DIEGO ARMANDO MARADONA:
Para las masas, para la gente que gusta del futbol. Para los argentinos que aman el ir detrás de una pelota y que convirtieron a Maradona en un símbolo de la "argentinidad", ese "dios" coquero, licencioso y pecador que venció a la pobreza de Villa Fiorito con la magia de sus gambetas, murió hace tiempo, pero siguió viviendo, siendo "dios"; y lo seguirá siéndolo por siempre jamás. Ese es el valor que el mundo le reconoce al Diego.
Quienes señalan a Maradona con el dedo acusador por sus demonios internos, ignoran que no podrán romper con el sentimiento de las masas. Con el mito de sus virtudes, de su talento futbolístico y de la sensibilidad que dicen sus amigos y sus colegas que mostraba siempre -como todo ser humano- más allá de sus pecados. Al "dios" humanizado por el futbol, se le perdona todo. Es el mito y la leyenda de los predestinados del Olimpo. En su libro "Yo soy el Diego" Maradona habla tímidamente de lo que guarda en su corazón, de lo que nadie sabe, pero que piensa que esta en su vida como filmado.
Si los hombres para justificarnos en la vida creamos nuestro propio "dios" , queda claro que el "Dios" del futbol fue la expresión más humana de esa divinidad que forjamos a nuestra imagen y semejanza. Creo que a estas alturas -por esas ironías que tiene la vida- nadie podría imaginar que a Nietzsche le gustara tanto el futbol después de muerto y que terminara premonitoriamente anunciando la muerte de "Dios".
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