Hace cuatrocientos ochenta años, el 16 de Noviembre de 1532, se produjo la captura de Atahualpa y la caída del Tahuantinsuyo; no utilizo deliberadamente la denominación de Imperio Incaico, porque diversos historiadores, entre los que se encuentra la Dra. Maria Rostworoski de Diez Canseco, -autora de un monumental libro sobre la HISTORIA DEL TAHUANTINSUYU (*) cuya lectura espera motivar este artículo- coinciden en que el gran problema de esta parte de nuestra historia, es que el análisis y la recreación de los hechos bajo patrones occidentales, es un error, del que partieron Garcilazo y otros cronistas, que trataron de adaptar y adecuar los hechos a las costumbres y a la realidad europea.

En el contexto de esa variable entre la historia real y la historia oficial, es necesario indicar que el estado Inca, a pesar de su gran extensión, estuvo políticamente pegado con babas, no era un estado cohesionado, políticamente cohesionado; y eso explica que se derrumbara al primer contacto con el conquistador español. La expansión inca se baso en una superioridad militar, pero también en un sistema de reciprocidad impuesto en base a políticas, de persuasión y/o de opresión, de violencia y de temor. Los curacazgos o señoríos a lo largo del territorio, eran sometidos militar o voluntariamente por el ejercito inca y este hecho significaba un intercambio de privilegios, bienes y favores políticos con los jerarcas locales de diversa categoría y de acuerdo a su importancia; granjerías que implicaban el juego político de siempre en la historia de la humanidad, ante los que los señores o caciques locales, tenían que acceder calladamente (aunque les significara en lo personal un perjuicio) porque representaban la imposición de una cuota de hombres para los ejércitos o de trabajo de la tierra para el gobernante cuzqueño en detrimento propio. El rechazar o el rebelarse a las directivas incas implicaba la guerra, la violencia y la muerte de los jerarcas locales y sus familias, en términos muy sangrientos para ellos.
En ese orden de cosas, los tambos a lo largo y ancho del Tahuantinsuyu, no eran expresión de excedentes o de autosuficiencia alimentaria como sucedía en la Europa de entonces, sino que eran la base, no solo de ese sistema de reciprocidad, por el que los alimentos o los bienes, eran el valor de cambio más preciado, (ante la ausencia de dinero a la manera occidental) sino que servían también para alimentar a las tropas que tenían que hacer grandes desplazamientos en sus aventuras de conquista. Si bien es cierto que la papa fue el aporte fundamental del Perú antiguo a la alimentación mundial, porque sirvió en principio para solucionar los problemas de hambruna en la Europa del Siglo XVI, no puede hablarse de que esos tambos representan excedentes alimentarios como expresa la historia oficial; porque estos comoditis siendo un valor apreciable, hubieran sido exportados en grandes cantidades al viejo continente. y lo que se exporto fueron el oro y la plata que trastocan la economía de la época.
Los incas entregaban de acuerdo a su importancia y a su interés político, alimentos que almacenaban, a curacazgos y señoríos y no con un carácter equitativo o igualitario; algo similar a lo que se hace en la política actual donde para el gobernante, Arequipa no tiene política ni electoralmente el mismo valor que Madre de Dios por poner un ejemplo. Este proceso de acumulación de bienes implicaba un trabajo de las tierras, en favor del soberano, que implicaba a toda la población, que era desigual y abusivo, que tenía carácter de tributo y que hecha por tierra esa visión socialista del incario.
A la llegada del pioneer español, estos curacazgos o señoríos sojuzgados y oprimidos por los cuzqueños, vieron en los barbados hombres venidos de ultramar a sus liberadores y muchos de ellos los apoyaron en su lucha por doblegar el poder incaico. Poco tiempo paso para que se dieran cuenta que la opresión era mayor, que trastoco sus creencias y el mundo andino y que adquirió mayores dimensiones que con sus anteriores patrones. De allí viene esa necesidad de regresar al pasado de la que habla Flores Galindo en BUSCANDO UN INCA que reseñamos en un artículo líneas abajo.
Al morir Atahualpa su cuerpo siguiendo la tradición bíblica no resucito, pero si desapareció de su tumba. Su mallqui o momia fue sepultado en algún lugar de los andes que se desconoce, bajo la inspiración del mito de diversas creencias religiosas de regresar algún día.
(*) HISTORIA DEL TAHUNATINSUYU, María Rostworowski de Diez Canseco, IEP, 1992.
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