
FARISEISMO, DEMAGOGIA Y POLÍTICA.-
El que escribe estas líneas es católico, apostólico e hincha del glorioso Sport Boys del Callao. A tenor de mi declaración anterior, queda claro que creo en el Dios de mis padres y en el que me inculcaron los Hermanos de La Salle, aunque crea también en la bondad, la tolerancia y el amor de su santidad el Dalai Lama y no crea en eso de la infalibilidad del Papa y me resulte además inconcebible que un personaje como Cipriani sea "Cardenal Primado" y por tanto, representante del Nuestro Señor en éstas tierras. La citada designación, lo que prueba que el Supremo Creador nos tiene olvidados o al menos nos nigunea. Y esto porque enviarnos como "Embajador" en nuestro país, a un fulano que en cada política y polémica declaración, saca la cola, muestra los cachos y huele a azufre; es sin lugar a dudas una desgracia, no solo porque la imagen de bondad, de espiritualidad y de amor no la encuentro por ningún lado (como millones de feligreses) en tan polémico sacerdote, sino porque con un tipo como Cipriani a la cabeza de la Iglesia Católica, los "tránsfugas religiosos" deben aumentar de manera geométrica, cosa que es comprensible.
Y a pesar de que el Estado Peruano es laico, los políticos siempre han reconocido y se han valido del poder de la Iglesia Católica para sus fines político electorales o de coyuntura. En el Perú una iglesia conservadora siempre ha estado cercana al poder de turno. Yo recuerdo por ejemplo, que Landazuri fue belaundista con Belaunde y velasquista con Velazco, de la misma manera que Cipriani fue un fujimorista de los duros, al que hoy Alan Garcia reverencia y besa con la misma devoción e histrionismo con el que se dirige a las masas (a las que al final de cuentas va también dirigido el ósculo a la mano de Cipriani) que cree manipular a su antojo.
En ese escenario, en el mes morado, en el mes de Octubre, García se enfunda su hábito y promulga en medio de la procesión, la Ley 29602 que consagra al Señor de los Milagros como "Patrono de la Espiritualidad Religiosa Católica del Perú" y aprovecha para pasar a su último vástago frente a las andas. Y ante tan grosera muestra de soberana hipocresía y de fariseismo, uno tiene que protestar porque el costo beneficio de la ley no existe y porque la exposición de motivos es indiscutiblemente absurda. La fe en el Cristo de Pachacamilla no necesita reconocerse ni por ley ni por decreto. Lo que aquí se ha buscado es el gesto, la pose, el pegarla ante la platea de fervoroso católico, de devoto contrito y confeso, de presidente santurrón. Así el ascetismo, la humildad y el catolicismo de García, lo hacen lo humanamente divino para que el resto de mortales podamos enteder, las razones por las que con su regordeta humanidad, el Presidente puede cachetear al prójimo que lo ofende, mentir y estar cerca del dios en él que el cree. Un dios hecho a su imagen y semejanza. Un dios que Alan cree (en su yo interior) que conocedor de la divinidad del gobernante, de seguro lo va a perdonar. Y lo va a sentar a su diestra cuando se petatee.
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