
El Gabinete Del Castillo, después del bochornoso incidente en el Congreso finalmente renuncio, lo que dejo sin piso a una oposición que quería absurdamente, sin interpelación, censurar todo el gabinete y no solamente al Premier. Ahora bien, mientras se pensaba que habría que esperar algunos días para conocer el nombre del nuevo Primer Ministro, cuales son los ministros que se quedan y las novedades del nuevo gabinete; Alan García sorprendió a todos nombrando rápidamente al Presidente Regional de Lambayeque, Yehude Simon como Premier, aunque el propio Simon se adelanto al mandatario en informar de su designación, algo que puede entenderse desde el punto de vista humano, pero que rompe con las normas, el protocolo y no deja bien parado al flamante designado.
La de Simon es indudablemente una nominación interesante como experimento político. Una nominación que tiene varias lecturas, en la medida que el propio Yehude ha anunciado su intención de ser candidato presidencial el 2011. En principio, si bien Simon tiene una buena imagen, a pesar de un pasado político por el que purgó prisión (para muchos injusta) y que lo identificaba como un radical de izquierda. Es indudable que el Presidente Regional de Lambayeque, es un hombre que no representa una corriente política importante y gravitante, no tiene una proyección política nacional significativa y que en esa perspectiva, reconociendo que ha manejado una imagen de político ponderado y responsable (en lo personal) el cargo le viene bien, ante la necesidad de posicionamiento nacional que requiere todo aquel que, como en su caso, aspira a ser Presidente de la República.
Por la función que ha venido desempeñando, tal vez Simon, quien va a ser un buen interlocutor con la oposición y con los sectores radicales al gobierno; se preocupe más que su antecesor, por impulsar la autonomía regional y la descentralización en su conjunto y por iniciar reformas significativas al aparato estatatal, que no se han hecho y que son necesarias, a pesar de que el régimen haya recorrido la mitad de su periodo. Pero esa intención programática y su independencia, pueden generar fricciones con el propio Alan Garcia y con sectores conservadores apristas, que se sienten cómodos gobernando con los sectores de poder económico en el Perú, que deben ver al nuevo premier con cierto recelo y para quienes gobernar con la izquierda caviar no debe ser grato. Es en esa dimensión que habra que ver como funciona en la realidad, ese encuentro de Mariategui con Haya del que habla.
La designación de Yehude Simon abre una serie de especulaciones sobre la posibilidad de que García no quiera realmente un candidato aprista en las próximas elecciones. Que busca colocar el 2011 un candidato no aprista en un frente liderado por el APRA, que le permita mantener su liderazgo partidario y la posibilidad de ser nuevamente Presidente en el 2016. En suma una designación que puede reeditar el breve premierato de Valle Riestra, que encierra una gran incognita, pero que es necesario juzgar a partir de la composición de su gabinete, desde su desarrollo político y en sus actos de gobierno, a fin de ver si cubre las espectativas que el cargo requiere en la hora presente. Sobre todo después de que Jorge Del Castillo tuviera en términos generales una buena gestión.
En concreto, García se la esta jugando con la nominación y con las bases en las que proyecta la gestión de Simon; ojala tengamos estabilidad y no en breve una nueva crisis política por ese afán del Presidente de la República, de querer darle estabilidad al país, cogobernando con los Presidentes Regionales. Buscar una "ancha base" con líderes regionales sin mayor vuelo, en un país con una clase política inmadura y poco seria. Proclive a esas formas de las que hablo en la despedida de Del Castillo. A eso que no es otra cosa que administrar buscando siempre granjerías políticas o satisfacer intereses personales, hace que alianzas así sean un albur. La decisión de García contratada con la realidad, habra de definirse en los próximos tiempos, entre el genio y la audacia del estadista o la ilusión del político.
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