EN EL BICENTENARIO:

Tenia mucha ilusión en vivir para el Bicentenario, de disfrutar este acontecimiento. Ver a mi madre entusiasmada hablando de lo que vio de niña en su Pueblo Libre natal en el Centenario de la Independencia nacional; escucharla cantar el himno de Venezuela o contar su historia en la visita del Canciller Venezolano al Museo Bolivariano e imaginarla agitando una banderita venezolana en mano en esa visita, era enternecedor. Tan enternecedor como sacarle "información histórica" -cuando venía a visitarnos- a mi Tía Rosa. Rosa Cornivel de Mellán, mi tía abuela, hermana de mi abuela Luisa, a quien con cariño llamábamos en la interna familiar, "Rosa la Chiquitita" por la diferencia de tamaño con mi Tía Rosa, la hermana de mi madre. Esa era finalmente, la forma de identificar a las dos "Rosas" de la familia. Mi bisabuelo materno, Amadeo Cornivert Le Petit, fue un francés cuya historia de como llego al Perú no es clara y mi tía abuela tampoco soltó prenda. Lo que si esta verificado es se fue a La Merced, que se quedo en el Perú, que hizo familia, que cambio el Cornivert por Cornivel y que fue miembro de la Bomba Francia N° 01. Algún día antes de petatearme espero reconstruir esa historia, por la pura inquietud personal de reconstruir mi pasado familiar, porque las historias familiares son tan inquietantes como la de los países y porque me huele que lo del bisabuelo tiene que ver con esas "decisiones novelescas" de dejar atrás mujer, hijos y poner tierra de por medio.
MI tía "Rosa la Chiquitita", a quien hoy recuerdo con afecto porque era muy agradable y más locuaz que mi abuela, termino sin nunca saberlo, siendo un "referente histórico" para mí, cuya visita me aseguraba una "clase de historia"; conocer algo de ese pasado que me inquietaba. Por ella supe que un carruaje tirado por caballos salía de la esquina de la Av. Brasil, con la Av. Vivanco; del que puse una foto en éste blog. Donde quedaba al antiguo Cementerio de Pueblo Libre del que tambien me hablo mi madre. Como fue la agitación en Lima a la caída de Leguia, que en mis años universitarios coteje leyendo "Así cayo Leguía" de Víctor Villanueva el mejor texto que he leído para explicar ese hecho de nuestra historia. A lo largo de la vida humana, creo que nunca dejamos de ser unos niños curiosos y fisgones; que quieren tener doce años cuando tienen siete y después quince cuando tienes doce, para terminar pensando donde estarás cuando tengas cuarenta y como será el cambio de siglo o el bicentenario de la independencia nacional. Eso es algo en lo que yo pensaba años atrás y que lo termine viviendo.
Más allá de la pandemia, creo que este Bicentenario, va a ser algo deslucido. A la frustración que generan nuestros políticos y nuestra política, por su mediocridad, su grisura intelectual y su falta imaginación, se suma un país fracturado, sin un norte definido, marcado por la retórica, la corrupción y la inseguridad. Un país que en su Bicentenario, ha pasado sin mayor relevancia, el hecho más doloroso en estos doscientos años de vida republicana, como es la ocupación de Lima por los chilenos.
Yo esperaba por ejemplo, publicaciones o conferencias. Que a algún alcalde se le ocurriera en el Bicentenario, reponer como atractivo turístico las Portadas de las Murallas de Lima. Había una comenzando la Av. Colonial y dicen los historiadores que la Portada de Maravillas, era la más hermosa. Pero eso es a estas alturas imposible. A diferencia del Centenario, no creo que los países amigos donen algunos monumentos. La cara de Lima como la Av. Abancay por ejemplo, sigue sucia, desordenada y nuestro alcalde debe su buena imagen al apoyo del Grupo "El Comercio" en agradecimiento por el cambio de zonificación de sus terrenos en Lurín, conjuntamente con los de la Universidad San Ignacio de Loyola, con la curiosa coincidencia que el Teniente Alcalde de Lima, es un personaje muy ligado al dueño de la USIL.
Por igual curiosa coincidencia, los chilenos entraron a Lima por Lurín tras desembarcar en Pisco y en Curayacu. Y en realidad desde que nos quedamos sin fuerza naval, la suerte de la guerra estaba echada. El tener el mar a entera disposición, permitía el libre transito de tropas y pertrechos y el cañoneo de las naves de guerra chilenas contra las posiciones costeras era como ponernos entre dos fuegos y eso era desequilibrante a la hora del combate. Si a ello se suma un ejercito organizado y mejor armado y una logística a la que nosotros contribuimos, porque siempre dejamos a los chilenos aguadas, pozos, tomas de agua, puquios -el pozo de Dolores es emblemático en este aspecto- y además de todo lo que podía proveer el Valle de Lurín a la hora de la Campaña de Lima por ejemplo, la guerra para el ejercito invasor se le hacía más fácil.
El gran error táctico de un ególatra autosuficiente como Pierola, fue no solo pensar que los chilenos desembarcarían en Ancón, sino no plantear la defensa de Lima en Lurín, que era con Pisco y Chilca los lugares más apropiados para un desembarco sin puerto. La inteligencia chilena había definido desde 1879, la idoneidad para un desembarco en cualquiera de estos lugares en medio de la guerra, como lo indicamos en artículos anteriores en éste blog sobre la Guerra con Chile. En ese escenario resaltaba la frivolidad de un Pierola, que es digna de nuestros actuales políticos. El Presidente se preocupaba más de la "exquisitez" de los uniformes de los movilizados, de que estos se hicieran a su gusto, cuando lo que más urgía era armas y municiones estandarizadas para un ejercito de improvisados pero de heroicos defensores, de hombres que estaban dispuestos a ofrendar su vida en esas trincheras; aunque tambien hubieron de los otros. Los que disparaban sin ver ni sacar la cabeza, desde trincheras que se desmoronaban ante la artillería chilena. Los que "se arrancaron" a retaguardia, al primer decidido embate chileno. El gran problema del Perú fue no solo el protagonismo y la incapacidad de Pierola y un ejercito improvisado, mal armado y con grandes diferencias entre la preparada oficialidad y la improvisada tropa que no sabia en muchos casos por que luchaba. El gran problema fue logístico. La intercepción de armamento para reponer pertrechos, por la eficacia de los agentes y los servicios secretos chilenos.

Con la tropa en Pachacamac, el chino Quintín Quintana, les sirve de guía, los agasaja, hospeda a los chilenos. Habia dejado Ica porque su vida corría peligro al plegarse a la causa chilena y logro reunir unos dos mil paisanos. que no solo sirvieron de apoyo logístico sino que pelearon con los chilenos. A hora bien, no es verdad que a pesar del abuso y la explotación que sufrían, todos los chinos colaboraron con el ejercito chileno. Como dice Andrés Araneda en un artículo que circula en internet, reproducido por el historiador Richard Chuhue, en un libro sobre la inmigración china en el Perú; hubo chinos que pelearon con los peruanos y que no sucumbieron a la manipulación y la utilización de esa explotación -para fines militares- que hizo Patricio Lynch, gracias a su perfecto dominio de su idioma por haber servido en el ejercito británico durante la guerra entre Inglaterra y China.
Araneda consigna que para 1881 ya había barrio Chino, que para la colecta nacional al inicio de la guerra, la colonia china fue la que más aporto -cerca de 200,000 incas de plata- que hubo comerciantes chinos que hicieron aportes particulares y que después de San Juan y Miraflores hubo inclusive, saqueos en el barrio chino pagando justos por pecadores. Habiendo tres puentes que comunicaba Lurín con Lima -Buenavista, Palmas y la Venturosa- el primero de fierro; es oportuno preguntarse porque los peruanos no los dinamitaron. Algo que particularmente ignoraba, es que en esa época había Telégrafo Morse de Luces y cohetes de señales con los que se comunicaban las tropas.
En los tiempos de la ocupación de Lima, la libra de carne costaba 1.30, la manteca de cerdo a un 1.90, la mantequilla a 2.50, el arroz y la azúcar 0.60 y los huevos a 0.15 incas. Y en los días previos al desembarco chileno, la retorica hueca y la demagogia que invade históricamente a nuestros políticos, ya ganaba la guerra en los diarios de la capital. Y allí esta la vanidad y el ego colosal que acercaba a Alan García con Pierola, que se nombro "Generalísimo" sin saber un carajo de estrategia militar y construyo la "Ciudadela Pierola" que no disparo un solo tiro de cañón; con el agravante que "El Califa" desoía sistemáticamente los consejos de sus calificados altos mandos militares. Un dato curioso es que los chilenos le llamaban a "El salto del Fraile", "Casita Blanca" porque había una casa de ese color que la coronaba. La historia de los extranjeros que pelearon por la causa peruana, ha olvidado a Jose Guerrero, un portugués que sirvió en la marina peruana y que fue el encargado de colocar la artillería de costa en la defensa de Lima.
Creo que este doloroso episodio de nuestra historia debio merecer un mejor tratamiento en el año del Bicentenario de la Independencia Nacional. Creo que hay que crear conciencia de que la historia no debe repetirse. Que a mediados del presente siglo, se prevé escenarios bélicos por la escasez del agua en el mundo. Que nuestros vecinos del sur necesitan irrigar las áridas tierras del norte que nos arrebataron. Y no tenemos una fuerza armada a la altura de nuestras necesidades defensivas. No hay aviones operativos ni suficientes y la supremacía chilena es marcada, no tenemos blindados modernos, ni una importante fuerza naval y nuestra fuerza submarina, que era antaño la primera en Sudamérica esta bastante venida a menos y a distancia del desarrollo tecnológico de las fuerzas armadas chilenas. El General Chiabra decía en una reciente entrevista, que no basta una fuerza disuasiva solo con misiles. Que si el enemigo entra, para sacarlo necesitas una fuerza acorazada, blindados, tanques. Que hay que invertir en repotenciar nuestras fuerzas armadas. Pero nuestros politicos están en otra cosa. Frente a un chauvinismo chileno que habla de "cholos", de "indios" o de "Ejercito siempre vencedor nunca vencido", el "resentimiento" peruano no ha significado, la imperiosa necesidad de tomar conciencia de que la historia no debe repetirse y que hay que tener una política de Estado para mantener operativas nuestras fuerzas armadas, considerando el sostenido afán de nuestros vecinos del sur de convertirse en una potencia militar. El expansionismo y el interés económico de terceros como justificación del conflicto ayer, puede ser la necesidad del agua del mañana.
En medio de mis recuerdos de niño y mis inquietudes sobre la Guerra del Pacífico, están unos textos del Coronel Arnaldo Panizo, que fue Comandante General de las baterías de Chorrillos y Miraflores, cuyo nieto -muy parecido a Pierola y que vivía al costado del Museo Bolivariano- quiso ser Alcalde de Pueblo Libre a principios de los 60s. No puedo precisar en que circunstancias, pero me recuerdo niño en una caravana de automóviles por las calles de Pueblo Libre, buscando el respaldo popular para el mencionado candidato, que no se si llego a ser alcalde. El Coronel Arnaldo Panizo fue capturado por tropas chilenas cuando se replegaba a Miraflores y se salvo de morir por la oportuna intervención de oficiales chilenos que lo rescataron de sus captores. Termino prisionero en la "Caleta de Presos" que los chilenos habían montado en la Isla San Lorenzo y refiere lo que muchas fuentes consignan, que la resistencia por las calles de Miraflores fue aislada y no la lucha "casa por casa" de la que hablan algunos textos. Habra que esperar lo que viene sobre este Bicentenario, que me a permitido saldar -a propósito del 140° aniversario de las batallas de San Juan y Miraflores- una deuda afectiva con mi tía abuela, que termina como las gestas de San Juan, Chorrillos y Miraflores y los doscientos años de nuestra historia republicana, siendo grande en mi recuerdo y en mi corazón.