sábado, 13 de septiembre de 2008

LA CRISIS BOLIVIANA

EVO.......LUCIONES II


La crisis político social en Bolivia ya tiene urupica (ají boliviano) y lo más probable es que (deseando equivocarnos) a pesar de los buenos oficios de la comunidad internacional y de los gobiernos latinoamericanos, en el corto plazo tengamos un escenario generalizado de violencia y nuevo inquilino en Palacio Quemado.
En medio de declaraciones de estado de sitio en Pando y de un número significativo de víctimas, Evo Morales trata de mostrar que el apoyo de la población campesina y obrera a su gobierno sigue siendo fuerte y significativo; que de lo que se trata, es de maniobras desestabilizadoras y antidemocráticas de sus opositores porque él gano el referéndum. Pero lo cierto es que los asuntos de fondo no resueltos, que son los relativos a las autonomías regionales y el rechazo a la aprobación de la nueva Constitución propuesta por el mandatario; son los temas que volvieron al primer plano, con el reciente recorte del Gobierno a los ingresos regionales provenientes del impuesto a la exportación de gas.

Lo peligroso de la situación, es que Morales agobiado por las protestas y presionado por la crisis, esta utilizando un discurso abiertamente confrontacional entre clases sociales (y con la prensa opositora) en la que aparece como víctima propiciatoria de una conspiración norteamericana y de los intereses políticos, sociales y económicos que han gobernado Bolivia antes que él. En este contexto la expulsión del Embajador de Estados Unidos en La Paz, Philip Goldberg, tras declararlo persona non grata y bajo el argumento que esta detrás del separatismo de las provincias orientales, es un grave error, un exceso que va a terminar pasandole a Evo Morales la factura de los propios bolivianos (antes que la boleta de los gringos) porque las crisis políticas en Bolivia como los incendios, no necesitan mayor ayuda externa para propagarse.
Si las Fuerzas Armadas Bolivianas salieron a oponerse y distanciarse de los intentos intervencionistas de Chávez, afirmando que “rechazan enfáticamente intromisiones externas de cualquier índole vengan de donde vengan”, no es menos cierto que esas mismas fuerzas armadas pueden intervenir, para reestablecer el orden constitucional, la paz social y la unidad en el país altiplánico, sin que ello signifique necesariamente mantener a Evo Morales como gobernante y esto porque en medio de una convulsión social generalizada, los valores democraticos que debe cautelar constitucionalmente, solo podrán preservarse si el principal obstáculo (Morales y su radicalismo) es dejado de lado. Lo que esta en franco deterioro es la legitimidad de Evo Morales como gobernante, no desde el punto de vista de sus credenciales democráticas o su elección misma, sino del ejercicio del cargo.

Morales habla de consensos, pero a partir de aceptar obligatoriamente sus propuestas. Morales habla de democracia pero a costa de su Constitución y sus visiones políticas. Morales maniobra en medio de la turbulencia con un discurso político radical, en el que él pretende representar las reivindicaciones de las masas obreras y campesinas postergadas y eso no es del todo cierto. Una reivindicación de las masas campesinas y obreras en Bolivia era necesaria. Era en realidad necesaria la reivindicación de todo un pueblo (como el boliviano) gobernado por una clase política incapaz y por una partidocracia que siempre vio en medio de una fragil institucionalidad el gobierno como botín. Pero esta es una reivindicación en términos distintos a los planteados por Morales, en el marco de otras líneas de política (que tenían que tener una estrategia más fina para satisfacer los intereses de diversos sectores sociales) para lograr un concepto unitario de nación, mejores condiciones de vida para un pueblo con mayoría indígena, campesina y obrera; pobre y sin mayor educación ni cultura.

Pero si esa reivindicación se sustenta en un nacionalismo trasnochado, en un estatismo agotado y en un marxismo clientelista y radical la situación es preocupante desde la perspectiva de futuro. Y allí estan los resultados y la realidad actual. Bolivia vive hoy momentos que lamentablemente no le son extraños y que debieron estar ya superados. En este escenario, la preocupación está en la desconfianza y el recelo que existe, ante la eventualidad de que los líderes políticos obligados a conversar, a consensuar y a ceder, no tengan la grandeza y la voluntad política, que se necesita en estos casos para llegar a soluciones. Una predisposición y una capacidad que la historia y la cultura política boliviana lamentablemente no exhiben.

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