
La renuncia del Ministro Luis Carranza y su reemplazo en la cartera de Economía por la agraciada Ministra de la Producción Mercedez Araoz, marco el fin de año y se dio en medio de los sainetes, las contradicciones y la vocación a caricatura que caracteriza a la política peruana. Mientras el Presidente del Consejo de Ministros, Javier Velásquez Quesquén afirmaba que no habrían cambios ministeriales, Alan García anunciaba el cambio ministerial y ponía en aprietos a su premier quien se esforzaba por explicar lo imposible de aclarar, que no había ninguna incongruencia entre sus expresiones y la declaración presidencial.
Luis Carranza, cuya gestión en economía puede ser calificada de eficiente dentro del contexto de una política económica que confunde el mercantilismo con el liberalismo, que no redistribuye riqueza pero que se caracteriza por su disciplina fiscal y su crecimiento, renunció después de haber obtenido para el país el grado de inversión de reputadas agencias calificadoras como Fitch Raiting y Moody´s, porque se promulgó una ley de exhoneraciones tributarias para las empresas que inviertan en zonas alto andinas y en un país donde gran parte de las leyes tienen nombre propio, lo más probable es que no tarde en descubrir a su verdadero beneficiario. Y esto porque sin una visión integral de desarrollo rural, sin políticas públicas definidas y que involucren a los diversos sectores del aparato del Estado, lo más probable es que no haya progreso ni reducción de la pobreza para los peruanos que habitan en estas zonas, zonas que por lo demás han sido arbitrariamente definidas por altitud como beneficiarias de la ley.
El problema de la designación de Mercedes Araoz, no es que sea mujer, que la objeción a su designación sea en función de género, sino que conocida la proclividad al dispendio de las arcas fiscales del APRA y del propio Alan García en época electoral, la interrogante es en que medida la
Sra. Araoz, que es sin lugar a dudas una técnica calificada, va a decirle no a esas directivas presidenciales que buscan "sensibilizar" el Ministerio de Economía y Finanzas para "acelerar la inversión" en un país que tiene una cultura de impunidad, de granjerías y de desprecio a la cosa pública. Cierto es que el Perú necesita facilitar la inversión o crear la infraestructura necesaria para su desarrollo, pero en un país de pillos y de pillerías, donde el Estado (o a costa de él) sirve para amasar grandes fortunas y negociados, donde no hay en las regiones o en las alcaldías, personal calificado ni proyectos o estudios que muchas veces merezcan el calificativo técnico, las trabas burocráticas son necesarias, porque abrir el gasto público a la corrupción y a la rapiña puede generar inflación. Al final, ni desde el ejecutivo ni desde el congreso se han creado los mecanismos que permitan facilitar la inversión y cautelar no solo que esos recursos sean debidamente utilizados, sino que la corrupción y los delitos que esa necesaria liberalidad promueva, sean domésticamente sancionados. Con una clase dirigente como la que tenemos, con los políticos que nos gobiernan, con los partidos que padecemos y con un Poder Judicial como el que tenemos, la "sensibilización" frente a la inversión de la que habla Alan García, es una demagógica, electorera y política ingenuidad en un hombre que llama "zonzos" a quienes critican sus exhoneraciones, un político cuya palabra esta devaluada y que afirmo que en política no hay que ser ingenuo. Un hombre que más allá de sus poses de estadista, lo único que busca como animal político, son las cifras que lo posicionen el 2016 y no el país real.
En un año electoral, en el que habrá elecciones municipales y regionales, es difícil pensar que la política peruana y los políticos prioricen el interés nacional por encima de sus menudos intereses personales o de grupo; que se alejen del populismo, del clientelismo y la demagogia. Tan es así que en su primer acto público del 2010, Alan García Pérez, canto, bailó, encanto, hizo berrear a sus ministras y demostró que el populismo escénico es parte de su manera de entender el arte de gobernar. Nuestro carismático presidente, habla que dentro de poco seremos un país competitivo, un país del primer mundo; pero para eso necesitamos tener una clase política del primer mundo y lo que tenemos a veces se acerca peligrosamente a una república bananera o a una republiqueta.
En la recta final de su mandato, García habla de crecimiento, de desarrollo de popularidad presidencial; pero sin una reforma real, efectiva y eficaz del Estado, sin una revolución educativa y cultural, sin un concepto de nación, seguiremos siendo el reflejo de las cifras de un país que crece y representa modernidad y mejores condiciones de vida solo para los que están cerca del cooncepto de globalización; cifras que no construyen un país mas igualitario. En lo que resta del presente gobierno, mientras se especule en torno al proximo Alcalde de Lima o al próximo Presidente de la República, nuevos Croussilat, seguiran de diversas maneras obteniendo impunidad, Romulo león tendra otros rostros y otros faenones. El nuevo año nos trae las viejas formas de hacer política, la viejas formas de repartirse el poder y de usufructuarlo, la vieja aspiración de ser un país con igualdad de oportunidades para todos. Al final no hay nada nuevo bajo el sol que nos comienza a abrazar. Feliz Año.
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