sábado, 23 de septiembre de 2023

N° 594 - 23 DE SEPTIEMBRE DEL 2023

 ES VERDAD LO QUE SE DICE:


Es 23 de septiembre del 2023. Estoy cumpliendo sesentaisiete años -lo escribo en letras porque nunca me gustaron los números, siempre he sido re bruto para ellos y me gusta más coser palabras, es un oficio que disfruto-  y a propósito de palabras, las palabras de mi padre retumban en mi mente desde que soy "adulto mayor". Y a propósito de lo de "adulto mayor", que manera de no enfrentar la realidad, el paso del tiempo. En México le dicen "grande" y yo creo que el problema no es ser viejo, sino ser un viejo cojudo -pendejo en mexicano-. Mi padre, con quien en sus últimos años solía tener conversaciones muy tiernas recostandome en su costado con las luces apagadas, me decía, "Vas a llegar a mi edad y este país va a seguir siendo el mismo". Y creo que se equivocó. 

El país está peor. No se cuánto más tengo que caminar para encontrar la puerta de salida, que espero entusiasmado para saber la verdad de toda esta madre. Pero estos tiempos de revoluciones tecnológicas en los que la humanidad mira la inmensidad del universo y la llegada de seres de otros mundos, no me gusta. La vida a perdido su sabor. El romanticismo de pelear por ideales, por valores por principios, ya no crece como hierba mala por la tierra.  Los jóvenes no saben lo que es pararse para darle el sitio a un viejo. Hasta el "ligar" se ha vuelto tecnológico, puro internet. Antes el conquistar a una mujer era una faena cuasi toreril, era como llevarse "dos orejas"....Dos orejas nomas -para no caer en la grosería y en el machismo- porque para llevarse otros apéndices tiene que ser un faenon, en el que el astado pone lo suyo y con dos orejas el matador sale en hombros. 

La humanidad ha dado paso, al mercantilismo, al egolatrismo, al consumismo. La violencia en diferentes matices nos corroe. Y la indiferencia por cuidar nuestro medio ambiente nos esta acabando. Vivo en el único lugar donde podría vivir. Siempre supe que este era mi lugar en el mundo. El único lugar donde una camiseta rosada con olor a mar, te enseña que el amor es sufrimiento. Un pais de un gran legado histórico cultural, con líderes politicos mediocres y pequeños. Si le preguntan a la mayoría de peruanos sobre los principales problemas del pais, diran que es la delincuencia y la corrupción. Y yo digo que es la ausencia de una clase dirigente capaz, creativa, cultivada, honesta y con vocación de servicio. Sin una clase dirigente de solera, no hay dirección, no hay un norte, no hay a quien seguir con fe en el futuro, ni convicción de la necesidad de masas educadas, de institucionalidad y de un estado que sea para todos. Los líderes de mi infancia y de mi adolescencia son una especie en extinción. Hoy el dinero hace "líderes políticos", alcaldes, congresistas.  Y como son tiempos de "igualdad" y no de capacidad,  hay que hacer "alternancia", para que como sea  lleguen mujeres al Congreso "para representarnos"  aunque no den la talla ni tengan las condiciones.

Vivimos sin darnos cuenta una nueva dictadura, una dictadura solapada. Una "dictablanda democrática" que nace del acuerdo de eso que dicen que son "partidos politicos", que pretenden controlar las instituciones, repartirse el poder y gobernar o cogobernar, para alternarse en el poder, desnudando que realmente somos una democracia electoral y punto. Creo que lo que viene no vale pensarlo, porque es lo mismo que sienten los que nos gobiernan. Con la retórica de un país imaginario que dicen construir, viven, usufructúan y se aprovechan el pais que tenemos hoy y los que vienen despues que se chinguen. 

Han pasado sesentaisiete años. Creo que uno comienza a envejecer con los hijos. Yo me quedo con esa infancia en la pampa de la casa de la abuela en la Magdalena Vieja, cuando hacíamos carrera de cucarachitas martinas o sacabamos huayruros del techo con el Nano y el Chulín. Una vez desde el techo, vimos un eclipse con negativos de rollo de película -fue ayer y no me acuerdo que año sería- y en carnavales salíamos a mojar gente y a usar "matachola" hasta que nos correteaba la policía. Eran tiempos en que levaban, tiempos del servicio militar obligatorio, que es un error que se haya eliminado porque nuestros vecinos del sur, son nuestros vecinos del sur y cuando el agua escasee se va a convertir en salitre y las historias se repiten.

Mi padre nos llevaba a la Feria del Pacífico y al fútbol a los tres. En Semana Santa en Pueblo Libre, ir a la Procesión del Santo Sepulcro era un espectáculo, tenemos fotos los tres con la abuela Luisa, esperando para dejar las flores. Los del cuartel "2 de Artillería",  salían a rendir honores, con banda y escolta. Hoy no sale nadie. Y  las procesiones ya no son multitudinarias, hay años en las que hay poca gente. Yo trato de no faltar nunca. Me quede con esa costumbre de mi madre, de que un año más de vida era el volver a ver al señor. Y  mis hijos van desde que nacieron. A propósito del cuartel, donde sirvió mi padre y que gracias a que  estaba cerca de la casa de la abuela conoció a mi madre, el 2 de Mayo, aniversario del cuartel, había paseo de antorchas, había verbena. Allí vi cantar a Doña María de Jesús Vásquez, a quien conocí aquí en San Miguel y también vi como, cuando sirvió Perico León, todos los muchachos andaban detrás de él para que les regalara la antorcha que llevaba entre las manos. Recuerdo que era una fiesta ir  conocer  a los hijos de las hermanas menores de mi madre, la Chana y la Gloria, que hoy ya son hasta abuelos. Tiempos que ya no volverán porque las familias se fracturan y nada es como antes.

El Pueblo Libre que conocí hasta los catorce años, era La Remonta y la Remonta era Pueblo Libre. Sábado y Domingo la gente iba a ver los partidos de la liga, allí se pasaba los fines de semana, viendo fútbol -sobre todo sacando pecho por mi hermano Quique que jugaba muy bien- y subiéndose a los árboles para sacar moras. Yo recuerdo con cariño a la Sra. Isabel y sus ricas raspadillas, que como me conocía, me daba con su yapa. Nosotros y digo nosotros porque hablo del Nano y del Chulín, mis primos hermanos, tuvimos la suerte de conocer al Emperador Hirohito y a su esposa la Emperatriz Michiko, los conocimos cuando eran príncipes y vinieron al Perú, los recibimos en la puerta del Museo de Antropología, nos saludaron, recuerdo que los señores que iban con ellos nos dieron unas monedas con hueco que nunca habíamos visto y todo fue tan rápido que no tuvimos oportunidad de cambiar direcciones y ya nunca nos volvimos a ver, ni siquiera los saludamos cuando asumieron el Trono del Crisantemo. Algo parecido le sucedió a mi madre, cuando se inauguró el Museo. Ella tendría cuatro años y vino el canciller venezolano, eran tiempos de Leguía y mi madre me comentó que con  banderita venezolana y cantando el himno del pais llanero -que tarareaba cuando veía que lo cantaban en partidos con Venezuela- recibieron al Canciller y al Presidente Leguía. Esa imagen de mi madre de niña, la recree miles de veces en mi mente porque nunca vi una foto de ella a esa edad. Un edad en la que ella dice que comía chancaca con limón al salir del colegio, cuando frente al Queirolo había un canal que era del tamaño de la Calle y que yo vi ya canalizado y hoy ya está todo tapado. Leyendo el libro de María Rostworowski "Señorios Indigenas de Lima y Canta" descubri que este es un canal preinca que venia del Río Huatica e iba hasta la hacienda Maranga, hacia lo que entonces era el Cacicazgo de Maranga. Escribiendo esto último me doy cuenta que son las cuatro de la mañana y que es cierto que los viejos viven de recuerdos. ¡Feliz Cumpleaños para mí!  







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