domingo, 28 de julio de 2019

N° 500 - ¿ ADELANTO DE ELECCIONES...

O CONTINUIDAD DE LA CRISIS?:


Este modesto blog es un esfuerzo personal de comunicación constante. Ese imaginario bastón de ciego con el que voy interpretando la realidad y amarrando palabras para expresar ideas sobre lo que veo y lo que siento; que llega a su N° 500 y que lo hace en una circunstancia especial para la historia del país en el que a pesar de sus sinsabores, siempre quise vivir y en el que espero que mis hijos dejen correr mis cenizas, para que se las lleve el mar, adelantando el olvido que es parte de la condición humana.

Y mi primera reflexión ante el discurso presidencial, es que habría que preguntarnos porque somos a pesar de tener doscientos años de vida republicana un país ingobernable. Porque desde los inicios  de la república no hemos podido consolidar una clase dirigente que construya una verdadera república y no tengamos solamente la imposición de una élite que encarna a través del tiempo -con diferentes actores y en diferentes circunstancias- los  intereses personales de esos criollos que se emanciparon de España para capturar el poder y administrar la hacienda pública a su antojo. Ese es finalmente el drama del Perú. El no saber entender el sentido y el valor de lo colectivo, el no articular un concepto de nación.

Somos un país de frases hechas que hablan de unidad, de una unidad que no existe. Un país que no entiende lo que son conceptos diferentes. Que la disminución de la pobreza, no implica disminuir la desigualdad. Que una cosa es cultura y otra civilización. Que en un país sin institucionalidad, el liberalismo, el neoliberalismo o el mercado, crean riqueza, disminuyen la pobreza pero no la desigualdad y terminan favoreciendo a unos en detrimento de otros y por eso se necesita un Estado que fiscalice. Un Estado  que no es por cierto ni por asomo, el Estado que tenemos hoy o que tuvimos antes. 

Somos en suma, un país en el que la institucionalidad o lo que llamamos "institucionalidad" por precaria que sea, siempre  ha incomodado  a nuestras élites políticas, que han terminado ahogándose en la mediocridad que han generado en un país al que no le han inculcado principios democráticos, valores éticos y morales, masas educadas, a punto tal que lo que se tenia de esos conceptos dentro del tejido social se ha ido perdiendo, como se han perdido lo que solía llamarse "partidos políticos", instituciones que ya no existen para dar paso a plataformas electorales guiadas por el mercantilismo, el oportunismo y la improvisación que los termina arrastrando al repudio y el rechazo del pueblo.

Más allá del análisis  constitucional de la iniciativa presidencial, el problema es que una nueva elección no va a "fortalecer la democracia", ni va a generar un cambio de la clase política, porque lo más probable es que se termine cambiando "mocos por babas", al no tener partidos políticos, ni líderes de solera, ni muchos políticos respetables y de a verdad. Por no haber formación de cuadros políticos y estar prácticamente tomados esto que llamamos "partidos políticos", por caciques o por mecenas a los que responden serviles, oportunistas, mediocres y pendejeretes de diverso cuño, que al igual que sus patrones solo buscan el poder por el poder, sin reconocer errores ni buscar cambiar formas y maneras que son caricaturas de democracia.

Es necesario  reinventarnos como país, tener voluntad política para apostar por cambiar y construir país. Se trata de encauzar a las generaciones que están naciendo o que están por nacer. Las que tenemos están perdidas, no saben quien es Grau, ni Valdelomar, no leen e ignoramos el camino correcto entre la inversión en educación y en tecnología y el desarrollo. Se ha instaurado en el Perú la "cultura del cartón" y tenemos un país donde "cualquier burro es doctor"  porque la  educación que tenemos es mala, la infraestructura es deficiente, nuestra visión de país es la de un botín y el concepto de nación no lo tenemos claro. 

Vizcarra termina buscando una salida propia de sus limitaciones, de su falta de liderazgo y de sus errores. Una salida que por su carácter plebiscitario nos puede regresar a seguir chapoteando en el fango. El problema es que somos un país que prioriza el "que algo cambie para que todo siga igual".  Que seguimos mirándonos entre nosotros por debajo del hombro. Que no hemos superado nuestras taras históricas. Que seguimos creyendo que el futbol nos une o que la gastronomía nos distingue y preferimos el CV antes que la historia colectiva. Desdeñando la educación, el formar ciudadanos, el construir una nación. La mera verdad es que no somos firmes, ni felices ni estamos unidos. Es nuestra responsabilidad. Aunque el lema de "Firme y Feliz por la Unión" lo hayamos escrito hace 200 años. 


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