LA TÍA GLORIA CUMPLE AÑOS:
Comenzando a leer el libro de Jeremías Gamboa "CONTARLO TODO" que en realidad se titula "El día de contarlo todo", me pongo a pensar en las limitaciones culturales de nuestro país, para promover la literatura, los escritores, el arte y todo tipo de manifestación cultural, porque aunque tengamos un Ministerio de Cultura, este no tiene presupuesto y lo que no hay es plata para sostener en el tiempo políticas culturales de Estado. En ese contexto, me viene también a la memoria, que este muchacho Jeremías Gamboa, salió de este país para hacerse una carrera como escritor y finalmente gracias a su talento y a las oportunidades de una sociedad que lee, la termino haciendo.
Mientras me voy introduciendo en la novela, se me ocurre tomar prestado el titulo de su novela: porque este es mi blog, es mi espacio para comunicar lo que pienso y lo que siento. Y puedo así escribir de política, de literatura y de acontecimientos en la vida de mi familia, como el cumpleaños de la Tía Gloria, que es el buque insignia de los Navarrete, porque es la única hermana de mi madre que queda ya.
Cuando ella vivía en Tumbes, donde era maestra, yo solía escribirle largas cartas contándole sobre lo que hacía y pidiéndole que mande camarones y langostinos, que me gustaban mucho; cartas que cuando me las devolvió, me recordaron ese poema de Enrique Peña sobre "Las Canciones de Rinono y Papagil" de Luis del Valle Goicochea, un poeta trujillano que descubrí en los inicios de mi vida universitaria y que cuando lo compartí con mi padre, era por coincidencia un personaje que había conocido cuando trabajaba en Parcoy.
Rinono canta conmigo
para que te oiga la rarra
vuelan flores y rayitos
de papel por la mañana....
La Tía Gloria era con la Tía Chana, las menores hermanas de mi madre, pero las más cercanas; siempre quisieron vivir cerca de ella y en las fiestas de navidad -en los finales de los setentas y principios de los ochentas sobre todo- como la que se viene, la pasaban en mi casa, con sus hijos que eran menores que yo y niños en ese entonces. Para una familia un poco aburrida como la mía, ese sabor de los niños era necesario y por eso siempre los hijos de las hermanas de mi mamá estaban "prestados" en casa. Yo le escribía y escribía siempre a la Tía Gloria cuando vivía en Tumbes, cartas que iban en FAUCETT o al menos eso era lo que yo pensaba a mis seis años, imaginándome el avión llevando mis cartas, misivas que hoy conservo y que al leerlas de adulto, me han llevado reiteradamente al embrujo musical del poema de Peña:
Papagil esta esperando
en la puerta de la casa
y en la espera se le vuelve
flor, espuma, nube, el alma....
Yo escribía y escribía: "Tía Gloria me dio sarampión. Mándame esos chocolates de pelotita ecuatorianos. Mi mamá me compro las orejas de Micky Mouse". Esas cartas en mis manos, que se fueron en esos tiempos, según yo, siempre por FAUCETT, en realidad no se fueron siempre así, las llevaba mi abuela que una vez encontró una parte de un boleto de un sorteo que le faltaba de ACE en Tumbes y salió fotografiada en el periódico. La abuela Luisa, que hacía muñecas de dos cabezas, era una mujer callada como mi madre.
Las cartas no me voy a cansar de repetirlo como loro, han tenido entre líneas, la música de los versos de Enrique Peña, que no es el Presidente de México, ni mi siempre recordado y querido Enrique Peña, patriarca de la familia Peña Villarreal, de Iztapalapa, en el DF, a quienes siempre tengo en el corazón. Enrique Peña Barnechea fue un poeta vanguardista, de la misma generación de Martín Adán y César Moro. Las cartas déjenme decirlo, iban también como telegrama, algo que ya no existe pero que era común hace un chingo de años. El correo de donde se enviaban, estaba en Pueblo Libre al costado del Museo de Antropología y con el Nano y el Chulín, mis primos hermanos que fueron en mi infancia como mis hermanos, íbamos allí. Un solo o un sol cincuenta costaba el telegrama a Tumbes creo.
Las cartas no me voy a cansar de repetirlo como loro, han tenido entre líneas, la música de los versos de Enrique Peña, que no es el Presidente de México, ni mi siempre recordado y querido Enrique Peña, patriarca de la familia Peña Villarreal, de Iztapalapa, en el DF, a quienes siempre tengo en el corazón. Enrique Peña Barnechea fue un poeta vanguardista, de la misma generación de Martín Adán y César Moro. Las cartas déjenme decirlo, iban también como telegrama, algo que ya no existe pero que era común hace un chingo de años. El correo de donde se enviaban, estaba en Pueblo Libre al costado del Museo de Antropología y con el Nano y el Chulín, mis primos hermanos que fueron en mi infancia como mis hermanos, íbamos allí. Un solo o un sol cincuenta costaba el telegrama a Tumbes creo.
Papagil arrugadito
en la puerta de la casa
y son sus ochenta años
ochenta hormiguitas blancas.
El aire se vuelve azahar
-boda azul de las naranjas-
la luna sera esta noche
una mariposa blanca.
La mariposa una estrella
y la estrella una manzana
y la manzana Rinono
en la mano de la Rarra.
La Tía Gloria tiene un merito muy grande. Se quedo viuda muy joven con cuatro hijos chicos y los saco a todos adelante, a fuerza de temple y de esfuerzo hizo su casa y por eso me hace feliz verla entre ellos, grandes y exitosos, prodigándole amor. Con su esposo, con el Tío Lucho, a quien quise muuucho, nos íbamos a la Copa Perú -cuando era la Copa Perú, una verdadera fiesta provinciana y había un equipo de Huancayo, el Ocopilla que era un equipo de puros morenos- él como buen tumbesino, alentaba a los equipos del norte.
Recuerdo a los Diablos Rojos de Chiclín y a un puntero chiquito de ese equipo, de un dribbling endemoniado como el nombre del equipo: Chicamero Quispe se llamaba. Nos íbamos también a ver a Roberto Davila peleando con Willy de la Cruz, para quitarse entre ellos el titulo nacional de los pesos pesados; esto era cuando el box se hacía en el Coliseo Cerrado del Puente del Ejército. En esas épocas había también temporadas internacionales de fútbol y mi Tío Lucho llevaba a mi primo (a su hijo mayor Lucho) con la provisión de frutas, galletas, chocolates y canchita, que le preparaba la Tía Gloria y que lamentablemente solo le alcanzaba para el preliminar del triplete, por lo que Lucho recibía de su padre una provisión adicional de golosinas diversas, que finalmente creo que le importaban más que el partido.
Recuerdo a los Diablos Rojos de Chiclín y a un puntero chiquito de ese equipo, de un dribbling endemoniado como el nombre del equipo: Chicamero Quispe se llamaba. Nos íbamos también a ver a Roberto Davila peleando con Willy de la Cruz, para quitarse entre ellos el titulo nacional de los pesos pesados; esto era cuando el box se hacía en el Coliseo Cerrado del Puente del Ejército. En esas épocas había también temporadas internacionales de fútbol y mi Tío Lucho llevaba a mi primo (a su hijo mayor Lucho) con la provisión de frutas, galletas, chocolates y canchita, que le preparaba la Tía Gloria y que lamentablemente solo le alcanzaba para el preliminar del triplete, por lo que Lucho recibía de su padre una provisión adicional de golosinas diversas, que finalmente creo que le importaban más que el partido.
Por saberlo Papagil
está desde la alborada
sentadito en una estera
a la puerta de su casa......
Espero que la Tía Gloria no se enoje, por escribir que no vi a los Mariachis -porque tuvimos que ir a la graduación de mi hijo- por escribir que la parrillada estaba rica. Que no se enoje o se escandalice por escribir yo intimidades, porque al final eso son estos textos; ya que yo no necesito decirle que la quiero; ella lo sabe, lo ha sabido por mis cartas: "Tía Gloria, que lo operaron al Chulín le contaba, que mi papá me llevo al zoológico de Barranco".
Y cuando el cura y demás
vecinos dicen que pasa
Papagil pone a sus labios
un candadito de plata.
Entre nos, no creo que se enoje porque este es mi blog; porque este es el espacio donde anudo mis sentimientos, mis pensamientos, mis emociones. Y me hubiera gustado que la Maricucha, mi madre, viera estas líneas, mientras yo le leía un poema de Luis del Valle Goicochea, que es un poeta poco conocido y del que aquí hablo sin hablar. Porque éste es el único lugar que como el libro de Jeremías Gamboa puedo contarlo todo.
Si hubieras oído madre
lo que ha estado diciendo
este juancito Juan, de Papagil
¿Que te lo digo quieres?. Sabes, me da miedo
Eso no se puede repetir
¡Que dira si lo llega
a saber Papagil!
¿Te lo digo?. No ¿No te lo digo?
Te lo digo: Sí:
-Sabes: Decía. - Despacito no lo vaya
a oír Papagil-
decía:
to-ron-jil
pa-pa-gil
pe-re-jil
Y se reía. madre.
LUIS DEL VALLE GOICOCHEA
lo que ha estado diciendo
este juancito Juan, de Papagil
¿Que te lo digo quieres?. Sabes, me da miedo
Eso no se puede repetir
¡Que dira si lo llega
a saber Papagil!
¿Te lo digo?. No ¿No te lo digo?
Te lo digo: Sí:
-Sabes: Decía. - Despacito no lo vaya
a oír Papagil-
decía:
to-ron-jil
pa-pa-gil
pe-re-jil
Y se reía. madre.
LUIS DEL VALLE GOICOCHEA
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