El sacerdote Ruperto Marchant Pereira, fue durante la Guerra del Pacífico, Capellán del Ejército Chileno y participó como tal en la campaña del Sur, publicandose un libro de sus vivencias en el conflicto, bajo el título "Crónicas de un Capellán en la Guerra del Pacífico" en el año de 1959.
No sin antes insistir en nuestro lamentable déficit sobre bibliografía de la Guerra del Pacífico y sobre todo del hecho que ad portas del Bicentenario de la Independencia, no haya una política editorial sobre el suceso más traumatico del Perú en sus doscientos años de independencia, como fue la Guerra del Pacífico, de la bibliografía sureña logre conseguir el libro "Testimonios de la Guerra del Pacífico" de Oscar Pinochet de la Barra, compilador, publicado por el Editorial Andres Bello, que contiene testimonios chilenos, peruanos y bolivianos sobre la guerra y entre estos, hay una crónica del Capellán Marchant de ese libro publicado en 1959 sobre sus crónicas, que consigna un dato anecdotico sobre el Huascar en el Combate de Angamos y sobre el que escribe este capellán, cuando testimonia sobre el momento en el que él aborda nuestro glorioso monitor, al llegar éste remolcado a Mejillones tras ser capturado por los chilenos.
En éste relato hay un dato que yo no conocía, que creo que tampoco lo consigna la historiografía peruana, pero que me resulta anecdotico en medio de una versión más de los peruanos que ofrendaron heroicamente con Don Miguel Grau, la vida en defensa de la patria, un dato que tiene que ver con la dieta de los ocupantes de la histórica nave.
En éste relato hay un dato que yo no conocía, que creo que tampoco lo consigna la historiografía peruana, pero que me resulta anecdotico en medio de una versión más de los peruanos que ofrendaron heroicamente con Don Miguel Grau, la vida en defensa de la patria, un dato que tiene que ver con la dieta de los ocupantes de la histórica nave.
"Imposible describir el aspecto que presentaba el Huáscar con aquel hacinamiento de escombros, como si hubiera sido sacudido por un violento terremoto, regueros de sangre, cadáveres que asomaban por las cofas y en el departamento de las máquinas, que se hallaban intactas, una oveja que balaba tristemente. Los prisioneros comenzaron a desfilar , ahí estaban representadas casi todas las naciones, entre ellos un francés que narraba los pormenores del combate y la muerte del almirante Grau, a quien una bala arrancó el brazo derecho y una bala pulverizo; y el segundo comandante Don Elías Aguirre, a quien otra bala de cañón rebano la cabeza por los dientes, como si hubiera sido por un mandoble; mientras Don Diego Ferre, el tercer jefe, sin lesión alguna aparente, manando sangre por narices y oído, caía dentro de la torre al lado de su compañero, el Teniente Primero Don Melitón Rodriguez.
Entre tanto en nuestras naves, fuera de unos pocos heridos, la única víctima fue, en el Cochrane, el Grumete Domingo Jhnoson, que era el acólito del Capellán señor Camilo Ortuzar y que expiro balbuceando el nombre de su madre.
A la mañana siguiente, el capellán celebraba en el puerto la primera misa, siguiendo luego las exequias, y dándose sepultura a todos los cadáveres, con los honores de ordenanza.
(*) "Testimonios de la Guerra del Pacífico"- Oscar Pinochet de la Barra, Editorial Andrés Bello, 265 Págs.
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