Debo confesar que siento cierto escepticismo por el futuro del país. Vivimos en medio de una sociedad sin partidos políticos, sin políticos o mejor dicho con políticos mediocres o gente aventurera, oportunista y demagoga. Que, es la única que hace en el país, eso que llaman "vida política" y que con honrosas excepciones, no es pensar en función de país, trabajar políticas públicas, proyectos de desarrollo o ser el nexo entre las espectativas y necesidades populares y su realización a traves del Estado o mejor dicho del gobierno de turno, en un esquema democrático en el que tienen valor y voz, tanto las mayorías como las minorías. La política hoy se ha vuelto una actividad "elitista" en el peor sentido del termino.
Capturados por cúpulas que han mercantilizado la política o por líderes mesiánicos que se creen insustituibles, los partidos han dejado de ser escuelas de civismo, formadores de opinión y de cuadros para direccionar el futuro del país y gobernarlo. La política si consideramos que se ha agudizado la crisis de la clase política y de los partidos, es hoy la búsqueda del poder por el poder, la del sueldo del estado, la frivolidad del oportunismo y el aventurerismo político que da estatus. Y por eso vemos una campaña tan pobre en contenidos programáticos y tan desteñida en cuanto a personajes que merezcan respeto intelectual y político.
En un país donde las élites culturales, profesionales, tecnocráticas o la gente más preparada, están divorciadas de la política partidaria; que es un espacio con una institucionalidad de papel en un país de institucionalidad de cartón; donde los líderes son generalmente, gente que ha perdido la vocación de servicio, personalidades frívolas con una ambición desmedida de poder y no de servicio al país, a partir de un proceso formativo y de recambio de liderazgos. Porque es gente egoísta y egolatra; gente que mira al ciudadano común y corriente por debajo del hombro, que aprovechandose de la ignorancia o de la buena fe de las mayorías nacionales, les miente sin rubor ni pudor, ofreciendo una "Nueva República" o una "igualdad" que es un ideal que siempre va a estar por delante, porque es un objetivo en permanente búsqueda. Porque una cosa es la igualdad de derechos y obligaciones -en general- que tiene un carácter social y otra cosa es la igualdad económica, que es desde la perspectiva de la ideología del comunismo, el objetivo maniqueo que divide a los hombres entre buenos y malos, entre pobres y ricos. Al final en un país como el nuestro esa "igualdad" es agitada por la demagogia y se articula desde la posibilidad de los votos y del desgaste político.
En un país donde las élites culturales, profesionales, tecnocráticas o la gente más preparada, están divorciadas de la política partidaria; que es un espacio con una institucionalidad de papel en un país de institucionalidad de cartón; donde los líderes son generalmente, gente que ha perdido la vocación de servicio, personalidades frívolas con una ambición desmedida de poder y no de servicio al país, a partir de un proceso formativo y de recambio de liderazgos. Porque es gente egoísta y egolatra; gente que mira al ciudadano común y corriente por debajo del hombro, que aprovechandose de la ignorancia o de la buena fe de las mayorías nacionales, les miente sin rubor ni pudor, ofreciendo una "Nueva República" o una "igualdad" que es un ideal que siempre va a estar por delante, porque es un objetivo en permanente búsqueda. Porque una cosa es la igualdad de derechos y obligaciones -en general- que tiene un carácter social y otra cosa es la igualdad económica, que es desde la perspectiva de la ideología del comunismo, el objetivo maniqueo que divide a los hombres entre buenos y malos, entre pobres y ricos. Al final en un país como el nuestro esa "igualdad" es agitada por la demagogia y se articula desde la posibilidad de los votos y del desgaste político.
Al final, construir una sociedad igualitaria, democrática; con un proyecto de mejores condiciones de vida para las grandes mayorías nacionales, es un proceso permanente, indefinido, que no tiene plazo y que depende del devenir histórico y del cambio social. El problema es que con gente sin cultura ni talento político, sin conocimientos básicos, poco es lo que se puede lograr y mucho lo que se puede ofrecer demagogicamente. Y esto es lo que esta sucediendo, en un proceso electoral bastante irregular, en el que la gente no vota por programas, por equipos técnicos o en función de los cuadros políticos que se van a llevar al parlamento. El voto en el Perú se define a partir del rechazo, del hastío por una clase política, que no ha sabido renovarse, que sufre el desgaste propio de un país lleno de contradicciones, de folklorismo, de corruptelas, de demagogia y oportunismo. De beneficios personales y raterías de diverso cuño.
En esa dirección, la novedad novedosa es peligrosa y se requiere una reforma política, que no la pueden hacer los propios partidos políticos, porque es poner al gato de despensero. Una reforma política que debe comenzar por que no haya nunca reelección presidencial y porque se derogue esa oportunista norma, por la que un partido se puede retirar de la elección, en cualquier momento para no perder la inscripción en el registro de organizaciones políticas.
Es a través de este perverso mecanismo electoral, que el General Urresti, con quien muchos podemos discrepar y no congeniar, ha experimentado uno de los aspectos más lumpenezcos de la política: la traición, la deslealtad, el usar a la gente para beneficio propio, el manipularla sin respetar su aporte y sus derechos, porque hace rato que los partidos políticos en el Perú tienen sus dueños, sus parceleros y sus asociados en una actividad que es más un negocio, que una tarea que busca el bienestar de las mayorías nacionales.
En la recta final del proceso electoral, queda e n los medios de comunicación, en lossectores de mayor conciencia cívica y política de la sociedad, no dejarse engañar o engatusar; buscar hacer docencia política, trabajar por un voto informado, hacer un análisis de las propuestas y evaluar equipos. En suma hay que promover un compromiso por que el ciudadano común y corriente se involucre en la política. Porque sea la sociedad civil la que lidere la reforma política que construya institucionalidad y partidos de a verdad y no cambie "come pollos" por otros personajes que antes de la elección dicen no serlo y que una vez elegidos, dejan al descubierto su mediocridad e incapacidad y terminan representándose a si mismos o a determinados intereses y comiendo el erario público con igual avidez de los tristes personajes de los que marcaron distancia.
Es a través de este perverso mecanismo electoral, que el General Urresti, con quien muchos podemos discrepar y no congeniar, ha experimentado uno de los aspectos más lumpenezcos de la política: la traición, la deslealtad, el usar a la gente para beneficio propio, el manipularla sin respetar su aporte y sus derechos, porque hace rato que los partidos políticos en el Perú tienen sus dueños, sus parceleros y sus asociados en una actividad que es más un negocio, que una tarea que busca el bienestar de las mayorías nacionales.
En la recta final del proceso electoral, queda e n los medios de comunicación, en lossectores de mayor conciencia cívica y política de la sociedad, no dejarse engañar o engatusar; buscar hacer docencia política, trabajar por un voto informado, hacer un análisis de las propuestas y evaluar equipos. En suma hay que promover un compromiso por que el ciudadano común y corriente se involucre en la política. Porque sea la sociedad civil la que lidere la reforma política que construya institucionalidad y partidos de a verdad y no cambie "come pollos" por otros personajes que antes de la elección dicen no serlo y que una vez elegidos, dejan al descubierto su mediocridad e incapacidad y terminan representándose a si mismos o a determinados intereses y comiendo el erario público con igual avidez de los tristes personajes de los que marcaron distancia.
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