lunes, 19 de abril de 2010

N° 105 - APAGANDO EL INCENDIO DE LA CORRUPCION



EN EL PERÚ
HAY CORRUPCIÓN
HASTA EN LOS BOMBEROS



Las primeras planas de los diarios ponen en estos días como protagonista de la noticia al Congresista, Ex Primer Ministro y Secretario General del partido de gobierno, Dr. Jorge Del Castillo Gálvez. El Dr. Jorge Del Castillo, que es considerado para muchos y desde el principio del régimen, como el Candidato Presidencial del APRA en el 2011; no solo esta comprometido en diversos enjuagues, trinquetes y negociados políticos del actual gobierno de Alan García conjuntamente con otros pintorescos y connotados líderes apristas; la principal denuncia en su contra, es que el robo los USB que servían para probar la vinculación con actos de corrupción en el escándalo petrolero lo favorece, existiendo por denuncia de Gisellle Gianotti claros indicios de su directa participación en el hecho. En realidad en este país, las pruebas para incriminar a los poderosos en actos de corrupción (o a los corruptos para ser más exactos) siempre se pierden o mejor dicho se las salen robando. Así sucedió en el pasado reciente con los wladivideos que comprometían a Vocales Supremos, a un banquero (que colabora en todas las campañas políticas y con todos los candidatos) y con otros importantes dirigentes políticos, que se reunieron con Montesinos y que desde su cargo en el gobierno de Toledo, movieron los resortes del poder para que su imagen quede limpia e inmaculada como la sonrisa con la que saludan al electarado.


Y cuando uno ve que en el Perú, desde el ejercicio del poder o de la autoridad -la costumbre, la mecánica y el estilo, es castigar los actos de corrupción ajenos y encubrir los propios o los del los amigos- lo que queda claro, es que ser corrupto en este país es un hecho cultural, un practica social extendida en los círculos de la política, de los partidos y del poder en el Perú; una manera de relacionarse en sociedad, de obtener objetivos propios, personales o de grupo. Un elemento íntimamente ligado a la relatividad con la que se conceptúan valores y principios en nuestra cultura, en la que el ser corrupto no es necesariamente malo per se, sino negativo e hipocritamente repudiable, en función de que se descubra el velo del hecho que lo cobija. Así la corrupción del enemigo político es criticable y la del compañero de partido una calumnia, una mentira y una infamia que hay que defender como sea.

En el contexto anteriormente descrito, en el que las políticas anticorrupción, no son para todos por igual, sino para aplicarse en función de intereses o amigazgos; las monsergas moralizadoras son pura demagogia y el ejercicio del poder termina siendo corrupto, porque lo que busca es la impunidad frente al delito o a la infracción que malogre la imagen de lo que no se es. Porque en el alma nacional lo que prima es el sacar ventaja, el joder al prójimo, el ser individualista en lugar de ser solidario. Porque el peruano está acostumbrado a pensar primero en él, segundo en él y tercero en él. Una realidad que hace que desde la perspectiva social del ejercicio del poder (y de la corrupción como un hecho cultural ampliamente documentado en la historia del Perú) no solo se acentúen las diferencias de diverso tipo, sino que toda política o institución creada para combatir la corrupción, éste condenada al fracaso o termine en el descrédito y en la ineficacia.


Si desde la política, los políticos y los partidos; si desde la sociedad civil y el empresariado, no se forman y se imponen valores y principios sobre la honestidad, la decencia, la dignidad y dignificación, no solo de asumir el costo de los errores, sino de sancionar a quien comete actos de corrupción (sea quien sea) las políticas anticorrupción serán simplemente buenas intenciones y los discursos anticorrupción, retórica, demagogia y efectismo. El caso Del Castillo y la lógica frente a un tema que no puede cubrir su escénica indignación; la liberación de Crousillat y el cinismo de Pastor; la negativa de Nadine Heredia y hasta casos como el del CUERPO GENERAL DE BOMBEROS VOLUNTARIOS DEL PERÚ -donde las cúpulas dirigenciales se han enriquecido ilícitamente y han lucrado con los recursos de la institución en provecho propio, ante la decidía de las autoridades y el silencio de la gran prensa; a pesar de haber sentencias ejecutoriadas y procesos judiciales en trámite que merecen ser seguidos por la ciudadanía- deben significar una actitud confrontacional, una verdadera revolución moral, el emplazamiento a las cúpulas o a los grupos de poder por parte de la ciudadanía, en un contexto donde los medios de comunicación terminan cumpliendo el papel de fiscalización y control que tendrían que desarrollar algunas especializadas instituciones del Estado. El silencio, la indiferencia y la pasividad solo harán que en un país con tanto avivato de nada sirva el crecimiento económico. Que lo que finalmente existan son políticas para la impunidad de la corrupción y no políticas anticorrupción. Medidas que cada gobierno inventa y que en realidad finalmente no sirvan para nada.


(*) Para mayor información de la corrupción en el CUERPO GENERAL DE BOMBEROS VOLUNTARIOS DEL PERU ver:

jueves, 1 de abril de 2010

N° 104 - CUANDO NO CIPRIANI


AHORA QUIERE CAMBIAR MINISTROS



Yo que me confieso católico, apostólico e hincha del glorioso Sport Boys del Callao, yo que no creo que entre al cielo, aunque rezó y trato de hacer las cosas lo mejor posible, sin fregar al prójimo; no siento que Monseñor Cipriani sea el representante de Dios en el Perú y si finalmente lo es, estamos tan jodidos que no solo tenemos una clase política insufrible, sino que hasta el representante de Dios en estas tierras parece serlo pero del diablo o al menos no encarnar esa figura de paz, amor, humildad, tolerancia y devoción que debería tener como imagen de Don Pedro en la tierra.


Cipriani es más bien una figura confrontacional, osca, autoritaria, un cura con un claro perfil político y controversial, ligado siempre al poder de turno, que pretende imponer sus ideas y el dogmatismo de su fe, con una imagen de prepotencia que no se con dice con los postulados católicos. Es en ese contexto que una nueva declaración política pidiendo la renuncia del Ministro de Salud Oscar Ugarte o mejor dicho, solicitando que el presidente lo licencie, es la que generó polémica y rechazo. El Cardenal Primado de la Iglesia Católica en el Perú pretendió así plantar una cabecera de playa en su oposición a la distribución de la píldora del día siguiente por el Ministerio de Salud. Más allá del derecho del Gobierno de fijar sus políticas públicas y de la atribución presidencial para licenciar ministros, el problema es que a partir de los gobiernos democráticos nadie mostró al Vaticano su malestar por la designación de tan singular miembro del Opus Dei, en razón de no querer enfrentarse con el poder de la Iglesia y por temor a la reacción de los fieles. Y Cipriani sigue así recibiendo besos de un Alan García que se inclina hipocritamente reverente ante él.


Lo cierto es que bien haría cualquier nuevo gobierno, en frenar estas declaraciones y la actuación política de Cipriani, siendo más firme en la reacción que genera su representación y sus dichos; suprimiendo el concordato y toda esa suerte de exhoneraciones y beneficios tributarios de los que goza la iglesia católica, porque debemos en los hechos, ser un estado laico. Porque la democracia obliga a la igualdad y por tanto a marcar una distancia confesional. Allí está el ejemplo de México, un país profundamente católico, con "lupita" incluida, pero que no es confesional y es más bien firmemente laico. Al final el Vaticano es tanto o más diplomático y político que cualquier gobierno. Y con un Cipriani tan mundano y tan pecador como cualquier mortal, podemos cambiar de Curaca y ganarnos alguito del cielo.



N° 103 - EL GENERAL EN SU LABERINTO


"SOY FELIZ CON MI ESPOSA DIJO DESPUÉS DEL AMPAY"



Para un tramposo, es difícil pronunciarse sobre el tema del General Hidalgo. Uno tiene que medir sus palabras, mirar de frente a su mujer y con la frente en alto; asumir poses de político más que de actor, que en el fondo viene a ser lo mismo, aunque no es igual, porque el cinismo de los políticos es natural, auténtico, singular. La infidelidad es en el fondo como el espionaje, todos saben que existe, el problema viene cuando te descubren. Gracias a Dios a mi hasta ahora no me han descubierto infraganti, ni fraganti. He pasado la prueba de pulsaciones, la del ritmo cardíaco, la del polígrafo; interrogatorios con tortura psicológica en las que salí negado y valgan verdades, las borracheras en las que he llegado, me han ayudado a hacerme el imbécil o el desentendido. A pesar de que alguna vez en un error irrepetible llegue a mi casa con el calzón de una nena a la que le termine bajando el motor en medio de un apagón y a las dos horas de conocerla, al final tengo que agradecer a que mi rapidez de reflejos y mi capacidad de improvisación siempre me han salvado. Al final yo no soy un personaje público, soy un ilustre desconocido y si fuera un personaje público tendría que divorciarme de dos de mis esposas, quedarme solo con la primera que es lo válido, lo real y lo legal y reconocer a los hijos (que no viven conmigo) aunque se opongan sus padres. En el fondo siempre he sido un hombre responsable y todos los hijos que no viven conmigo tienen su papá.




En el caso del General Hidalgo, se ha dicho de que es su vida privada, que "por una canita al aire" no se va a dar de baja a un buen oficial y hasta el mismísimo Alan García ha salido a defenderlo, a decir que esta es una maniobra del narcotráfico para desestabilizar la lucha contra la corrupción. En medio de tan distinguidas defensas, en una conferencia de prensa, el General reconoce indirectamente el ampay, se escuda en la privacidad, pero se atreve a contestarle a un periodista indiscreto de que "es feliz con su esposa". El respaldo a la aventura extra marital del general, en lo estrictamente legal ha sido apresurado, no solo porque hay una investigación policial en curso, una reglamentación que ya se ha aplicado a otros oficiales (que inclusive ha sido destituidos) y porque en el fondo, el problema estriba en el conflicto entre la privacidad y la función pública a partir de la ética.


Desde nuestro punto de vista, el que asume un cargo, el que tiene una función pública tiene que tener una conducta ética y una moral que este de acuerdo a la jerarquía del cargo. El conflicto entre la privacidad y la función pública existe desde el momento que la función pública, por la naturaleza social del encargo, modera los actos de la vida privada. El General Hidalgo puede ser feliz con su esposa, puede, siendo feliz en su hogar, a pesar de rezar cien rosarios, sucumbir a los encantos de una joven oficial de su institución o de una bella dama que no tenga relación con la policía, eso es humano y entendible. Pero lo que no puede hacer el general, si finalmente cede a la tentación de la carne y es infiel; es usar el carro del servicio, utilizar un DNI falso para ir al telo y exponerse a que la gente lo identifique. Al choro monse habría que sumar el tramposo monse, por confiado.


Lo que hizo el Sr. Hidalgo (con su inofensiva y supuestamente privada "canita al aire") es exponer su privacidad y la majestad de su cargo. Por eso es que fue filmado no por narcotraficantes o paparazzis sino por enemigos al interior de la institución, personal que seguramente lo ha venido siguiendo en un minucioso operativo de inteligencia. El mandato público, el cargo público, obliga a conducirse en la vida privada de manera tal que los actos de la vida privada no afecten la majestad y la dignidad del cargo público. Al final de cuentas, como el General Hidalgo tiene padrino, nada le va a pasar, la investigación de seguro va a concluir que el hecho forma parte de su vida privada y el General feliz y enamorado de su esposa, seguirá trampeando en hoteles de paso, esta vez sin necesidad de un DNI falso, porque tenemos que respetar su "vida privada".