
CLAUDIO PIZARRO Y LOS PERUANOS:
Claudio Pizarro que ha sido descubierto evadiendo impuestos y haciendo negocios a expensas del sudor, las habilidades y las piernas de sus colegas de profesión; personajes que por lo general no tienen más ética que la del buen contrato que compre un auto de lujo o les permita un mejor status social; dice que los peruanos son una mierda. Y los peruanos nos preguntamos si realmente lo somos. Yo creo que es un exceso y una inexactitud.
Los peruanos somos gente amable, gente amigable, al extraño y al forastero lo invitamos a casa, le hablamos en diminutivo, le brindamos nuestra amistad, lo arropamos; claro que cuando entramos en confianza, cuando el extraño se convierte en amigo, en compañero de trabajo o en colega de profesión o de partido, la cosa cambia. Sentimos que estamos en competencia y somos mezquinos, envidiosos, egoístas. Como todo sabemos, como somos incapaces de reconocer el error y somos figurettis, nos queremos quedar siempre con la última palabra, pretendemos ponerle siempre la ceraza al pastel, evitamos que el prójimo nos supere, progrese o sea más que nosotros. No sabemos trabajar corporativamente, por eso no tenemos un concepto de nación. conciencia de lo colectivo. Y es que el peruano se ha acostumbrado a pensar primero en él, segundo en él y tercero en él.
Los peruanos no somos una mierda. Somos pendejos que es otra cosa. Y el problema es que mientras en otros países el pendejo es el tonto, en el Perú la acepción de pendejo es ser vivo, criollo, atrasador, chamullero. Y la criollada de los faenones, la que que inaugura hospitales que no funcionan, que no cumple lo que promete, nos ha costado un alto precio. No respetamos las normas, las reglas de juego de una sociedad civilizada, de una cultura de la convivencia con visión de futuro y de progreso. Y nuestra pendejada nos ha llevado a ser una sociedad que no aprende del error, que ha desarrollar una cultura chicha que aparenta lo que no es. La hipocresía del mestizaje, la costumbre de dar vueltas sobre lo mismo, la argolla y el trinquete; el sectarismo y el desprecio por el cholo, por el misio, por la cosa pública; la solidaridad de la granjería y del interés subalterno.
Si los peruanos fuéramos una mierda, no andaríamos siempre tratando de quedar bien con todos, aliándonos con el poderoso y engañándonos a nosotros mismos. Claudio Pizarro es una muestra de todo lo anterior; quiso ser pendejo, defenderse de la documentada acusación, insultando, escupiendo al cielo, apelando a la envidia para cubrir un negociado o un enjuague que no resiste la ética ni la ley. No hay que confundirse; el calificativo es un exceso. Hablar de la caca de los peruanos es otra cosa.
Los peruanos somos gente amable, gente amigable, al extraño y al forastero lo invitamos a casa, le hablamos en diminutivo, le brindamos nuestra amistad, lo arropamos; claro que cuando entramos en confianza, cuando el extraño se convierte en amigo, en compañero de trabajo o en colega de profesión o de partido, la cosa cambia. Sentimos que estamos en competencia y somos mezquinos, envidiosos, egoístas. Como todo sabemos, como somos incapaces de reconocer el error y somos figurettis, nos queremos quedar siempre con la última palabra, pretendemos ponerle siempre la ceraza al pastel, evitamos que el prójimo nos supere, progrese o sea más que nosotros. No sabemos trabajar corporativamente, por eso no tenemos un concepto de nación. conciencia de lo colectivo. Y es que el peruano se ha acostumbrado a pensar primero en él, segundo en él y tercero en él.
Los peruanos no somos una mierda. Somos pendejos que es otra cosa. Y el problema es que mientras en otros países el pendejo es el tonto, en el Perú la acepción de pendejo es ser vivo, criollo, atrasador, chamullero. Y la criollada de los faenones, la que que inaugura hospitales que no funcionan, que no cumple lo que promete, nos ha costado un alto precio. No respetamos las normas, las reglas de juego de una sociedad civilizada, de una cultura de la convivencia con visión de futuro y de progreso. Y nuestra pendejada nos ha llevado a ser una sociedad que no aprende del error, que ha desarrollar una cultura chicha que aparenta lo que no es. La hipocresía del mestizaje, la costumbre de dar vueltas sobre lo mismo, la argolla y el trinquete; el sectarismo y el desprecio por el cholo, por el misio, por la cosa pública; la solidaridad de la granjería y del interés subalterno.
Si los peruanos fuéramos una mierda, no andaríamos siempre tratando de quedar bien con todos, aliándonos con el poderoso y engañándonos a nosotros mismos. Claudio Pizarro es una muestra de todo lo anterior; quiso ser pendejo, defenderse de la documentada acusación, insultando, escupiendo al cielo, apelando a la envidia para cubrir un negociado o un enjuague que no resiste la ética ni la ley. No hay que confundirse; el calificativo es un exceso. Hablar de la caca de los peruanos es otra cosa.
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