¿UNA FIESTA NACIONAL O UNA FIESTA INDIVIDUAL?
Yo amo este país, yo decidí desde niño vivir y morir en él, me la jugué por disfrutarlo y por padecerlo, por luchar quijotescamente desde mi modesto oficio de abogado, contra la mediocridad, contra el poder que tuerce la verdad, la ley y la dignidad de la gente. Contra el servilismo que encumbra y acomoda a los pillos. Aquí están mis muertos y mi historia. Aquí se mezclan las historias de quienes le dieron color a mi sangre, la del ancestro negro, la del bisabuelo francés o la de la abuela mexicana. Esta no es finalmente una biografía `personal, es la historia común de todos los peruanos, es el mestizaje del que siempre se habla y del que hablaran los hijos de nuestros nietos.
Por eso es que ya no hay partidos sino membretes políticos en los que cada quien se va por la libre, busca encajar con demagogia y oportunismo un proyecto personal. Por eso es que tampoco hay interés en construirlo o reconstruir los partidos; porque afectan el interes de las cúpulas que terminan en una suerte de usurpación electoral del poder (pues simplemente rotan en los cargos) de instituciones que deberían buscar el poder para ejercerlo en beneficio de todos, pero que terminan quedándose simplemente en el "business of rule" o en el negocio del gobierno.
No hay en el Perú históricamente, ni hoy ni ayer, un concepto de lo nacional, un sentido de lo social y del valor de lo colectivo. No hemos podido articular una identidad nacional estable, articulada, coherente; nos interesa un pito si roban al estado pero nos arañamos si nos tocan nuestro patrimonio o nuestro peculio; no podemos ponernos de acuerdo en temas que tienen que ver con lo que es de todos porque defendemos intereses y cuitas personales, entre otras cosas porque la ley esta simplemente en el papel y como se aplica en función de las personas, el poder se neutraliza con la grita y con la turbamulta de gobiernos que como en la realidad no representan un estado, una nación; confunden temerosamente, autoridad con autoritarismo. Por eso anclados en el tiempo recurrimos a la intervención de los dioses para llegar a consensos y convocamos a los sumos sacerdotes para que traigan la lluvia y sirvan de mediadores y de interlocutores válidos. En el contexto anteriormente descrito, esta termina siendo una fiesta de la patria chica, una fiesta de la relación de pequeñas cosmovisiones con una mayor que tiene aspecto comunes y elementos aglutinadores (la expresión cultural) que se tiende a llamar nación sin específicamente serlo. En ese contexto solo cabe esperar de cara al BICENTENARIO, que los dioses nos sean propicios para construir una nación, algo dificil sin partidos políticos y sin liderazgos de solera con visión de futuro, que entiendan finalmente la necesidad de llevar adelante las grandes reformas que necesita el Perú y que partan de la definición hegeliana de Estado como "la actualización de la idea ética" en un país donde los valores no cuentan mucho.
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