
"UN CACHETADON.........
Y REGRESO EL 2016"
Para quienes en su momento dudaron que era cierto ese asunto del litio, asunto que dicho sea de paso le costo el destierro a Jaime Bayly; hay dos incidentes posteriores, que son prueba clara de la agresividad, del desequilibrio emocional y la intolerancia del Presidente Constitucional de la República del Perú, Señor Doctor Don Alan García Pérez: La recordada patada del mandatario a Jesús Lora en un mitin de la CGTP, porque le impedía el paso y le quitaba protagonismo y la reciente agresión, el pasado fin de semana en el Hospital Rebagliati, al joven del programa de Voluntarios Kúrame, Richard Gálvez, por el solo hecho de llamarlo "corrupto".
Si uno junta esos dos episodios del líder aprista, si los suma a aquellas soberbias declaraciones en las que sin rubor afirma por ejemplo, que el puede impedir que alguien sea Presidente (y que lo ha demostrado) si añade gestos, actitudes y otras declaraciones sigulares en las que lo que prima es el complejo adánico, la falsa modestia, la hipocresía y la falsedad del doble discurso del político articulado de verbo fácil o finalmente, el figuretismo que representan sus muy singulares, ridículos y grotescos pasos de baile; lo que tenemos al frente, es una personalidad agresiva encubierta, una psicopatía narcisista. Uno de los grandes males de los políticos criollos, acostumbrados en la mediocridad de los partidos y sus entornos, a mirarse al espejo, a hablar consigo mismo o a rodearse de gente que le siga la corriente; a tener siempre la razón o finalmente a imponerla. A escuchar el halago interesado y no la crítica, a esperar el aplauso y no la pifia o el abucheo.
García es un tipo inmaduro emocionalmente, de personalidad arrogante, al que la juventud y el éxito, lo convierten en un obsesionado por el poder, de allí que quiera un tercer mandato presidencial. El líder aprista es un hombre que se sabe importante, que se siente por encima del común de los mortales y por ende de los políticos de su partido y de su país, a quienes subestimandolos cree que puede manejar o manipular. Eso es lo que le paso con Fujimori. Alan ayudo al "chinito" a llegar al poder pensando que iba a seguir gobernando y el tiro le salió por la culata. Como es incapaz de reconocer errores y de ponerse en los zapatos del prójimo (ya que solo ve su interés personal) García cree ahora que lo mismo que quiso hacer con Fujimori, lo puede hacer ahora con Castañeda y por eso lo llama "mi candidato" , en desmedro de un hombre de su propio partido como Velasquez Quesquen. Y esto porque como la única estrella aprista que debe brillar en el firmamento es la de él, el próximo Presidente del Perú no puede ni debe ser otro aprista.
Alan García es un político inteligente y exitoso, un hombre que llego joven a la Presidencia de la República con el pasivo de lo negativo que eso representa, un personaje que por su oratoria y sus calidades personales, se convirtió en líder indiscutible de APRA post Haya de la Torre y en ese sentido la necesidad de verse admirado y aprobado es grande. En el escenario anteriormente descrito, es entendible su hepática reacción ante la crítica y el cuestionamiento. La cachetada del Presidente al joven Gálvez es mas allá que la traición del inconsciente, un hecho patéticamente negado (no reconoce la agresión y simplemente dice que lo mando al carajo) que por más que lo oculte la prensa, merece ser analizado y evaluado politicamente, en un país donde los caudillos que son ahora de medio pelo, quieren ser Pierolas de barro con montoneras de utiilería.
El problema es que el García narcisista del 2016 (si todavía sigue vivo) es un peligro para el país. No solo por su complejo adánico y su equivocada visión de que es necesario e insustituible para escribir la historia actual del Perú, sino porque estará más viejo y por tanto será más caprichoso y testarudo en sus equivocadas percepciones. Adicionalmente a ello, su narcisismo puede devolvernos al escenario de 1985, fantaseando con ese país del primer mundo del que estamos lejos, acentuando su doble discurso, es decir esa diferencia entre lo que se dice y se hace; dejando salir esa furia narcisística que se expresa en patadas y en cachetadones ante una realidad que la demagogia no pueda en ese entonces ocultar ante un proyecto agotado en ideas; para trocarla en actitudes autoritarias y dictatoriales propias de épocas ya superadas. En un país como este, sin institucionalidad, con una democracia tan precaria. En un país donde lo que vale es el poder y las relaciones, donde no hay un sentido de lo colectivo, un dios es peligroso. No convirtamos en eso, a un hombre tan humano y tan emocionalmente inmaduro como Alan García.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario