No se trata aquí de capacidad, de conocimiento, se trata de sensibilidad humana, de Don de Gente, de inteligencia emocional, de humildad, de saber manejar la cuota de poder frente al ciudadano, al humilde trabajador subordinado o al correligionario. Y lo que queda, es un nuevo hecho que pone en debate la inmunidad parlamentaria, una muestra más de la necesidad de fiscalizar el ejercicio del poder. De lo bien que le hace a la democracia peruana y probablemente a la propia Sasieta en la intimidad de su conciencia, este tipo de denuncias. No se trata aquí de destruir una imagen pública o un personaje político, se trata de exponer un error y una conducta impropia que el Congreso tiene que sancionar y que los electores sabrán juzgar en su momento. La ex secretaria de la congresista, como militante de ACCIÓN POPULAR, ha probado una vez más para la militancia acciopopulista, que la llamada "Ley de Hermandad" parece ser redactada por Caín, que muchas veces se sustenta en una corrección fraterna, que pasa por lavarle las patas a la gran hermana, por corregirla con intentos de fraternales silletazos, con amorosos insultos y con solidarias mochadas de sueldo, que son una generalizada practica parlamentaria. Una vez más la idoneidad para el cargo, las formas y las maneras de nuestros devaluados congresistas. Una vez más la pura imagen, el parecer y no el ser. Ante esa forma de tratar a sus semejantes o a sus correligionarios, a María Elena Medianero solo le queda decirle a la Sra. Ley: "Adiós cruel hermana".
Y mientras la Sra. Ley se defendía de "las calumnias" de su ex empleada, otro escándalo remece el Congreso; el fujimorista Ricardo Pando Becerra, recibió una cuchillada de su esposa, quien sin justificar el hecho, denuncio maltratos físicos y verbales del Padre de la Patria. Y frente a todos estos hechos, que representan 23 denuncias en 36 meses de trabajo parlamentaria; frente a denuncias que nos muestran personalidades diversas, con un denominador común bastante grotesco, que tiene que ver con el desprecio por el bien público y la decencia; como no extrañar tiempos mejores de la política peruana, donde había otro molde de políticos. Una matriz o un cuño que parece que se extravió en los partidos políticos.
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