
ENTRE EL INSULTO, LA DEMAGOGIA Y LA REALIDAD
El artículo del diario Correo de Lima -sobre las faltas de ortografía de la congresista Hilaria Supo, sobre su ignorancia en el idioma castellano (que es el idioma oficial) al ser quechua hablante (y el castellano su segunda lengua) es una realidad que lleva por lógica, a concluir que si no domina el español y escribe mal, por ende va a tener un pobre nivel de compresión de lectura, que implica un bajo nivel intelectual que redunda en su trabajo legislativo- ha despertado la indignación del Congreso, el que los padres de la patria se rasguen las vestiduras hablando de discriminación, de racismo, de violación de la intimidad, de ofensa a la majestad del parlamento. Que pidan sanciones, vetos y se ponga en entredicho la ética periodística de Aldo Mariátegui, el Director del Diario, que es un periodista con quien se puede discrepar en determinados temas, pero a quien no se le puede cuestionar su agudeza, su capacidad y su talento.
En una sociedad tan hipócrita como la nuestra, donde el gesto y la pose son parte de la escenografía política, decir la verdad es un insulto. Y lo concreto y lo real, es que la Sra. Supo puede ser una representante del pueblo; de un pueblo sin educación y sin cultura política, que aunque constitucionalmente no necesite un grado académico para la elección de sus congresistas, requiere que estos no queden solo librados a su verbo, su carisma, su dinero o su capacidad de captar votos, sino a un mínimo de conocimientos y educación; porque sino terminan siendo un aporte cuantitativo y no cualitativo en la producción legislativa y en el debate parlamentario. Un voto más de una facción, de un partido o de un grupo, que es digitado, dirigido, manipulado o dependiente de este o de los asesores, que son los “parlamentarios” en la sombra. Como bien ha dicho Mariátegui, el problema de fondo es la baja calidad de Parlamento peruano, donde llega gente impresentable, incapaz, demagoga. Personajes pintorescos que hacen de la política una caricatura y de la clase dirigente la gran responsable de que seamos lo que somos y de que el Perú no haya logrado ser una nación el verdadero sentido del concepto.
La Sra Supo pertenece a la élite nacional, al grupo de privilegiados, es funcionaria pública y como tal esta sujeta a la fiscalización y a la crítica. Pero como es indígena y en la conciencia colectiva el indígena es sinónimo de debilidad y de fragilidad, los cuestionamientos hacia ella se convierte en un instrumento político para la demagogia y el oportunismo. Para que los miembros de una institución cuestionada como el Congreso de la República se curen en salud, se muestren “solidarios” y aparezcan entre gritos y sollozos como fariseicos defensores de la mujer, de los marginados del Perú. No importa que en la interna miren a la Sra. Supo por debajo del hombro, la ignoren, la utilicen políticamente o la minimicen. La oportunidad para el espectáculo de la política llego y no se puede desaprovechar.
Nadie muestra como argumento de descargo o de desagravio, la producción legislativa de la congresista nacionalista, su agudeza sobre la realidad nacional, sus dotes oratorias. El común de los mortales puede ser ignorante en muchos temas, pero la Sra. es “Congresista de la República” y decirle ignorante en el idioma castellano es un insulto que merece un pronunciamiento y hasta acciones legales. Porque el llegar al parlamento, convierte a los ignorantes en doctores, les da patente de corso para hablar de todo y aparentar saberlo todo. Porque en éste país para mayor abundamiento, cualquier burro es doctor.
El Congreso de la República, la política peruana en general, ya no es el lugar común de gente capacitada, calificada, con criterio, sentido común y respeto a las buenas formas y a las maneras democráticas; hoy se necesita gente con dinero para aportar a la campaña grande, posibilidad de representar votos (los mismos votos que llevaron a Susy Díaz al Congreso) voluntad para salir del anonimato y cumplir disciplinadamente los dictados de las cúpulas partidarias. Como en este país es efectivamente un exceso de retórica, como en nuestro país hay un desprecio grande hacia la cosa pública, se puede ser ignorante en el idioma castellano, no escribir bien ni entender lo que se lee y representar a un pueblo que tiene grietas y fracturas en su unidad. Estoy seguro que la congresista Hilaria Supo representa físicamente en el Congreso de la República, a ese sur andino postergado, a la nación quechua, al Cuzco y probablemente a los indígenas del Perú; pero estoy igualmente seguro que las propuestas, los proyectos y las iniciativas legislativas de quienes representa no nacen de ella, son mestizas, son castizas, son criollas; nacen de una visión de país que no es propia y que la convierten en un busto parlante de los muchos que hay en el parlamento nacional. Por eso es que tenemos el Congreso y los congresistas que nos merecemos.
En una sociedad tan hipócrita como la nuestra, donde el gesto y la pose son parte de la escenografía política, decir la verdad es un insulto. Y lo concreto y lo real, es que la Sra. Supo puede ser una representante del pueblo; de un pueblo sin educación y sin cultura política, que aunque constitucionalmente no necesite un grado académico para la elección de sus congresistas, requiere que estos no queden solo librados a su verbo, su carisma, su dinero o su capacidad de captar votos, sino a un mínimo de conocimientos y educación; porque sino terminan siendo un aporte cuantitativo y no cualitativo en la producción legislativa y en el debate parlamentario. Un voto más de una facción, de un partido o de un grupo, que es digitado, dirigido, manipulado o dependiente de este o de los asesores, que son los “parlamentarios” en la sombra. Como bien ha dicho Mariátegui, el problema de fondo es la baja calidad de Parlamento peruano, donde llega gente impresentable, incapaz, demagoga. Personajes pintorescos que hacen de la política una caricatura y de la clase dirigente la gran responsable de que seamos lo que somos y de que el Perú no haya logrado ser una nación el verdadero sentido del concepto.
La Sra Supo pertenece a la élite nacional, al grupo de privilegiados, es funcionaria pública y como tal esta sujeta a la fiscalización y a la crítica. Pero como es indígena y en la conciencia colectiva el indígena es sinónimo de debilidad y de fragilidad, los cuestionamientos hacia ella se convierte en un instrumento político para la demagogia y el oportunismo. Para que los miembros de una institución cuestionada como el Congreso de la República se curen en salud, se muestren “solidarios” y aparezcan entre gritos y sollozos como fariseicos defensores de la mujer, de los marginados del Perú. No importa que en la interna miren a la Sra. Supo por debajo del hombro, la ignoren, la utilicen políticamente o la minimicen. La oportunidad para el espectáculo de la política llego y no se puede desaprovechar.
Nadie muestra como argumento de descargo o de desagravio, la producción legislativa de la congresista nacionalista, su agudeza sobre la realidad nacional, sus dotes oratorias. El común de los mortales puede ser ignorante en muchos temas, pero la Sra. es “Congresista de la República” y decirle ignorante en el idioma castellano es un insulto que merece un pronunciamiento y hasta acciones legales. Porque el llegar al parlamento, convierte a los ignorantes en doctores, les da patente de corso para hablar de todo y aparentar saberlo todo. Porque en éste país para mayor abundamiento, cualquier burro es doctor.
El Congreso de la República, la política peruana en general, ya no es el lugar común de gente capacitada, calificada, con criterio, sentido común y respeto a las buenas formas y a las maneras democráticas; hoy se necesita gente con dinero para aportar a la campaña grande, posibilidad de representar votos (los mismos votos que llevaron a Susy Díaz al Congreso) voluntad para salir del anonimato y cumplir disciplinadamente los dictados de las cúpulas partidarias. Como en este país es efectivamente un exceso de retórica, como en nuestro país hay un desprecio grande hacia la cosa pública, se puede ser ignorante en el idioma castellano, no escribir bien ni entender lo que se lee y representar a un pueblo que tiene grietas y fracturas en su unidad. Estoy seguro que la congresista Hilaria Supo representa físicamente en el Congreso de la República, a ese sur andino postergado, a la nación quechua, al Cuzco y probablemente a los indígenas del Perú; pero estoy igualmente seguro que las propuestas, los proyectos y las iniciativas legislativas de quienes representa no nacen de ella, son mestizas, son castizas, son criollas; nacen de una visión de país que no es propia y que la convierten en un busto parlante de los muchos que hay en el parlamento nacional. Por eso es que tenemos el Congreso y los congresistas que nos merecemos.