Este es un país con una muy acentuada cultura de la impunidad; un país donde la costumbre es sacarle la vuelta a la ley. Un país en el que antes que valores, que principios o de que prevalezca la verdad; lo que se busca es que la mentira parezca real, que el interés personal o de grupo sea el que prevalezca. Un país así, con una gran desigualdad y con mayorías o masas ignorantes y sin cultura cívica ni política, lo que trasluce es que hay ciudadanos de primera y de segunda clase. En ese contexto, la mayoría nacionalista-toledista, predicando con el ejemplo, dio ayer en el Congreso de la República, una clase maestra de como desde las altas esferas del poder, se puede convertir lo blanco en negro y gracias a un artificio legal, a una leguleyada, obtener un respaldo al gabinete que no es tal, porque las abstenciones fueron mayores que los votos a favor del respaldo; pero como un puñado de nacionalista votaron en contra del respaldo a su propio gabinete, hicieron que los votos a favor, fueron mayores que los votos en contra, dejando sin piso a las abstenciones y obteniendo numéricamente el "voto de confianza", por más que estos votos fueran más que los votos (a favor y en contra juntos) de los nacionalistas.
El voto de abstención de la mayoría en el Congreso, tiene que ver fundamentalmente con la falta de liderazgo del Presidente de la República, con la excesiva dependencia a su mujer, lo que hace que co-gobiernen juntos o mejor dicho que se perciba que ella es la que manda, ordena y dispone. Es decir que ella es la que gobierna. Tiene que ver con el aumento de los sueldos de los ministros, con las licencias y privilegios de Antauro Humala.
Pero quienes pensaban que esta real falta de confianza al gabinete y la percepción de la calle contraria al gobierno que se refleja en las encuestas, podía significar una rectificación política del régimen. Un nuevo gabinete, un gabinete de concertación y un menor protagonismo e intervención de Nadine Heredia en el poder, se equivocaron. Ollanta "ehhhhhh" Humala, sin el menor criterio, de una manera absurda, soberbia y con una torpeza política inaceptable, afirma que "la crisis del gabinete no tiene nada que ver con Nadine Heredia". Un hecho que ignora el ruido de la calle, que le falta el respeto al ciudadano común y lo subestima; como si lo único que cuenta en política es el poder y la precaria institucionalidad que tenemos. Y lo que pide es que el Congreso defina el respaldo al gabinete.
Y lo que viene después -el lunes- es una nueva votación porque a pesar de la leguleya, la impericia y la torpeza de Otarola, hicieron que (contrario a sus intereses) no se diera por válido el escrutinio. Y la gran incógnita frente a esta nueva votación, es saber si la oposición que se ha articulado alrededor del protagonismo y la usurpación del poder por parte de la mujer de Humala, va a votar esta vez, por el no o van a mantener la abstención, para que su no termine siendo si; para no perder la chamba. Y para que algo cambie, para que todo siga igual.
Estamos frente a un poder presidencial que fuera de su mujer como "Candil de la calle y oscuridad de su casa" se muestra autoritario, soberbio, indolente y sin la menor posibilidad de rectificación o concertación. El Cachaco que todos temíamos en Humala, parece asomarse por el marco de la puerta que nos regresa a ese pasado que nos vuelve a la normalidad. El pobre hombre dependiente y mandoneado por la mujer con quien co-gobierna, se resiste a morir porque él gobierna menos.
Este es un país pintoresco, folkloricamente irredento. Cuando parece construirse o mejor dicho reconstruirse, lo terminan destruyendo la mediocridad, la mezquindad, las raterías, la corrupción y la demagogia. Ingresado el Siglo XXI, tenemos una nueva plaga. Un pobre hombre dominado emocional y psicológica por su mujer, que a pesar que ostenta el poder supremo de la nación, ignora no solo lo que es el respeto a si mismo. Ignora la dignidad del cargo que ocupa y nos convierte en una de esas repúblicas bananeras o africanas con las que tenemos tantas cosas en común.
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