martes, 20 de enero de 2015

N° 386 - 480° ANIVERSARIO DE LIMA:

LA CIUDAD QUE ES Y YA NO ES:



Lima celebra el 18 de Enero, del 2015, el 480° Aniversario de su fundación española, en medio de la nueva gestión de Luis Castañeda Lossio, que al parecer no tiene mucho que ofrecer en esta nuevo periodo al mando de la comuna limeña. Y lo anterior, porque gano la elección en razón de lo que hizo en el pasado, pero no por el valor de lo que ofreció hacer en los próximos años. Francisco Pizarro, el fundador de Lima, sometió a Taulichusco, cuadriculo la Ciudad, construyo su casa (Palacio de Gobierno) y repartió tierras y solares entre los castellanos que lo acompañaron en la empresa; edificios de un solo piso, que hoy se multiplican y elevan a un ritmo acelerado  por todas partes, sin una visión ordenada de futuro; lo  que resulta preocupante, en  tierras  donde la norma es la improvisación y no la planificación.

En un país donde no hay cultura cívica, ni cultura urbana progresista. En una realidad donde Lima y el Callao -como deberían serlo- no son una misma entidad administrativamente hablando, ni dos ciudades y un solo concepto de urbe; el hecho resulta en el mediano plazo, agudizando el caos porque entre otras cosas, no existe -como en las grandes ciudades- un Código Catastral que organice la renovación, los valores y la expansión urbana; donde el boom inmobiliario se verifica en lo económico, en su importancia mercantil (como ganancia) pero no en función de una realidad que debe forjar una ciudad con visión de futuro.

Yo -lo he dicho muchas veces- descubrí Lima de la mano de mi padre. Los apachurrantes años de cincuentas, acababan de morir y aunque en esos años, era difícil que le encontrara el gusto de mis mayores a lugares como el  Embassy Nigth Club, la ciudad tenia sabor. El sabor de la bohemia de entonces, del Diario LA PRENSA  en medio Jr. De la Unión, como defensor de la libertad de expresión, en  tiempos de dictaduras y de regímenes intolerantes. El del tranvía al Callao que correteaba por Nicolas de Piérola. El mio era el sabor que tenia un niño que en ese entonces, iba a Lima acompañando a su padre a la oficina que tenia la Cía de Minas Buenaventura en el Jr. Azángaro, donde jugaba con las maquinas de manivela que sacaban cuentas. 

La ciudad de Lima, la Lima cuadrada, la Lima monumental que yo descubrí en mi niñez era para mi el Jr. De la Unión. Una calle estrecha de solera republicana. Un jirón adornado  por las Tiendas Monterrey o la Casa Tía. Un jirón donde la gente caminaba apurada hacia la Plaza San Martín o hacia la Plaza de Armas, luciendo sus mejores galas, en medio de un transito que se hacia lento y cansino. Lima era para mi la Botica Francesa y su helado con Fosh, el Peach Melba o el Banana Slepp. La ciudad era en esos tiempos la Casa Oechsle, la verdadera y original Casa Oechsle que fundara en julio de 1879 el inmigrante alemán Augusto Fernando Oechsle como importadora de diversos productos. Y lo anterior porque la que hoy esta en giro es una tienda de departamento mas. Si a esos sumo el recuerdo del señorial  y aristocrático reloj de la Casa Welch, al que imagino frunciendo el ceño, mirando de reojo a los cristianos que debajo de él, le daban color a la calzada; mientras una cuadra mas abajo en  la esquina de los portales, la tienda de Pedro P. Diaz exhibía artículos de fino cuero "importado" de Arequipa. Lima era también por entonces las sombrereras del costado de Palacio de Gobierno; tiendas que buscando comprar un sombrero para cubrir del sol mi cada vez mas pronunciada calvicie, descubrí que ya no existen.

Esa Lima que yo caminaba, una ciudad en la que en la Iglesia de San Pedro escuchaba misa de pie y lo mas lejos posible del Altar Mayor no quería que Dios lo viera en -porque mi padre decía que no quería que Dios lo viera en misa- comenzaba a construir esa nueva forma de ser "criolla y mazamorrera" a partir de la migración andina que tiene varias lecturas; que le da a la ciudad varias visiones y cosmovisiones.

El problema de una Ciudad que necesita entrar en el siglo XXI conservando su legado histórico cultural, pasa por no entender la necesidad de construir consensos amplios y visiones a largo plazo; porque lo que se suele hacer son acuerdos coyunturales y/o soluciones políticas o mediáticas de país subdesarrollado, como esta del Metropolitano o la del Tren Eléctrico de Lima, una obra que se construye a paso lento y sin considerar que se han perdido veinticinco años y que lo que se necesita es apostar por una solución vial que construya el metro desde diversas partes de la ciudad, al mismo tiempo para darle a Lima, de una vez por todas, el transporte masivo que necesita aunque haya que subsidiar inicialmente el pasaje, porque necesitamos una solución integral, definitiva y que considere las necesidades del futuro.

A este paso, ninguno de mis huesos va a poder ver concluida la red del metro extendida por toda la ciudad y eso es penoso. Tan penoso como lo es esa caricatura de corredor entre la Av. Javier Prado y la Av. La Marina, tan inútil y mal planteado. Yo que llegue a conocer el Panóptico -la antigua cárcel de Lima- que  vi  desmoronarse para dar paso a la modernidad del Centro Cívico, no puedo dejar de pensar el tiempo perdido en este elefante blanco que estuvo desaprovechado por mas de treinta años como centro comercial hasta que el Grupo INTERBANK lo tomo en concesión.

La mera verdad es que esa Lima que conocí, que hoy esta marcada por la inseguridad de demagogicos y figurettis Urrestis, yo no se la he mostrado mucho a mis hijos. Y me da pena porque como expresara una encuesta reciente, a los limeños nos gusta la ciudad, pero esperamos mas de ella. Porque la Lima de hoy en su 480° Aniversario es y no es.

Nuestra ciudad ve moverse incesantemente, fierro y cemento por sus calles, pero esta es una obra que no responde necesariamente, a un concepto integral de ciudad, a un proyecto de ciudad para el nuevo siglo, para los próximos cincuenta o cien años, ni siquiera para el Bicentenario de la Independencia o para los Panamericanos. Un proyecto de las características anotadas, implica recursos para una vialidad de gran ciudad, en la que hay que expropiar lo que haya que expropiar, para dar paso a la modernidad, para dar paso a una ciudad planificada, cómoda, segura, con una vialidad, que no maquille el caos vehicular, sino que lo solucione. Y eso sigue siendo un reto.

Pero no es menos cierto, que el Centro de Lima o el Centro Histórico, no es solo la ciudad. La Ciudad es también el rió, ese río que Francisco Pizarro domestico en su paso cuando escogió el lugar donde fundo la capital del Perú, el lugar que se seria el centro del poder en el nuevo territorio de los castellanos y aunque el Rímac, es nuestro río emblemático, el rió que le da nombre a la ciudad (lo cruzan también otros ríos, el rió Chillón y  Lurín) no se a abordado el problema del agua para la ciudad y lo concreto y lo real, es que si no solucionamos esto en breve plazo, vamos a tener problemas de abastecimiento  futuro.

Al final, la Ciudad es también sus distritos y sin embargo, la celebración sigue siendo tibia, se centra solo en la Lima monumental, como una celebración poco articulada y eso dice mucho de como expresamos los limeños "el afecto" por la ciudad que nos cobija. Lo anterior tiene que ver también, con el hecho de que las autoridades municipales distritales de la Ciudad Capital, no priorizan el criterio técnico sino el perfil político de sus gestiones, En ese contexto, un hecho fundamental en la problemática distrital de Lima, es que muchas veces los cuerpos de regidores no están ala altura de sus responsabilidades  (a veces no lo esta ni el propio alcalde) por mecanismos propios de falta de institucionalidad, de ausencia de partidos, de la elección partidaria o de selección de cuadros y eso genera ineficacia, crisis administrativa y económica, fundamentalmente en distritos pobres.

A partir de una problemática harto conocida que tiene que ver con temas como el transporte, la seguridad, el problema de la basura y la tugurización, en el aniversario de una Lima es necesario recordar la importancia de abrir espacios de participación, de compromiso y de fiscalización ciudadana; es prioritario desarrollar políticas culturales y educativas (a partir del concepto de la gran metrópoli) que nos identifique y nos hagan entender la ciudad como parte de nosotros mismos. Siento que hemos perdido -sobre todo los jóvenes- ese sentimiento de "mi ciudad" .Esta grisácea pero colorida urbe, necesitamos no solo sentirla realmente nuestra. Necesitamos disfrutarla, sentirnos seguros de ella.

jueves, 1 de enero de 2015

N° 385 - 1° DE ENERO DEL 2015

VIDA Y TIEMPO PARA TODOS:


Abro una vez más esa puerta imaginaria que me conecta con el tiempo; o mejor dicho, con tener conciencia de lo que representa el tiempo. Con esta vez, bajo el pretexto del nuevo año, la he abierto ya en cincuentainueve oportunidades y con el sabor y el sentido de supervivencia que desarrollamos con los años, espero seguir abriéndola miles de veces más. 

Sentado frente a la computadora, recuerdo que hace treinta años -cuando peregrinaba cuatro o cinco veces a la semana hacia el Aeropuerto Benito Juarez de la Ciudad de México, buscando identificar peruanos; solo estando fuera somos conscientes que hablamos gritando, que así como los colombianos o los argentinos tienen su forma de hablar también la tenemos nosotros;  para  dejar en sus manos  mis artículos, para que llamaran a mi casa y mi familia los leyera frescos- era imposible para mí, pensar que podías comunicarte con tanta gente al mismo tiempo, tener tanta gente delante tuyo. Tener sus rostros, sus deseos, las imágenes y las diversas circunstancias de su vida.

Esa posibilidad de sentirte unido o comunicado con tantas personas, es indudablemente el signo de los tiempos. De un tiempo que como decía San Agustín, desde la perspectiva de Dios no tiene pasado ni presente ni futuro y es una unidad en si mismo. Ahora que vivo tan aceleradamente, con los hijos de mi mujer -que también son mis hijos pero que prefiero tratarlos como "compañeros de viaje"- respirandome en la espalda y construyendo su propio tiempo; siento  más que nunca, en fechas como ésta, que hay indudablemente tiempo para todo en la vida: Tiempo para nacer y tiempo para morir, tiempo para amar y tiempo para sufrir, tiempo para ilusionarse y tiempo para enfrentarnos a la realidad. La vida es finalmente tiempo. Y para estar a tono con la modernidad, un nuevo año es la posibilidad de sacar esa tarjeta que representa el crédito imaginario para seguir  escribiendo tu propia historia. No importa como salga, lo importante es que tengas entre las manos hojas y papel.

Los rostros, los textos, las imágenes, los deseos de la gente que esta detrás de una pantalla; creo que finalmente nos representan esa cuerda imaginaria que une nuestras vidas. Circunstancias diversas, sentimientos, experiencias, hasta la humana curiosidad. Un año nuevo como el que comienza hoy día, es también esa mochila que abrimos para decir algo, para desear bienaventuranzas, para terminar dando vueltas sobre el mismo sitio. Para insistir finalmente, en la perogrullada en la que termino estas lineas al recordar que la vida es color y sabor, pero sobre todo tiempo. En amarillo o en rojo, donde quiera que estén. Un buen año o mejor dicho: Vida y tiempo  para todos.