sábado, 6 de diciembre de 2008

N° 41 - LA AUTONOMÍA DEL TIBET


EL APOYO DE LA UE AL DALAI LAMA:

Tenzin Gyatzo, padre espiritual del budismo, décimo tercer Dalai Lama ha recibido el homenaje y el apoyo de la Unión Europea en su lucha por la autonomía del Tibet y nosotros no podemos dejar de escribir sobre este hecho; que en el Perú tal vez no tiene la importancia que debería tener por ser ésta una sociedad eminentemente católica, cristiana; pero que más allá de las repercusiones políticas expresa en la humanidad de su santidad, una energía positiva. La energía que habita en el interior de los seres humanos y que tiene que ver con el bien, con el amor, con la ética y el compromiso moral. En suma, aplicado a una colectividad como la sociedad peruana, la búsqueda de esa fuerza interior que nos impulse a construir un país solidario, con igualdad de oportunidades para todos.

Desde nuestra perspectiva, política y espiritualidad son inseparables. Si bien la política es el arte de las realidades, no es menos cierto que buscar transformar una sociedad, que hacerla más justa, menos miserable, implica abrir el corazón, tener compasión por el prójimo, ser tolerantes, sensibles al sufrimiento humano. Es decir tener una actitud mental y espiritual frente a la realidad objetiva. Una actitud que parta de enfrentar la pobreza, la injusticia social, sintiéndose uno más de aquellos desposeídos y no observando desde arriba, desde el pedestal de un ser superior. Una posición que termina simplemente en el lugar común, en la retórica efectista, en la frase hecha. En el cambio que deja todo igual.
La historia del budismo se remonta al Siglo V a.c. cuando el Príncipe Shakyamuni de Nepal, al darse cuenta de la falta de sentido de una vida muelle, deja a su esposa y a su hijo y abandona el palacio real para internarse en la selva y que convive con un grupo de ascetas dedicado a la meditación, buscando liberarse de la vida mundana. Como dicha práctica no le significó la sabiduría e iluminación que buscaba, Shakymuni dejó a sus compañeros y se sentó bajo la sombra de un árbol Bodhi, gracias a lo cual descubrió el camino que rige todos los fenómenos alcanzando el estado omnipresente e iluminado de un buda.

Tras viajar a la India donde se encontró con sus compañeros ascetas, el Buda debelo la verdad del sufrimiento, su origen, la posibilidad de remisión y el camino que conducía a esa remisión. Esta verdad desde el punto de vista del budismo, muestra la verdadera naturaleza humana, las causas, los factores que lo provocan y el camino mediante el cual es ser humano puede librarse del sufrimiento.

La política es bajo esta perspectiva una confesión, una fe, una religión. Buscar la felicidad y evitar el sufrimiento es un deseo innato del ser humano, un deseo que en lo social implica mejores condiciones de vida y bienestar, que es el objetivo al que deben guiar quienes hacen política activa, quienes forman parte de la clase dirigente, quienes son los líderes, las cabezas visibles del movimiento social.

Para guiar a una colectividad hacia mejores condiciones de vida es necesario tener determinadas cualidades y potencialidades, tener confianza en uno mismo Y esa es la tarea de los partidos. Hacer que cada militante sea un mejor ser humano, que cada correligionario, compañero, camarada, hermano o como quieran llamarlo, entienda que es un elemento fundamental para el cambio, para generar esperanza y que por tanto debe exigirse a si mismo, ser un ejemplo de vida, cultivar valores humanos. La esperanza se nutre de determinadas condiciones y el elemento básico del liderazgo individual o colectivo, es visualizar el futuro a partir de la realidad, para construirlo, para materializarlo. Eso de alguna manera, es hacer política con responsabilidad, con un verdadero compromiso social.
Si no caminamos en la vida con verdad. Si negamos nuestra realidad, si la manipulamos o la distorsionamos, no vamos a poder construir el futuro, no vamos a ser instrumento de ningún cambio. Una colectividad política, conformada por hombres achatados intelectualmente, sin cultura, sin preparación, sin una actitud mental positiva, sin dinámica, sin honestidad, no va a significar de ninguna manera un elemento de transformación social.
Creer que se puede ganar una elección solo con la fuerza de los recursos económicos, con abundante propaganda o nada más que con un “buen candidato”, es lo mismo que gobernar escudándose en las cifras y viendo un país abismalmente desigual; es lo mismo que pensar desde el punto de vista individual, que los problemas de la vida diaria se pueden resolver con dinero o con bienes materiales. Es la vida interior, la realidad interior la que resulta vital para encontrar el éxito y la felicidad. El equilibrio entre el desarrollo material y el crecimiento espiritual interior es trascendental tanto para el ser humano como para una colectividad política. Un partido sin liderazgo, sin mística, sin organización, sin valores colectivos, sin una verdadera y real preocupación por el bienestar colectivo, carece de la fuerza interior y la confianza en materializar un cambio.

En el Perú necesitamos recuperar la fe en nosotros mismos, necesitamos enfrentar nuestra destino y luchar por la verdad, buscar la armonía y con ello construir el futuro. Ser un país pequeño, sobre dimensionado por la retórica e ilusionado por las cifras no nos sirve de mucho. El ejemplo de vida, la realidad es la verdad. Bajo la influencia espiritual del Dalai Lama podemos decir que hay que caminar con sabiduría por la escena nacional. Ser y no parecer.

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