sábado, 26 de octubre de 2013

N° 315 - REFLEXIONES SOBRE EL PODER



Que el histrionico cinismo de Alejandro Toledo, subestime la inteligencia ajena y el sentido común y que jugando sus cartas en función de la ignorancia, de la indiferencia del pueblo y de la impunidad que da el poder, termine todo esto siendo un patético espectáculo, es penoso. Que el foto montaje que ilustra este artículo, tenga mucha acogida en internet, porque habla de la necesidad de justicia frente a enriquecimientos ilícitos de los tres últimos gobernantes del Perú, es lamentable. Que un reportaje de PUNTO FINAL de Canal 2 (que igualmente insertamos en éste artículo) pruebe que el ciudadano común y corriente de estos predios, no sostenga frente al poder y al poderoso, su rechazo y lo que piensa de él en privado; nos muestran -más allá de una sociedad históricamente oprimida, sumisa, poco contestataria, acostumbrada a hablar siempre a espaldas o ha hablar a media voz- esa dialéctica existente  entre el que tiene poder y el que no lo tiene de la que hablaba Carl Schmitt, en un memorable ensayo cuya lectura recomiendo (*).

Queda claro, que en un sistema democrático, el poder que un hombre ejerce frente a otros hombres, proviene de ellos mismos a través de las elecciones, a través del voto popular. Que hay demagogos y fariseos, de esos que abundan en la política peruana, que aluden a dios para explicar su cuota de poder o su elección como congresista, porque en un país de cucufatos y de gente que le gusta que le mientan o que le engañen, ese dios de utilería, sirve para ganar votos, para engatusar incautos y  para ser garantía de una verdad que rápidamente se evapora  y se convierte en farsa y que sirve para hacer de la política un ejercicio de electoral ficción, en el que algo cambia para que todo siga igual. Una realidad frente a la  que los ciudadanos de a pie, renegamos, maldecimos y despotricamos, descontentos por una política basada en el punto común,  llena de gente mediocre, sin partidos, sin institucionalidad, sin capacidad para construir un concepto de nación.

Pero el mayor gran problema de éste país, es que el rechazo a la clase política, no implica la participación activa de la sociedad para reconstruir y confrontar el sistema político que se impugna y con ello hacer una democracia  de mejor nivel, más participativa y funcional; con lo cual, la política se convierte (por el mantenimiento del statu quo) en una actividad de élites, marcada por la mediocridad, por la demagogia y el oportunismo; y esto porque los mejores cuadros de la sociedad están fuera de los partidos políticos. 

Y frente a lo anteriormente expuesto, creo yo que esta el gran error de gonfalonear demagógica y triunfalistamente, la existencia de una gran clase media basada solo en criterios económicos y no en función de valores culturales y educativos, que son los que generan conciencia, espíritu crítico, actitud y voluntad para desarrollar y conducir a las masas y para generar una dinámica social que se exprese políticamente de diversas formas, variando el inmovilismo político existente por el que solo un pequeño porcentaje de la sociedad hace politica militante.  De nada sirve crecer o reducir la pobreza sin una  visión de país, sin una nueva clase dirigente. Hipotecarnos a las caricaturas de partidos que hay hoy en día, mantener al perfil de político de la hora presente, solo nos garantiza regresar en cualquier momento, al mismo lugar que creemos haber dejado atrás, de inflaciones, poco crecimiento, devaluaciones, etc.

En esta crisis de legitimidad, por la que nos parece normal que se mienta, que el país sea visto como una chacra, que el presidente dependa o necesite de su mujer para gobernar o que la corrupción sea parte de nuestra vida diaria; esa relación, esa dialéctica entre deberes y derechos, entre autoridad y obediencia, hace crisis, Hace que el Estado no exista, que los conflictos sociales emerjan, que la justicia popular  se imponga y sea aceptada como parte de una legalidad que nace de códigos culturales inaceptables hoy en día y que deberían más bien ser sancionados. Es en este contexto, que el poder  se desgasta rápidamente, porque el ejercicio criollo del poder lo termina caricaturizando y no genera consenso. Al no generar consenso, el poder se debilita y se pierde en los vericuetos de los círculos internos que rodena e influyen en los actores políticos, en los poderosos y que estan marcados por intereses personales o particulares. 

Necesitamos confrontar las formas y maneras de hacer política, necesitamos reconstruir la política  y combatir y arrinconar a esas élites que monopolizan hoy la política criolla, con sus incondicionales, sus oportunistas y los mediocres de siempre, que creen que una elección sigue ganándose con pisco y butifarra, que sin ideas y sin visión, hablan de política y del país con la autoridad del demagogo y del ignorante. El país se merece que el desarrollo y la inclusión no sean simples ilusiones ópticas o aves de paso. El país se merece una mejor clase dirigente.

(*) DIÁLOGO SOBRE EL PODER Y EL ACCESO AL PODEROSO. Carl Schmitt., 1954.




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