Por razones de trabajo estuve la semana pasada en Ayacucho y tengo que afirmar con mucho agrado, que la realidad fue total y absolutamente diferente a lo que pensaba encontrar en diversos aspectos de la vida cotidiana de esa región del país, que sufrió el embate de la violencia terrorista.
Ayacucho y sobre todo Huamanga, es una región y una cálida ciudad, que conserva su espíritu andino y su aire colonial; y a despecho de lo que significa su nombre en quechua ("Rincón de Muertos") es hoy un rincón de vida. Huamanga es una ciudad apasible, tranquila, no hay delincuencia -los "choros" vienen de otros lados para semana santa o para el "Jala Toro"- una ciudad que tiene un parque automotor relativamente nuevo, no hay mendigos ni se ve pobreza por las calles y se puede percibir una burocracia estatal básicamente de clase media y una burguesía que sustenta su ingreso en la agricultura y la ganadería. En lo político, "para variar" el Presidente Regional, Wifredo Oscorima, que fue re electo, esta fugado, con orden de captura por no acudir a su lectura de sentencia por un nombramiento ilegal, aunque tiene otros procesos en trámite por corrupción.

Yo creo que vale la pena programar una visita turística a Ayacucho. Creo que conocer sus treintaitres iglesias; la Pampa de Ayacucho -aunque el monumento esta bastante deteriorado y descuidado- las ruinas del Imperio Wari y sus acueductos o la Cueva de Pikimachay por poner algunos de sus atractivos, es una experiencia inolvidable. Pero me quedo con Vilcashuaman ("Halcón Sagrado") una ciudadela inca que fue construida siguiendo los parametros de la arquitectura Inca, esto es con una plaza trapezoidal como eje ordenador, un Ushnu o trono sagrado sobre un piramide sin terminar; una casa de las escogidas, un galpón para soldados, un reloj solar y templos del Sol y de la Luna, sobre la que se construyo una iglesia colonial, que es una muestra lamentablemente, del poco valor y del maltrato que hacemos a nuestro patrimonio cultural y arqueológico, por la desidia o la ignorancia y el poco criterio de nuestras autoridades. Por la ausencia de políticas publicas y de dinero para poner en valor y cautelar nuestro legado cultural.

En lo sustantivo, las ruinas están dentro de la ciudad de Vilcashuaman frente a la Plaza de Armas, sobre estas ruinas que han sido construidas conformando terrazas escalonadas, se ha construido durante la Colonia la Iglesia de San Juan Bautista. Y aquí viene lo bueno. La iglesia ha sufrido una serie de modificaciones que son una ofensa al patrimonio cultural y arqueológico del país. En principio un club de fútbol en los años 60, regala un reloj que no es OMEGA sino "REMEGA" y lo colocan en el frontis con una placa del Club de Fútbol "Progresista Vilcashuaman". Adicionalmente a lo anterior, han puesto un megáfono en el frontis; le han añadido unas columnas de cemento al marco de la puerta de entrada, que las han pintado de blanco. Han colocado -seguramente la autoridad municipal- una cruz de vidrio con luces en la parte alta de la iglesia y han enlucido de cemento la pared lateral. Si a eso sumamos que los canales o acueductos de las ruinas, los han enlucido de cemento o revestido de mayolica y por último, colocado una piedra del sacrificio en la plaza central, que al retirarla de su local original la han roto; el panorama es indignante.
No se puede aceptar este tipo de estropicios, esta ignorancia en el manejo, el tratamiento y la conservación de nuestro patrimonio arqueológico. Alguien con poder si lee estas líneas y puede hacer algo, debe hacerlo. La ciudad tras el regreso de los lugareños que emigraron en la época de la violencia terrorista, han construido en medio de las ruinas y COFOPRI y el PETT, han titulado a diestra y siniestra, construyéndose un colegio en medio de la zona de influencia arqueológica, sin mayor estudio ni investigación de por medio. Yo pienso dirigir una carta al Ministerio de Cultura, aunque soy consciente que la indiferencia de nuestras autoridades es una marca registrada en el Perú.