La última vez que visite en el Cinco y Medio tuve un problema al salir, uno de esos problemas que se pueden llamar “de tránsito”. Eran las épocas en las que el local luchaba por seguir siendo todavía ese sensual escenario para el amor clandestino, furtivo; para la pasión desbocada al contacto de la piel ajena; la fantasia y el espacio asiduo donde encontraban la paz muchos hombres que aún hoy, viven sojuzgados por el martirio del matrimonio; bajo la esclavitud de una mujer que se ha dejado de querer desde hace tiempo, pero a la que como tus hijos le dicen “mamá” y tus cuñados miden más arriba del metro ochenta, la tienes que afinar de vez en cuando para cumplir con la ley o la tienes que aguantar en medio del silencio de quien a pesar del complejo de culpa se considera libre de pecado. Este es al final de cuentas, el drama humano de muchos varones afectados por Aelo 334, que es de esas plagas apocalipticas que uno no quiere que terminen nunca. Una de esas enfermedades que no deberían tener cura......porque, para que casarse en suma, si el hombre nacio libre, si se puede disfrutar del amor y de las caricias de varias mujeres a la vez (que si no llegan a concensos democráticos mínimos, al menos sepan que existen y acepten la situación civilizadamente) y no estar condenado a una sola mujer, que como tiene la exclusividad y el monopolio, abusa y te exaspera.
Para entrar en autos como dicen los abogados, yo salía del motel con una pareja ocasional y mi mujer entraba con su amante. Claro que la muy cínica al verse descubierta, con la rapidez mental que siempre le reconocí, salio furiosa a hacerse la ofendida, a decirme que había venido "a ponerme en evidencia".
Para entrar en autos como dicen los abogados, yo salía del motel con una pareja ocasional y mi mujer entraba con su amante. Claro que la muy cínica al verse descubierta, con la rapidez mental que siempre le reconocí, salio furiosa a hacerse la ofendida, a decirme que había venido "a ponerme en evidencia".
Salvo el papel de Fedra en sus épocas del teatro universitario, nunca le vi una mejor actuación. Sus gritos destemplados me hacían creer que era importante (no se si se trataba de mí o de la cólera por recibir de su misma medicina........pero algo era importante) parecía una mujer despechada, una víctima de este ogro filantrópico que era yo y que lo único que quiso es hacer felíz al prójimo. Alegrarle la vida a una compañera de trabajo que había estado correteando tanto tiempo, con la única y humanitaria intención, de que se le sonrojaran las mejillas y se le voltearan los ojos alguna vez, después de que me confensara algo avergonzada, que hace tiempo que no la veía. Al final las mujeres hablan de solidaridad, de unidad y son las primeras egoístas de este mundo. No entienden que no todo es sexo, que puede ser amor, que por razones humanitarias termina en sexo (porque somos hombres, somos humanos, seres de carne y hueso) porque hay mas mujeres que hombres, porque puede haber amor sin sexo o sexo sin amor, así como hay sexo por sexo y amor por amor, que no es lo mismo aunque puede parecer igual.
Como ella manejaba un coche (que me había costado mi plata) no quise que lo siguiera pateando, que siguiera con la absurda escenita de amor que ni siquiera me hizo cuando eramos novios. Con el escándalo que monto, en lugar de tomarlo con la dignidad y la madurez de hacerse la idiota, de agacharse y mantener el silencio hipócrita con el que nos programan desde niños en una sociedad como la nuestra; yo me senti decepcionado. Ella pudo seguir el estoico ejemplo de su madre, de muchas mujeres que se dignifican al callar, para mantener el hogar y la familia cristiana; tal como pregona en su homilía dominical Monseñor Cipriani (al que yo hubiera elevado a los altares si en lugar de decir lo que dijo, hubiera dicho que el matrimonio sin amor es una cojudez) pero a mi dignisima esposa se le salio el callejón. Y terminamos en la Delegación Policial, bajándole un billete al Comisario (para que no asentara ninguna denuncia) y negociando un divorcio de mutuo acuerdo, que me dejo sin casa y teniendo que mantener “al bebe”, que a los treinta años, por tratar de entender el mundo, del segundo ciclo de Filosofía, no sale desde hace diez años. Ahora bien, que mi amiga se caso con el amante de mi mujer, es otra historia que dejare para una próxima oportunidad. Una historia que para ser honesto, recuerdo gratamente, cada vez que los veo unidos y felices, cuando voy a visitar a mi ahijado, mientras contemplo las pantorrillas de la comadre que el destino quiso que no pueda tumbar.
Como ella manejaba un coche (que me había costado mi plata) no quise que lo siguiera pateando, que siguiera con la absurda escenita de amor que ni siquiera me hizo cuando eramos novios. Con el escándalo que monto, en lugar de tomarlo con la dignidad y la madurez de hacerse la idiota, de agacharse y mantener el silencio hipócrita con el que nos programan desde niños en una sociedad como la nuestra; yo me senti decepcionado. Ella pudo seguir el estoico ejemplo de su madre, de muchas mujeres que se dignifican al callar, para mantener el hogar y la familia cristiana; tal como pregona en su homilía dominical Monseñor Cipriani (al que yo hubiera elevado a los altares si en lugar de decir lo que dijo, hubiera dicho que el matrimonio sin amor es una cojudez) pero a mi dignisima esposa se le salio el callejón. Y terminamos en la Delegación Policial, bajándole un billete al Comisario (para que no asentara ninguna denuncia) y negociando un divorcio de mutuo acuerdo, que me dejo sin casa y teniendo que mantener “al bebe”, que a los treinta años, por tratar de entender el mundo, del segundo ciclo de Filosofía, no sale desde hace diez años. Ahora bien, que mi amiga se caso con el amante de mi mujer, es otra historia que dejare para una próxima oportunidad. Una historia que para ser honesto, recuerdo gratamente, cada vez que los veo unidos y felices, cuando voy a visitar a mi ahijado, mientras contemplo las pantorrillas de la comadre que el destino quiso que no pueda tumbar.
Al final el Cinco y Medio termino convertido en un prostíbulo, en una especie de cabaret marginal, al que la modernidad y la libertad sexual quebraron económicamente, para dar paso hoy, al laboratorio de una gran empresa transnacional, en el que quiera Dios no se encuentre nunca la cura para ese Aelo 334 que me aqueja y que espero padecer hasta el fin de mis días.
Si nuestro destino indefectiblemente es morir, creo que esta enfermedad es una manera de dejar este mundo dignamente. Una manera de abrazar tiernamente la Buena Muerte, con el consuelo de que mi ahijado (a diferencia de mis hijos) tiene mis ojos y mi nariz.
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