sábado, 13 de diciembre de 2008

N° 43 - PITUCOS, LIMEÑITOS, CHOLOS CON CH.

DISCRIMINACION, RACISMO Y DIVISION EN LA POLITICA


Mucho se ha escrito sobre la discriminación racial en el Perú, sobre el sectarismo. El último texto que llegó a mis manos, “Nos habíamos choleado tanto”, de Jorge Bruce, es un libro interesante, pero sin pretender desmerecerlo, en lo personal no me dejo una sensación de placer, como expresión de totalidad. En concreto, lo definitivo es que somos un país, una sociedad racista, discriminatoria, marcada por el dinero y las apariencias. El maestro Luís Alberto Sánchez, decía que en el Perú, el cholo que tiene plata se agringa, que el gringo pobre se achola. En una sociedad consumista, pobre, con carencias y sin mayor educación y cultura, el dinero ha pasado a suplir en muchas actividades (como en la política) el valor de la capacidad y de la idoneidad para determinados cargos. Y el gris parlamento que sufrimos desde hace varios gobiernos, es una muestra de que; una cosa es que para hacer política se necesite dinero y otra la subasta de números, de posiciones, de cargos y de curules, para financiar las campañas presidenciales que vemos cada cinco años. Un remate al paso y al peso, que hace congresistas a gente impresentable, que en cinco años "prestigia" la caricaturesca, folklórica y pintoresca fauna política peruana.

La mera verdad es que los partidos son hoy por hoy, en mayor o menor grado, simples membretes, exclusivas franquicias políticas, dominadas por grupos que buscan primero satisfacer sus intereses personales, “partidarios” o su vanidad de poder y después los intereses nacionales. Gente que en muchos casos esta unida por cálculos políticos, por conveniencias y no por visiones ideológicas de construcción de país. Por eso es que en función de la “capacidad” de las cúpulas, de un liderazgo y de una mayor o menor organización, los partidos y los políticos, están tan devaluados en el imaginario popular.

El APRA (como los demás partidos políticos) no tiene cuadros, esta librada o es dependiente del verbo, de las calidades político personales y del carisma de Alan García y en ese contexto su futuro sin Alan no es auspicioso. El resto está en lo mismo (en mayor o menor grado) y por eso se quiere eliminar el voto preferencial, sin que se construyan partidos abiertos, democráticos. Partidos que sean instituciones de verdad. Al final, como ésta mediocre casta política que nos gobierna tiene el poder y legisla, van a buscar acomodarse, negociar, sacar adelante con el apoyo de una ONPE (que cree que la teoría funciona en un país como este aunque la realidad no calze) “listas cerradas y bloqueadas” en la que ellos, sus amigotes y sus achichincles, puedan llegar a un Congreso, en el que por el mecanismo del voto preferencial no entrarían.

Este país, es un mosaico de ejemplos en el que los políticos (que deben representar la unidad, el liderazgo, la capacidad, la docencia y los principios) cada vez que sufren el rechazo y la indignación del pueblo, apelan a la explicación facilista y demagógica; al mensaje racista, discriminatorio, a dividir para reinar. Como el pueblo es mayoritariamente cholo, pobre; el punto común de la política peruana es articular un discurso que los convierte en acérrimos defensores de los intereses populares. Allí está Fujimori, hablando de “ser un peruano como tú” levantándose el país en peso y enviando a los hijos a estudiar al extranjero con recursos del erario nacional. Allí está el cholo Toledo, apelando a su aspecto cobrizo, pero chupando etiqueta azul y gastando el dinero de todos los peruanos, en una vida palaciega muelle, propia de la sangre azulada de la aristocracia Cabana que nos gobernó, mientras su mujer (que también tuvo con la plata del pueblo delirios de grandeza) se alucinaba una chola fashión, una zanahoria andina más peruana que la Congresista Arpasi.

Y así llegamos a García, que como jamás espero una reacción masiva e incontrolable de la masa popular reunida en Acho con ocasión del Día del Dirigente Popular (un gentío que lo recibió entre abucheos y le tiro botellas de plástico reeditando el incidente de Toledo del 2001 en el Estadio Nacional) no encontró mejor argumento que soltarse las trenzas y expresar que no le gustan los pitucos de izquierda, sino los hombres de color cobrizo, que son según el los verdaderos peruanos, los que luchan por la justicia social.

Para volver a citar a su compañero Luís Alberto Sánchez, Alan García olvido que somos un país mestizo; que el mestizaje es fecundo y la hibridez no. Turbado por el rechazo popular, García ignoró que el APRA nace como una alianza de clases. Que un país como el nuestro busca ser menos racista y discriminatorio. Que el Perú debe construirse con el esfuerzo de todos. Y apelo al populismo y a la demagogia, al fácil argumento de enfrentar blancos contra indios, ricos contra pobres. De echarle la culpa de los lastres del gobierno al Congreso, en la seguridad que Velásquez Quesquén iba a agachar la cabeza y hasta a pedir servilmente el Premio Nobel para su líder.

En lugar de asumir el rechazo de manera viril y honesta, y apelando a su innegable capacidad oratoria, Alan García se limpio en cabeza ajena, pretendió exacerbar un racismo y una división que nos impide ser realmente una nación y termino expresando una de las taras de nuestra clase política: Su insistencia en el engaño, en la imagen de lo que no se es. Su falta de coraje democrático para reconocer el error. A fin de cuentas, lo que el país, lo que el pueblo gusta, quiere y necesita, son políticos (que independientemente del color de su piel o de su estrato social) sean gente capaz, honesta, comprometida, sensible a los intereses nacionales. El pueblo necesita menos demagogos y populistas en la política peruana. Una clase política respetada, vigorosa en conductas democráticas e imaginativa en ideas. Pero para eso se necesitan partidos políticos. Y eso es lo que no tenemos; aunque al interior de ellos, haya gente que cree que comiendo pichón, van a eructar pavo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario