Este es un país que vive un gran drama nacional. Ante la falta de institucionalidad busca un caudillo y como no lo tiene, lo trata de inventar o de recrear y no puede. Fernando Belaunde, Haya de la Torre o Luis Bedoya Reyes -por citar a los grandes políticos que conoció mi generación- son una especie en extinción y García -más allá de sus excrecencias- prefirió la vanidad del poder a la solera y el respeto del patricio y termina chamuscando su lugar en ese podio. Ollanta Humala -como Alejandro Toledo no cuentan- el Comandante en lugar de caudillo resulto un caricatura, un subordinado de su mujer y Alejandro Toledo confundió el histrionismo político con la visión de Estado y se perdió en sus contradicciones y en sus venalidades.
En un país donde la clase política es un simple accidente y los partidos políticos un registro del JNE; Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynsky, están lejos de ser llamados "caudillos". Solo dan la talla para ser llamados "Candidatos Presidenciales" -a tientas y a secas- porque resultan personajes anodinos, que no despiertan ilusión ni esperanza; Son gente que resulta aburrida, que no encandila, que no genera compromiso, ni la incondicionalidad ni la pasión propia de los que enseñan a mirar la política como un acto de fe.
Y en ese escenario donde lo que hay es una sociedad que no tiene conciencia del valor de lo colectivo ni memoria histórica. Porque lo que prima es la individualidad. Porque la improvisación, la pendejada, el oportunismo y la mediocridad son una manera de ser del peruano que gira entre el pesimismo y el optimismo o el triunfalismo desbordado -por el que pretendemos llegar "matemáticamente" a un mundial hace más de treinta años- pues el peruano ha priorizado el pragmatismo ramplón y perdido el respeto por la intelectualidad, por la decencia política, por las formas y maneras democráticas; por los valores y los principios. Y hoy por todo lo anterior, la educación es el Rubicón que castra nuestro desarrollo como nación, porque como no hay una buena educación, somos una sociedad masificada por el punto común, donde se separa la educación pública de la privada y se ignora la cultura.
Y en el caso concreto de la educación, estamos frente a una educación que tiene abismales distancias entre lo publico y lo privado y que a su vez tiene grandes diferencias, entre lo que es una educación privada para los pobres y la educación privada para los ricos. Y en esa búsqueda de encontrarnos con el futuro, hemos perdido el valor de la universidad para convertirla en un cartón que genere status, dinero y oportunidades de trabajo; con pensiones de a "cien lucas"; con profesores que ni son maestros ni dan cátedra y que repiten lo que dicen los libros y los cursos por correspondencia, porque titular gente en el Perú -a diferencia de lo que dice y pretende hacer Hernando De Soto con relación a los predios- no es "formalizar" sino que es un negocio rentable.
Y en ese precario tabladillo donde en cada elección, escenificamos la suerte del Perú por los próximos cinco años, estamos a punto de convertirnos en un país sin historia, porque un país que niega o ignora su pasado, no tiene posibilidad de futuro; si claudica frente a la dignidad, a los valores y a los principios por la que se sacrificaron sus hijos en el tiempo. Si se esconde candorosamente la cabeza en la tierra, frente a las pillerias, a la corrupción y al delito.
Cuando solo el presente es lo que cuenta; el oportunismo, el dinero, la coyuntura, la mentira, el embuste y el engaño son los que se hacen del poder. Y lo concreto y lo real, es que no hay crecimiento económico, reducción de la pobreza, obra de infraestructura significativa que construya país, si no cambia la mentalidad del hombre peruano. Si no nos preocupamos por crear conciencia de nuestras carencias éticas, de nuestra falta de valores y principios de diverso cuño; si no tomamos conciencia de construir un concepto de nación y hacer conciencia del valor de lo colectivo.
Si esta tragedia nos envuelve, terminaremos como una republiqueta que reivindica indignamente el pasado vergonzante. Y arrepintiéndonos como siempre, de ser un "Estado fallido", cuando es demasiado tarde.
Cuando solo el presente es lo que cuenta; el oportunismo, el dinero, la coyuntura, la mentira, el embuste y el engaño son los que se hacen del poder. Y lo concreto y lo real, es que no hay crecimiento económico, reducción de la pobreza, obra de infraestructura significativa que construya país, si no cambia la mentalidad del hombre peruano. Si no nos preocupamos por crear conciencia de nuestras carencias éticas, de nuestra falta de valores y principios de diverso cuño; si no tomamos conciencia de construir un concepto de nación y hacer conciencia del valor de lo colectivo.
Si esta tragedia nos envuelve, terminaremos como una republiqueta que reivindica indignamente el pasado vergonzante. Y arrepintiéndonos como siempre, de ser un "Estado fallido", cuando es demasiado tarde.